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El tenebroso camino de Carmona: Desde la condena original hasta sus inexplicables salidas transitorias

Imagen actual de Roberto Carmona.

Tristemente célebre por su prontuario delictivo, por su sadismo, por su violencia y por su incapacidad de vivir en sociedad, ni siquiera dentro de una cárcel, hoy nadie termina de entender cómo un juez del Chaco accedió a concederle salidas transitorias, desafiando la propia ley. Cómo fue el camino intracarcelario de Carmona, el peligroso asesino que a 37 años de su primer crimen no tuvo reparos para cargarse su cuarta víctima.

Todavía Diego Maradona no había levantado la copa en el Estado Azteca y este asesino ya estaba preso. Ya para esa época era merecedor del título de “el delincuente más peligroso de Córdoba”.

Era enero de 1986. Las portadas de los diarios, los boletines radiales y los noticieros televisivos contaban del secuestro de una chica de 16 años. La historia de Gabriela Ceppi no terminaría bien. Abusada, ejecutada salvajemente con una escopeta y abandonada en un descampado.

Pocos días después caería su asesino, Roberto Carmona. Bajo tortura, obviamente, confesó el lugar donde había abandonado el cuerpo.

Un año más tarde, Carmona escucharía su primera condena a reclusión perpetua. Tenía 25 años, llevaba uno preso. No era su primera condena. No sería su primera víctima.

SIN PODER VIVIR EN SOCIEDAD

Desde entonces, nunca más dejaría de estar preso. Porque su paso por las cárceles fue igual de terrorífico, sumando dos nuevas víctimas fatales, presos que asesinó en medio de disputas internas. Y además un ataque a traición a otro interno, al que le desfiguró el rostro mientras dormía, echándole azúcar fundida.

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Estaba claro que Roberto Carmona no podía vivir en sociedad. Ni siquiera en ese engendro de sociedad que puede constituir un pabellón carcelario.

Por eso en la vieja Penitenciaría de San Martín le habían asignado una solitaria celda, donde pasaba sus días como un perro rabioso, sin el menor contacto con el resto de los internos. Sólo hablaba con los penitenciarios.

Se trataba de una celda ubicada antes del Primer Centro, al fondo de una especie de patio largo que separaba las dependencias administrativas del área propiamente penal. Ahí, contra el muro del Primer Centro, habían construido esta celda especialmente para Carmona, con su habitación y baño, y una pequeña superficie donde podía cocinarse. Todo detrás de una reja a 90 grados, que la hacía verse como una especie de jaula.

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Cuando le daban “patio”, podía salir a ese pequeño sector, cuyo límite, separado por otra reja, daba al pasillo central por el que se accedía al resto de los pabellones y por donde también pasaba necesariamente la visita.

Hacia esa celda corrió desesperado un alto jefe penitenciario en el mediodía del 10 de febrero de 2005, cuando estallaba el motín más sangriento de la historia carcelaria cordobesa.

“Vaya y sáquelo a Carmona”. Más o menos en esos términos fue la orden que el entonces jefe de Seguridad del penal, Mario Salas, le dio a uno de sus subordinados. Nunca se explicaría semejante preocupación en medio del desmadre, por salvar antes que a nadie más a Carmona.

Carmona en distintos momentos de su vida.

Según reseñáramos en el libro Rebelión, la investigación periodística que contó los pormenores de aquel sangriento episodio, el destinatario de la orden se resistió a cumplirla, al ver que quedaban varios de sus propios compañeros bajo peligro extremo. “Furioso por el desplante, el propio Salas en persona cruzó el patio hasta la celda de Carmona y lo puso a salvo de una segura muerte, sacándolo hacia el callejón lateral del Penal al que llegó tras saltar la tapia. Salas había optado por salvar al asesino de Gabriela Ceppi y beneficiario de extraños privilegios, dejando en contrapartida en la línea de fuego a sus subordinados”, relataban las páginas de Rebelión.

NO SE EXPLICA

Tiempo después, Carmona terminaría siendo requerido por la Justicia de Chaco. Ya lo habían juzgado y condenado por un homicidio intracarcelario cometido en esa provincia el 21 de julio de 1997, durante un paso por los pabellones de aquella provincia. Pero sólo pudo ser trasladado hacia ese distrito cuando se terminaron de computar los 25 años de cumplimiento material de su condena por el homicidio de Gabriela Ceppi. Se suponía que ya no tenía “deudas” con la Justicia de Córdoba, pero le restaba cumplir los 20 años de esa otra condena.

Tal como marca el procedimiento, la Justicia de Chaco terminó unificándole la nueva pena con la perpetua aún vigente. El resultado, obviamente fue otra reclusión perpetua.

El juez chaqueño, Juan José Cima. Fue el que otorgó las salidas transitorias a Carmona.

