Una paradoja del destino: mientras José Manuel De la Sota estuvo vivo, aunque fuera el creador de la idea del cordobesismo, el PJ tuvo siempre una puerta abierta al peronismo nacional. Con Juan Schiaretti solo, se acabó esa dualidad y abrazó decididamente a uno de los polos de esa aparente contradicción. El PJ de Córdoba va a la elección nacional como el Movimiento Popular Neuquino o el Frente de la Concordia en Misiones, un extraño experimento en el que confluyen peronistas y radicales, sin candidato a presidente.
Schiaretti fue testigo directo de aquella frase en el furor de la victoria que De la Sota lanzó en 2011 apenas triunfo, frente al bunker que en esa época todavía no se había mudado a ningún hotel y se encontraba en el edificio de una vieja concesionaria sobre la avenida General Paz. Aquel día de victoria, el “Gallego” le dio nombre a su estrategia de pivotear sobre el caudal cordobés, tanto poblacional como político, en el escenario nacional. La bautizó como cordobesismo. Pero los menos de 7 puntos que sacó la lista de legisladores nacionales una semana después en las PASO terminaron por sepultar la criatura, el peronismo bajó la lista, negoció con el kirchnerismo, subió dos intendentes peronistas a la boleta (Fabián Francioni y Nora Bedano) y lo que parecía un desastre político, terminó maquillado.
Ahora, la movida de el “Gringo” tiene otra construcción. Explícitamente se separó del PJ nacional, intentó construir una tercera vía que restara votos primero a Cristina Fernández de Kirchner, luego al frente peronista, y a la par le diera nacimiento a un peronismo que llamó “Republicano y Federal”, inclinado orgánicamente al neoliberalismo. Su apuesta se desarmó luego del comicio provincial del 12 de mayo donde arrasó con el 57 por ciento a un dividido Cambiemos por obra y gracia del presidente. Contó también con la inestimable e inexplicable ayuda extra del kirchnerismo, que bajó su lista provincial, permitiéndole quedar inscripto en la historia como el gobernador más votado. Será difícil, en una provincia con la complejidad estructural y sociodemográfica de Córdoba, que alguien alcance esas cifras por mucho tiempo.
En un Congreso provincial donde exhibió su poderío, no faltó nadie: ni intendentes, ni delasotistas, ni sindicalistas del PJ, ni legisladores. Nadie. Todo el mundo salió del hotel Quórum alineado detrás de la llamada “lista corta”.
Tuvo definiciones contundentes: “la gente debe elegir al candidato a presidente que quiera, pero optar por diputados que defiendan Córdoba”.
Dijo también que “vamos con lista corta, vamos con la lista de Córdoba. El pueblo de Córdoba que quiere seguir progresando, que no quiere la grieta nos va a acompañar eligiendo nuestros diputados”, dijo.
Apuntó que “nadie va a tener mayoría en el próximo Congreso. Por lo tanto, para defender a Córdoba se precisan diputados nacionales que respondan a Córdoba”.
Y disparó que “para nosotros primero está Córdoba por sobre todas las cosas. Con el peronismo cordobés no hay disciplina partidaria que valga: para nosotros primero Córdoba, segundo Córdoba y tercero Córdoba”.
El ministro de Gobierno, Juan Carlos Massei, definió el contorno ideológico de este PJ Córdoba: “Somos un peronismo que quiere un Estado que no sea una carga para el sector privado, sino que lo impulse para que genere más trabajo, inversión y producción, pero que sea un Estado fuerte que haga realidad la justicia social, porque no existe el derrame del mercado”.
No es sólo por “cabeza dura” respecto de su relación con Cristina Fernández de Kirchner. Es por convencimiento estratégico. Schiaretti y sus principales jugadores están convencidos que la estrategia que otros han desarrollado con éxito en provincias como Neuquén o Santiago del Estero o las intendencias-provincias del conurbano, se puede aplicar en Córdoba.
Se trata de una decisión más profunda que la “lista corta”. El PJ de Córdoba resolvió alambrar la provincia y negociar con el gobierno nacional de turno. “Nadie va a tener mayoría en el próximo Congreso. Por lo tanto, para defender a Córdoba se precisan diputados nacionales que respondan a Córdoba”, dijo en un momento de su discurso. Esa frase esconde el ADN del territorio donde se produce el intercambio con el exterior del Estado-Provincia: el Congreso. Es lo que hace el gobernador santiagueño Gerardo Zamora o el neuquino, Omar Gutiérrez. Quizá lo de Zamora sea extremo, ya que su poder es tal que hasta conforma su propia oposición tierra adentro, pero al salir del espacio santiagueño se convierten en legisladores oficialista.
Dentro del contexto de fragmentación política existente, donde los partidos políticos son extremadamente débiles, la estrategia de federalizar la república es pragmática 100 por ciento. En las federaciones, los votos de los integrantes más numerosos se cotizan más alto que el de aquellos que poseen menor cantidad de votantes. Ese es el objetivo.
Como toda estrategia de este tipo, el que pierde es el conjunto (aquí el país), porque la negociación de las partes no persigue un proyecto totalizador, sino que es flexible para encajar con las corrientes hegemónicas de cada ciclo. Son períodos de decadencia.
Habrá que ver si Schiaretti es suficiente para vencer a los bloques políticos nacionales que se van a jugar los dos sentidos políticos y económicos a los que hoy puede aspirar la República en esta elección nacional: el del Frente de Todos y el de Juntos por el Cambio. El de los Fernández y el de Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto. Probablemente le quede, apenas, la posibilidad de conseguir un papel decoroso, esto es lograr renovar los dos diputados nacionales que finalizan sus mandatos. Nada índica por el momento que puede dar una sorpresa mayor.
Por eso, Schiaretti puso en juego antes de asumir su último período el próximo 10 de diciembre, todo su capital político. Nunca antes tuvo tanto, nunca como ahora puede llegar a perder tanto.