Las fotos del presidente Alberto Fernández festejando el cumpleaños de su pareja Fabiola Yáñez durante el momento más duro de la cuarentena para prevenir los contagios de coronavirus, el año pasado, estarán presentes en toda la campaña electoral.
Más allá de cualquier esfuerzo del gobierno por dejar atrás este escándalo, tanto en las PASO como las elecciones generales, aparecerá una y otra vez. Será peor, si como se dice en los pasillos del poder, hay más fotos como esta. Es normal que la oposición trate de potenciar los efectos de este episodio. Y también es normal que el oficialismo trate de minimizar sus alcances.
Cuánto valor tendrá en términos electorales, al final de la película, dependerá de lo que suceda con el curso del gobierno, del conjunto de sus políticas, y de cómo siga manejando esta mini-crisis. Si el oficialismo continúa con los errores y desprolijidades políticas que cometió hasta ahora, es probable que esta fiesta clandestina alcance proporciones fantásticas.
Pero independientemente de lo que ocurra en los próximos días y semanas, la foto del cumpleaños en Olivos ya tiene un efecto: El presidente como actor autónomo del proceso político ha quedado magullado. Es el responsable directo de lo que ocurrió allí y no es sólo un error, sino un delito, por más que no sea un delito grave. Por lo tanto, necesitará para defender su posición, de la protección del frente peronista y de la principal socia del espacio, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. También, porque este episodio lima su investidura, le quita capital político, le resta confiabilidad.
Lo que hace estallar la foto del cumpleaños, es la burbuja de Olivos. La ilusión de Fernández de que se puede ser “jefe” político sin votos propios, a fuerza de manejar el aparato de gobierno. También al gabinete, un lugar con pocas opciones de voces alternativas a la del presidente.
Fernández imaginó que las PASO y las elecciones generales podían convertirlo, en caso de vencer, en el principal favorecido dentro del frente de gobierno. Por eso, apostó a ubicar dirigentes cercanos en los principales lugares de las listas oficialistas.
Da la impresión que el presidente y un sector del oficialismo, al menos, no interpretan adecuadamente el contexto. Tanto en Argentina como en el resto de los países de la región, las fuerzas de centroderecha tratan de eliminar toda aparición o desarrollo populista, no con la idea de la alternancia democrática, sino con el concepto de la eliminación como opción electoral y política. Sucedió en Bolivia, ocurrió en su momento en Paraguay, pasó en Brasil y se intentó en Argentina.
La crisis económica generada por las políticas neoliberales del gobierno de Mauricio Macri impidió que se consolidara ese proceso, abriendo la posibilidad del regreso de una coalición populista, algo que pudo ocurrir a partir de la estrategia de unidad, sobre todo, de las distintas fracciones peronistas. Sin embargo, en estos dos años, pandemia aparte, el bloque de centro derecha ha sido capaz de vetar las principales líneas de política y economía del gobierno. Es decir, no ha permitido que pueda alterar la estructura económica –por ejemplo, en el mercado exterior con Vicentin, o en el sector industrial, en los espacios de mayor concentración, como en el complejo alimentario-. A su vez, el FMI, como “gerente” del capital financiero internacional, no va a liberar con facilidad al país de los condicionantes que le produce el endeudamiento externo disparado por Macri. Las fotos del cumpleaños de Fabiola operan dentro de ese escenario.
El gobierno (y sobre todo el presidente) no debería perder de vista que está en juego un partido de mayores dimensiones que el de la burbuja de Olivos. Ni la crisis sanitaria, ni la crisis económica se han disipado. Tampoco las políticas de contención social son definitorias dada la magnitud de la doble crisis. Si bien, nada menos y nada más, evitan un estallido social, no tienen dimensión suficiente para “encantar” a las clases medias y a una parte importante de los trabajadores. En ese marco de carencias y debilidades, los detalles son cada vez más relevantes, tanto en términos políticos como electorales.
Mientras que en el otro universo político, Horacio Rodríguez Larreta intenta coronar un cambio de liderazgo en estas elecciones, esto es, sustituir a Mauricio Macri, responsable del fracaso del último ciclo neoliberal. Mini-crisis como la de Olivos facilitan que el debate político circule por carriles banales y no de profundidad. Rodríguez Larreta no ha mostrado la totalidad de sus cartas hasta el momento, no se sabe qué tipo de proyecto se plantea encabezar. En principio, no se vislumbra que represente intereses diferentes a los de Macri, tanto por sus aliados, tanto por sus prácticas. Su discurso político intenta mostrarlo como un líder conciliador, centrista, más que de derecha o conservador. Pero nada dice sobre su pensamiento económico.
La otra ala, la que conducen José Luis Espert y Javier Milei, no parece tener volumen político suficiente, pero sí un discurso económico radicalizado. Este sector amaga con quedarse con una parte del electorado de derecha que representa el Pro y a una parte de los votantes más jóvenes, sin representación anterior, en la República Bonaerense-Porteña (Buenos Aires y CABA).
Son imágenes que muestran que en lugar de dirigirse a puntos de encuentro, la derecha y el centro asociado a ella, van en busca de mayores niveles de confrontación, necesarios para evitar la consolidación de políticas de desarrollo económico, de distribución y de disminución de las enormes desigualdades.
Con este marco, en Córdoba, las fotos de cumpleaños en Olivos favorecen a la consolidación del discurso electoral de Juntos por el Cambio en el electorado blando –el que no pertenece a los núcleos duros de ninguno de los dos bloques en pugna-. También le otorga oportunidades a la lista del gobernador Juan Schiaretti en la medida que se sume a tratar de representar a la oposición al gobierno nacional. De lo contrario, la polarización lo dejará sin demasiado espacio para instrumentar su concepto de defensa de Córdoba. La discusión ha migrado al territorio de lo simbólico, de si hechos como el de Olivos son un botón de muestra de otros abusos o no. Para los candidatos del oficialismo nacional será una especie de mochila, aún más pesada que la anterior. Dejó de ser una disputa por el eje Córdoba –de qué PJ está más a favor de Córdoba- para convertirse en una pelea por el rumbo del país. Habrá que ver si los candidatos elegidos pueden readaptarse al nuevo desafío, tanto en discurso como en representación y si aparecen indicadores económicos favorables, sobre todo de reducción de los índices inflacionarios.
—
>> Si estás de acuerdo con el periodismo crítico y comprometido, te invitamos a asociarte a ENREDACCIÓN, el sitio de noticias con información de Córdoba: INGRESÁ AQUÍ.
>> También podés comprar libros, información y cultura en La Tienda de ENREDACCIÓN.
>> ©Enredacción. Está prohibida la reproducción de este artículo.