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Análisis

El ajuste llegó para quedarse y hace foco en el sector productivo del Estado nacional

El presidente Mauricio Macri ayer, durante el anuncio del ajuste en los ministerios. Foto: Presidencia de la Nación.

El presidente Mauricio Macri ayer, durante el anuncio del ajuste en los ministerios. Foto: Presidencia de la Nación.

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Los planes de ajuste y redimensionamiento en las empresas del Estado que lleva adelante el gobierno de Mauricio Macri, muestran con claridad que se trata de un proceso de restauración neoliberal. Los despidos y el achique de la Fábrica Argentina de Aviones (FADEA) se encuentran en ese contexto. Se le suma el cierre de la Fábrica Militar de Azul que producía pólvora y explosivos y las cesantías en las plantas fabriles de Fabricaciones Militares en Villa María (pólvora y explosivos) y Río Tercero (proyectiles, armamento e industria ferroviaria). No son ajenos a esta política los despidos realizados en la lejana Río Turbio (270), donde se encuentra la única mina de carbón del país; la venta de las centrales eléctricas de ENARSA con de 847 MW o un 3,7% de la potencia instalada térmica total (a diciembre de 2017) en Ensenada y Brigadier López, en Rosario; y la venta del 25% de ENARSA en Citelec, la sociedad controlante de Transener -la transportadora de energía eléctrica-.

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Antes, había sido el achicamiento del proyecto ARSAT, que por ahora busca re-definir su modelo de negocios antes de construir y lanzar el ARSAT-3, pero cuyo eje general pasó de controlar todo el proceso desde la fabricación, hasta el lanzamiento, la gestión y el uso de frecuencias, a una sociedad con la estadounidense Hughes, que controla el 51% de la nueva emprsa Newco. El convenio terminó con el plan satelital geoestacionario argentino y resigna el desarrollo de la banda Ka, que permite brindar Internet de banda ancha a usuarios finales, a manos de Newco.

La tarea de Mauricio Macri es más simple que la de Carlos Menem en los ’90, dado que el tamaño de la intervención estatal en la década kirchnerista no fue ni por asomo la que el país traía como consecuencia de la industrialización sustitutiva de importaciones que tuvo su apogeo, con el interregno de los golpes militares y el gobierno de Arturo Frondizi, entre 1944 y 1976.

La tarea de Mauricio Macri es más simple que la de Carlos Menem en los ’90, dado que el tamaño de la intervención estatal en la década kirchnerista no fue ni por asomo la que el país traía como consecuencia de la industrialización sustitutiva de importaciones que tuvo su apogeo, con el interregno de los golpes militares y el gobierno de Arturo Frondizi, entre 1944 y 1976. Menem financió la Convertibilidad por vía de la enajenación de ENTEL, YPF, Aerolineas, Agua y Sanidad, los ferrocarriles, la industria siderúrgica, el Correo, el sector eléctrico, y Fabricaciones Militares, entre otros sectores. Sin duda el presidente tendrá mucho menos trabajo en ese sentido: el nivel de la intervención estatal en la economía es inferior al de aquellos tiempos, y salvo Aerolineas-Austral que ejercen un cuasi-monopolio de los cielos (ahora en proceso de apertura por medio de las low cost), el sector nuclear, Yacimientos Carboniferos, Fabricaciones Militares y FADEA, no hay espacios productivos controlados por el Estado con esos alcances. La petrolera YPF es una de las empresas más grandes del país, pero sólo el 51% se encuentra en manos del Estado y su política no es de monopolio estatal.

En FADEA, una fábrica cuya razón de ser es la producción para la defensa, el plan de negocios que se conoce hasta el momento, es de prestación de servicios de mantenimiento de aviones militares y civiles.

En FADEA, una fábrica cuya razón de ser es la producción para la defensa, el plan de negocios que se conoce hasta el momento, es de prestación de servicios de mantenimiento de aviones militares y civiles. Pese a los anuncios, el IA-100 -un biplaza de entrenamiento básico-, el IA-74 -mellizo del IA-100, pero con menos equipamiento, motor con potencia reducida y destinado a entrenamiento civil-, y el IA-63 Pampa III, con más armamento y nueva aviónica respecto de la versión original, parecen volar rumbo a un limbo. Sin plan productivo -no sólo desde 2015, sino desde la concesión menemista a Lockheed Martins a mediados de los ’90-, Argentina dará un nuevo paso para alejarse aún más del circuito de países con industria aeronáutica propia (aunque ya quedé demasiado poco), un territorio de desarrollo tecnológico estratégico y promotor de polos industriales y de servicios de provisión de calidad y altos salarios.

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