Un sábado, el peronista cordobés Juan Schiaretti decidió tirar a la basura 479 días de discurso contemporizador y trazó una fina línea divisoria con el gobierno nacional y su gobernadora estrella, María Eugenia Vidal. Lo hizo en el tradicional almuerzo mensual de Fundación Mediterránea.
Ver Schiaretti en la Fundación Mediterránea.
No es casual, sucede después del 1A, que como una aspiradora se tragó todo el escenario anterior y ahora dibuja uno nuevo. El macrismo expresó desde el centro hacia la periferia (más cantidad en Buenos Aires, menos en las ciudades del interior), una representación social importante, fuerte, convencida, pero limitada: en las marchas se vio al núcleo de su electorado clásico, que son las clases medias urbanas y el ABC1. No había trabajadores ni los pobres que mide el INDEC. Facebook se chocó con la realidad del choripán. Y en esta oportunidad no le fue muy bien.
El PJ tomó nota de esta modificación de escenario en todo el país y también en Córdoba, por más que no esté encolumnado detrás de la sigla oficial nacional. En octubre se juega una elección trascendente. Se sabe, que el ex gobernador José Manuel De la Sota aspira a ganar aquí para volverse un actor protagónico después de octubre, tanto en el peronismo, como en el escenario electoral nacional. Y en particular porque su rival de espacio, Sergio Massa, incluso si juega, podría no vencer en provincia de Buenos Aires. Allí todos los peronistas K y sus aliados, juran y perjuran que la jefa del movimiento, Cristina Fernández de Kirchner, dará pelea. Si eso sucede, en Buenos Aires se producirá una puja electoral épica entre dos modos de ver el país. Ahí es donde se ancla la idea de Durán Barba, que prepara a su bloque político-social para esa posible confrontación.
Para el presidente, que triunfó con amplitud en territorio cordobés en 2015, si es por las encuestas actuales, perdería en 2017. Aquí fue dónde acumuló buena parte de su diferencia electoral para vencer a Daniel Scioli, en lo que fue la rebelión organizada de la Pampa Sojera contra el modelo industrial. Pero también los sondeos lo ponen perdedor en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe e incluso la Ciudad de Buenos Aires, donde su delfín, Horacio Rodríguez Larreta, podría perder en su propio territorio frente a “la esperanza blanca-radical” Martín Lousteau, con el ex-embajador que ya decidió volver desde Washington a la capital argentina. Sólo se quedaría con Mendoza, entre las cinco provincias que definen la tajada principal de la política y la economía argentina. Obvio, que todo está por verse.
No se puede leer el discurso de Schiaretti en la Fundación Mediterránea de ayer al mediodía, ni su regreso a las apuradas desde Europa para hacer frente a la crisis ambiental con la planta de Taym por una lluvia de 140 milímetros, sin ese contexto. Todavía nadie sabe si el desborde de las lagunas de lixiviado y la fosa abierta no produjeron otros daños. El gobierno dio a conocer los análisis del agua en una medida de transparencia inédita, pero aún no se conocen otros informes sobre el estado del suelo o de las frutas y verduras que producen las chacras del sur de la ciudad. Amenazó con hacerle caer todo el peso de la ley a Taym, que es propiedad del Grupo Roggio, uno de los factores de poder argentinos, sin embargo, todavía nada se tradujo en medidas concretas. Dicho de otro modo, el peronismo se prepara para enfrentar un comicio que será dramático, porque es una final a un solo partido, el que gana, como en la Champions League, es campeón y se queda con todo.
El primer problema, es que si Macri pierde en las provincias grandes del país, efectivamente, dejará de ser la opción para liderar el cambio de modelo económico y la gobernabilidad de los dos años que le restan serán todo un arte. De ahí que buscará aglutinar a su gente, disputar cada espacio para ganar o, en el peor de los casos, perder por la menor diferencia posible. Eso le daría algo más de tiempo para fugar hacia adelante.
El segundo problema es que si De la Sota perdiera en Córdoba podría acabar su extensa carrera política, algo que, por supuesto, no quiere ni imaginarse.
Esta vez, y aunque Cristina juegue en Buenos Aires, los intereses del PJ local y el presidente no tienen posibilidades de encontrarse. Están sentados a mesas diferentes.
Con ese panorama, Durán Barba decidió apostar todo por Facebook. Habrá que ver si puede vencer al viejo, conocido y oloroso choripán.
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