Alicia Cid decidió irse para siempre de Río Cuarto el día que la revista Para Ti descubrió a Marcelo Macarrón en su casa. La mujer que fuera amante durante veinte años del médico traumatólogo imputado por mandar a matar a su mujer Nora Dalmasso, en la madrugada del 25 de noviembre de 2006, comenzó con angustia y ataques de pánico hace 15 años. De acuerdo a su psiquiatra Juan Manuel Rocha, el riesgo de que repita ese cuadro continúa hasta el presente.
Cid en su escape de la ciudad donde trabajaba en el Poder Judicial y ejercía su oficio de vitralista, primero se refugió en convento de monjas, más tarde alquiló un departamento en San Luis donde vivía su hija y posteriormente se radicó en Salsipuedes. Allí vive todavía.
Fue en 2018, en su última declaración testimonial brindada en la ciudad de Córdoba, cuando le preguntaron si había vuelto a Río Cuarto. Confesó que “no he vuelto. Paso por la ruta para ir a Huinca (Renancó) a ver a mis padres y sólo tengo como contacto a una sola amiga y no voy a volver más a Río Cuarto”.
También expresó a los investigadores, cuando la ubicaron para declarar que “(…) Ustedes no conocen las razones por las que yo declaré así (por su escueto primer testimonio), yo tengo miedo de terminar muerta como ella, yo quedé muy mal (…)”.
El mismo médico que la atiende desde entonces es el que firma el certificado en el que el concluye que no puede declarar por su precaria salud psicológica. En cambio, el abogado Marcelo Brito, defensor de Macarrón, insiste con que se presente. No es casual la insistencia: Necesita bombardear cualquier posible vínculo de su cliente con el hecho. Y Cid lo atornilla con el crimen. Así lo entendió el fiscal que instruyó la causa, Luis Pizarro.
La mujer señaló en 2018 algunas cuestiones sustanciales. La primera es que sostuvo una relación paralela de 20 años, un vínculo así permite sostener la aseveración de la pericia psicológica de la víctima, que indica la “disfuncionalidad” del matrimonio y que el único problema que tenía Nora se encontraba en su entorno cercano. Dicho de otro modo, que lo que trataban de mostrar sobre su relación no era lo que efectivamente sucedía puertas adentro del chalet del barrio Villa Golf, ya que los dos tenían amantes.
Hay otra afirmación, que marca a fuego el móvil del crimen, que Pizarro determinó como la negativa del viudo a dividir los bienes en un eventual divorcio que le querría plantear Nora. “Era un gringo re pijotero”, supo decir Cid del que fuera su amante.
En esa misma declaración, relató a los investigadores judiciales que “lo conozco de antes, cuando solo era un chico de clase media que no tenía el despliegue de viajes y de vida que tuvo después. Al momento del suceso, era por denominarlo de alguna manera, un nuevo rico, tenía muchas fiestas, se iba de vacaciones a lugares caros, siempre se iba a esquiar y hacía alarde de la ropa que había comprado y de los equipos. Le gustaba alardear de su excelente posición económica en ese momento”.
Precisó que “hacía movimientos para que se notara, siendo imposible que la posición de médico le permitiera ese bienestar”.
Relató luego que “nunca me vi beneficiada de ningún tipo de obsequio, eventualmente cuando me visitaba en casa llevaba una botella de vino. En una sola oportunidad le pedí dinero porque verdaderamente lo necesitaba ya que no había cobrado, a lo que me respondió con una suma irrisoria, a razón de lo que hoy cuesta un café. Marcelo no era una persona generosa. No es una característica que tuviera conmigo, sino que era conocido “el gringo” como re pijotero”.
Más adelante, los investigadores le preguntaron de qué manera creía que Macarrón financiaba ese tipo de vida y Cid señaló lo siguiente: “Supongo que haría algún tipo de negocio con sus vinculaciones. (…) Sus amigos como (Daniel) Lacasse, como “el francés” Miguel Rohrer. Que era tan pijotero que seguramente hasta su esposa (Nora Dalmasso) desconocía el dinero que él tenía”.
