La pandemia declarada por la OMS el 11 de marzo de 2020, pone al descubierto la fragilidad del sistema económico y lo insostenible del hegemonismo del aparato cultural neoliberal montado durante al menos las últimas tres décadas.
La hiperconectividad mundial hizo que el COVID-19 se expandiera rápidamente y con ello la crisis económica, que logró que la globalización y apertura de fronteras que los promotores del libre mercado impulsaron sistemáticamente, tuvieran que debatirse entre cerrarse, suspender vuelos, instrumentar visados y una serie de dispositivos contrarios a la apertura promulgada durante años, o minimizar la pandemia. Las consecuencias están a la vista, se pronostica una crisis económica de dimensiones similares a la de 1929 y quienes no optaron por el aislamiento de su población, tristemente cuentan a sus contagiados y muertos de a miles.
En nuestro país, el gobierno tomó la centralidad ante la amenaza e instrumento una serie de medidas con el objetivo de reducir el número de contagios y así evitar el colapso del sistema de salud. Se busca ganar tiempo para adecuar el sistema y poder atender a la población. El desprestigiado sistema, maltratado y desfinanciado por gobiernos neoliberales (como el que terminó el pasado 10 de diciembre, hace solo cuatro meses) está respondiendo con sus mecanismos estructurales y administrativos heredados de tiempos donde las políticas públicas en salud tenían más valor que el mercado.
En el plano económico los anuncios buscan proteger a los sectores más vulnerables, aquellos de la economía informal y de más bajos ingresos. Fue en este contexto que el presidente afirmó que quienes más ganan, deberán hacer un esfuerzo y ganar menos; en clara alusión a la presión que los principales industriales y los medios de comunicación que responden a sus intereses realizaron para que se levante la cuarentena el 31 de marzo.
En respuesta, la empresa Techint anunció el despido de 1450 trabajadores, y el presidente Fernández advirtió que sería inflexible con quienes pueden soportar la crisis ganando menos y no lo hagan. A la par, el gobierno dispuso la conciliación obligatoria, lo que retrotrajo los despidos.
Parece que en Argentina ésta será el principal virus a vencer, el virus que pone más importancia en el mercado que en la salud pública, el virus que valora más los intereses de una de las personas más ricas del planeta (en 2017 la revista Forbes ubico a Paolo Rocca entre los 500 más ricos del planeta) como representante de otros semejantes y de la clase media que sin tener más riqueza que su fuerza de trabajo anhela reflejarse en las clases altas, frente a la mayoría de la clase media trabajadora y de la economía informal.
El CEO de Techint contaba en el año 2017 con una fortuna personal semejante al Producto Bruto Interno de países como el exclusivo Principado de Mónaco, Kosovo o Somalia; y casi duplicaba a Guyana y Surinam en Sudamérica o Sierra Leona en África. Dejando rezagados a más de 40 naciones del planeta.
El COVID19 producirá un cambio del orden mundial y debería hacerlo también en Argentina. El interrogante que el acontecimiento del Coronavirus nos hace: ¿Es posible que haya super millonarios más ricos que países y que, en el afán de sus ganancias, destruyen ecosistemas, contaminen territorios con sus pobladores, desguacen el Estado con gobiernos que anuncian revoluciones (Libertadora, Productiva, de la Alegría) y horrorosas “reorganizaciones”? La respuesta es ética y es política.
La política, esa palabra y práctica despreciada, pero que todes ejercemos (incluso los que se dicen antipolíticos/as) no es nada más y nada menos que priorizar el bienestar de las mayorías sobre los intereses particulares. Y el ente que puede ejecutar las acciones es el Estado, esa compleja estructura administrativa que sostenemos y construimos como sociedad; y que los neoliberales, promotores de la mano invisible del mercado, han querido matar y desaparecer, pero que ante la crisis y el riesgo de perder posiciones le reclaman (sin pudor) ser subsidiados y asistidos de mayor manera (rescatados le llaman). Muchos de ellos, son los que cuestionaban una Asignación Universal por Hijo para que madres y padres desempleados den de comer a sus hijes.
La consigna #yomequedoencasa para cuidarte y cuidarme, es la primera acción política de una cadena que deberemos realizar como sociedad. O acaso, ¿no sería justo que quienes mejor estén pongan más para los que más riesgo corren? Cómo dijo el presidente “…la economía se recuperará, pero la vida no…”, entonces ¿primero debe estar la vida, la salud pública o el capital acumulado por unos pocos? ¿Quiénes deben hacer los sacrificios?
Llego la hora, el planeta y la sociedad mundial no soportan más la explotación obscena. El ecosistema planetario respira mientras la actividad económica se reduce, la cuarentena nos posibilita descansar, reflexionar y proteger a nuestros seres queridos sin delegar mercantilmente su cuidado. Los Estados están asumiendo su centralidad en la toma de decisiones públicas obligados a ser profesionales y eficientes, en tanto que la economía se recuperará cuando todo pase, pero con otras reglas.
El ministro de Salud de la Nación, Ramón Carrillo (1949-1954), dijo alguna vez: “…Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas.”
El COVID-19 es un virus invisible a simple vista, que puede matarnos; la pandemia es el neoliberalismo (que escondido bajo la “mano invisible del mercado”, pero con rostros, nombres y dueños) lleva cifras superiores y no contabilizadas de vidas humanas, animales y eco sistémicas. Estamos ante la disyuntiva: ¿Seguiremos negando la necesidad del Estado y la política para atender el bienestar de las mayorías? o ¿continuaremos rendidos al “Dios mercado”?
Yo ya tomé posición ¿y vos?
* Darío Gómez Pucheta es Dr. en Administración y Políticas Públicas.
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