Las causas justas también tienen destino decíamos en la madrugada del 14 de junio, cuando la Cámara de Diputados todavía debatía sobre el proyecto de legalización del aborto, que finalmente terminaría aprobándose gracias al voto de los diputados del peronismo pampeano. Que tengan destino es importante para las luchas que amplían derechos, son una vitamina para la conciencia. Más allá del voto de rechazo de los senadores, es cuestión de tiempo para que madure la aprobación de la ley.
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El aborto legal, seguro y gratuito renovó la práctica política, porque a la tradición argentina de expresarse en las calles, le agregó la aparición de colectivos horizontales para organizar la expresión y la propuesta de un tema como el aborto que produce muertes a partir de la clandestinidad y la estigmatización, pero cuyo rechazo está enraizado dentro de un núcleo ideológico conservador y patriarcal.
Si se quiere los colectivos son una versión Siglo 21 de las asambleas populares o las puebladas del movimiento piquetero de los ’90 -Plaza Huincul, Cutral-Có, etc.- y también de los movimientos de derechos humanos surgidos durante la dictadura. Eran demandas que buscaban salvar las fuentes de trabajo frente a la ola privatizadora y neoliberal del menemismo, o reclamar juicio y castigo a los culpables del Terrorismo de Estado. El colectivo “verde” expresa una demanda temática de salud (salvar las vidas de las mujeres que abortan clandestinamente), de género y de derechos humanos. Los tres ejemplos son transversales y superadores de las estructuras políticas pre-existentes que -antes y ahora- se mostraron incapaces de resolver y hasta de plantear la problemática.
Hay diferencias. En los ’70, ’80 y ’90, los movimientos de DD.HH lograron enjuiciar a los asesinos de la dictadura y construir una plataforma de derechos que enriqueció la democracia argentina. Mientras que en los cortes de ruta se cocinó la oposición dura al ciclo neoliberal. Aquí, la política ha sido sustituida por una demanda focalizada y no cuestionadora del orden político existente -que es el que permite la muerte de mujeres que abortan como pueden-. Por eso, el tema ha dividido “suavemente” a los partidos políticos e instituciones, pero no las ha cuestionado, ni puesto en crisis respecto de sus posicionamiento frente al Estado ni desde el Estado. Parece un debate típico de la modernidad liquida de Zygmunt Bauman, que no contempla el “pasado”, ni “la historia”. Por eso, un partido conservador como el PRO o un presidente de ese cuño ideológico, o una ex presidenta “populista” como Cristina Fernández, han podido ser parte del debate general pese a haber sostenido otras posiciones en el pasado o representar un esquema de ideas antagónico con lo público y universal, según el caso.
El tema ha dividido “suavemente” a los partidos políticos e instituciones, pero no las ha cuestionado, ni puesto en crisis respecto de sus posicionamiento frente al Estado ni desde el Estado.
En ese contexto, las redes sociales fueron usadas de modo natural como espacio de disputa, donde prevaleció la ola verde frente a los celestes, pero no debería confundirse la herramienta -las redes- con el fondo -la demanda y la política-. De lo contrario, es probable que la segunda oportunidad que este tema tenga en la agenda política, no pueda coronarse con éxito. Una demostración en ese sentido, es que la “militancia” católica y evangelista alrededor de la consigna de “defender las dos vidas” logró empardar los bloques sociales apelando a ganar la calle, a debatir en iglesias y escuelas, y a recorrer los barrios con un eje político acorde a su pensamiento y capaz de interpelar a la franja que había quedado en “el medio”.
Dicho de otro modo, el concepto de que el aborto es una cuestión de salud pública facilitó la conversión de parte del sistema político más temeroso, fue una especie de “discurso políticamente correcto”, lo que permitió la media sanción de diputados, pero fue incapaz de lograr el mismo resultado en el Senado. Hay que aclarar que se trata de un argumento cierto y dramático, pero esencialmente pragmático. En cambio, los movimientos pro-vida pudieron definir una consigna política “superadora” de su discurso histórico, que es el que fue pasado por encima en los primeros meses del debate social. Una vez que “las dos vidas” entraron “a la cancha” pudieron recortar en tres meses la distancia en favor del aborto que había en la opinión pública. ¿Qué quiere decir esto? Que definió la ideología y la política, y no el pragmatismo de un argumento a-crítico o parcialmente cuestionador del sistema político y sus prácticas desde el Estado.
La ola verde mostró que es posible oradar el sistema de ideas conservadoras. Desde una demanda puntual se puso en debate al menos a parte del entramado ideológico que sostiene el patriarcado y trajo la desigualdad de género en todas las actividades de la sociedad al centro de las miradas.
La ola verde mostró que es posible oradar el sistema de ideas conservadoras. Desde una demanda puntual se puso en debate al menos a parte del entramado ideológico que sostiene el patriarcado y trajo la desigualdad de género en todas las actividades de la sociedad al centro de las miradas. Es probable que, como efecto, se desarrolle ahora una agenda de género más precisa y transformadora que la vista hasta el presente.
Pero no habría que perder de vista que el patriarcado y la desigualdad de género están sostenidas por el sistema social, político, económico e ideológico -en el orden que se quiera poner-. El aborto, “el techo de cristal” en las organizaciones -estatales, empresarias, sindicales, sociales, etc.-, la educación sexual integral, el acceso al mercado de trabajo, o la eliminación de los abusos (sexuales, de trato, laborales, etc.), por citar algunos temas convergentes, dependen de la conversión de la ola verde en algo superior a un colectivo temático. O acaso, sin salud pública universal, de calidad, y gratuita alguien cree que la ley de Interrupción de Voluntaria del Embarazo podría llevarse adelante razonablemente (Para ello recomiendo leer la siguiente nota publicada en UNCIENCIA: Solo tres médicas de la Maternidad Nacional garantizan en Córdoba la interrupción legal del embarazo).
O acaso, sin salud pública universal, de calidad, y gratuita alguien cree que la ley de Interrupción de Voluntaria del Embarazo podría llevarse adelante razonablemente.
Sin embargo, la ola verde es mucho más que aborto, aunque haya nacido para ello. Es una rebelión no violenta contra el sistema conservador y preanuncia la aparición de demandas de cambio social real que pondrán en tensión a la política, la sociedad y la economía. Índica la presencia de un sujeto social disconforme -en general- con lo injusto, en desarrollo y dispuesto a actuar más allá de la existencia o no de canales políticos u organizacionales pre-existentes. El laboratorio verde deja enseñanzas que van muchísimo más allá del voto fosilizado del Senado de la Nación y también adelanta que la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo serán sancionada más temprano que tarde.
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