También apuntó, que volvió a ver a Macarrón poco después del crimen y él estaba más preocupado por la condición sexual de su hijo Facundo, que por el asesinato de Nora.
Otro detalle de su declaración, es que muestra la relación de Macarrón con Lacase. Dice que tenía un nivel de vida por encima de lo que percibía como médico y que el mismo era fruto de esas relaciones.
Pizarro planteó en el escrito de elevación a juicio, que “efectivamente entre Marcelo Macarrón y Cid existió una relación extramatrimonial”.
El fiscal indica que “en función de los cambios de vida de Cid posteriores al hecho -enfermedad, licencia, invalidez y jubilación, alejamiento de la ciudad y de su vivienda, y negación de volver a la ciudad tan siquiera para prestar declaración-, es razonablemente sospechar que la relación no fue esporádica, sino más bien de larga data y del tipo confidencial”.
Agrega que “Cid tuvo miedo. Que este sentimiento no sólo lo manifestó en forma expresa en más de una declaración, sino que también su proceder se compadece con ello, a saber se enfermó psiquiátricamente con rasgos paranoides y depresivos, situación que le impidió seguir con su trabajo de más de 20 años, y la hizo también abandonar su lugar de residencia habitual, dejando una casa propia, la que había adquirido recientemente en pos de mejorar sus condiciones de vivienda, una casa mejor que la que tenía, según declaración de uno de sus superiores en el trabajo, yéndose a vivir a un convento de monjas primero en San Luis y luego alquilando un departamento”.
Dice Pizarro que “es lógico inferir que el temor se deriva de algo que sabía consciente o inconscientemente de su amante Marcelo Macarrón, que permite como un indicio más sospechar de él como partícipe de la muerte de su esposa”.
Sigue diciendo, que tal conclusión, “a su vez se refuerza si ponemos atención en cuatro circunstancias más. 1) Que Macarrón 15 días previos al hecho insiste en ver a Cid, y ante la imposibilidad de verse le manifiesta que se va a “arrepentir”. 2) Que a la semana de ello, igual se presenta en la casa de su amante, y la invita a irse con él al viaje a Punta del Este, situación extraña por el tipo de relación oculta que llevaban. 3) Que ante la negativa de acompañarlo Cid a ese viaje, la incita e induce a viajar más. Y 4) Que Cid faltó a su trabajo los días 23 y 24 de noviembre, -días previos al fin de semana en que se halló muerta Nora Dalmasso-, refiriendo luego no haber estado en la ciudad por viajar a Pergamino. Estas circunstancias permiten sospecharse como partes de un entramado previo al hecho, para excluir a la amante de la ciudad, y evitar así sobre ella cualquier sospecha, en la posibilidad de que se descubra la relación entre ambos”.
>> LA IMPUTACIÓN
En este caso, el único imputado es Macarrón, que está acusado de instigar el asesinato de quien fuera su esposa. Lo acusa del delito de “homicidio calificado por el vínculo, por alevosía, y por precio o promesa remuneratoria en concurso ideal”, que contempla prisión perpetua.
Según el requerimiento fiscal de elevación a juicio, en fecha que no se puede establecer con exactitud, presumiblemente unos meses antes del 25 de noviembre de 2006, Marcelo Macarrón “en acuerdo delictivo con personas aún no identificadas por la instrucción, instigó el crimen”.
Para el fiscal Pizarro, el móvil fue económico, porque Dalmasso y Macarrón atravesaban una crisis conyugal y Nora habría querido divorciarse. En ese marco, el hombre no habría querido dividir los bienes conyugales. Está acusado de contratar un sicario, de facilitarle el acceso a la vivienda y de planear una simulación sexual para justificar el hecho.
>> COBERTURA
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