El mismo juez que le firmó esa unificación, puso tres años más tarde su firma en dos resoluciones que terminarían desencadenando una nueva tragedia. El 21 de mayo de 2014, y luego el 25 de agosto de 2015, el juez de Ejecución N°2 de Chaco, Juan José Cima, le otorgó al múltiple asesino Roberto Carmona, el beneficio de salidas transitorias “por el término de nueve horas diarias, durante tres días, cada cuatro meses, bajo custodia penitenciaria no uniformada, en el domicilio de su esposa”, en la ciudad de Córdoba.

Nadie se explica a esta altura cómo fue que Carmona obtuvo ese beneficio previsto por la ley 24.660 y sus modificatorias. Mucho menos después del raid de delitos y muerte que protagonizó este martes, aprovechando la distracción de sus custodios mientras Argentina goleaba a Croacia y se clasificaba a la final de la Copa del Mundo en Qatar.

QUÉ SON LAS SALIDAS TRANSITORIAS

Antes de sumarnos a la caza de brujas que implicó el trágico desenlace de la fuga de Carmona, que acabó con la vida del taxista Javier Bocalón (44), conviene intentar entender qué son las salidas transitorias.

En términos sencillos, se trata de un pilar clave de lo que se considera la progresividad en el cumplimiento de una pena. La intención de la ley 24.660, que rige la ejecución de las penas, es llevar “progresivamente” a un condenado, para que, de a poco, pueda aprender a vivir en sociedad y cumplir la ley.

En ese marco, las salidas transitorias son un beneficio (no un derecho) que se otorga a los internos que arriban a la última etapa de sus condenas, el llamado “período de prueba”, al que se llega por el paso del tiempo y el cumplimiento de determinados objetivos.

Pero la ley es clara: para acceder a las salidas transitorias “deberá merituarse la conducta y el concepto durante todo el período de condena, debiendo ser durante al menos las dos terceras partes de la condena, como mínimo BUENA” (art. 17).

Otro de los requisitos es “contar con informe favorable del director del establecimiento, del organismo técnico-criminológico y del Consejo Correccional del establecimiento, respecto de su evolución” (art. 18).

Todos esos informes, que deberán contar con los “antecedentes de conducta, concepto y dictámenes criminológicos desde el comienzo de la ejecución de la pena”, son presentados ante el juez de ejecución, quien es el encargado de evaluarlos y decidir si concede o no ese beneficio (art. 19).

LA FALLA ORIGINAL

Lo cierto es que para el propio juez Cima, ya jubilado, aún con un crimen aberrante, con dos muertes dentro de los penales, con lesiones gravísimas a otro interno, y con un presidiario incapaz de convivir con sus propios compañeros de pabellón, no pareció haber objeción alguna para permitir que Roberto Carmona disfrute de esas salidas transitorias.

Nueve horas, tres días seguidos, cada cuatro meses, a 886 kilómetros de distancia. Movilizando un convoy del Servicio Penitenciario de Chaco, con seis uniformados y un móvil. Sólo para Carmona, quien en sus 60 años ya ha recibido cinco sentencias de la Justicia.

No hay que confundirse: la ley no se equivoca. Nada más beneficioso que una progresividad en la ejecución de las penas bien implementada. Nada más estratégico que lograr reintroducir progresivamente a las personas que han delinquido, para que vuelvan a insertarse en la sociedad. Nada más apropiado que disponer de los recursos del Estado para acompañar esos procesos. Todo, sin dudas, está llamado a influir positivamente, no sólo en la “reinserción” de esos condenados, sino en la sociedad en general.

Roberto Carmona llega detenido a la central de Policía. (Foto: Policía de Córdoba).

Pero cuando las normas se tensan. Cuando la letra de las leyes es forzada. Cuando se omiten realidades palmarias para dejar pasar otras, es ahí cuando suceden estas tragedias.

Por disposición del fiscal Horacio Vázquez, quien quedó a cargo de la investigación de la insólita fuga y de la muerte del taxista, han quedado detenidos los seis penitenciarios chaqueños que estaban a cargo de la custodia. Ellos son el chofer Jorge Sánchez, los custodios Liber Salina, Walter Gómez y Juan Penayo, el enfermero David Bravo, y el adjutor principal que estuvo a cargo del operativo, Leandro Omar González.

Más allá de estas responsabilidades, quizás convendría investigar la “falla” original que desencadenó esta tragedia y al juez ya jubilado Juan José Cima, responsable por haberle puesto la firma a la locura de permitir que un hombre incapacitado de vivir en sociedad, viaje cada cuatro meses a Córdoba, como si fuera un preso ejemplar.

🟠COBERTURA

VER Detienen a seis penitenciarios chaqueños por la fuga de Carmona.

VER Fuga de Carmona: La Justicia chaqueña dice que avisó y la Policía asegura que no sabía nada.

VER Fuga de Carmona: La UCR pidió la renuncia del jefe del Servicio Penitenciario.

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