Los primeros hombres que la habitaron, ingresaron a sus pabellones en enero de 1895. Los últimos, la abadonaron en abril de 2015, es decir, 120 años más tarde.
Desde esa época, el gigante de barrio San Martín, el edificio que le dio nombre a toda esa barriada, ha permanecido a la espera de su destino final.
El primer gran paso en ese destino acorde para la vieja Penitenciaría se resolverá al mediodía de este viernes, con la apertura de ofertas para la obra de sistematización de los espacios verdes, estacionamientos, rejas y puertas de ingreso.
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Se trata de un proyecto con el que quiere avanzar el gobierno de Schiaretti, en vistas a poder cortar cintas en un sector emblemático y popular de la ciudad, y que le garantizará una importante exposición.
DESDE AFUERA HACIA ADENTRO
En marzo de 2016 había sido presentado el proyecto general para la recuperación y puesta en valor del edificio diseñado por el arquitecto italiano Francesco Tamburini, el mismo que -entre otras obras- diseñó la Casa Rosada. El proyecto integral prevé la demolición de un sector, la conservación de aquellos espacios de mayor representatividad de los horrores vividos en los años de la dictadura, como así también la creación de un sitio de la memoria, un parque urbano y la refuncionalización de otros sectores.
Para viabilizar el proyecto, se lo comenzará a ejecutar desde afuera hacia adentro. Dicho de otro modo: se trabajará primero en las veredas, accesos y dársenas de estacionamiento. Se construirá una plaza de skate y una pista-plaza, y un sendero circundante con bancos, cestos y bebederos.
El proyecto integral prevé la demolición de un sector, la conservación de aquellos espacios de mayor representatividad de los horrores vividos en los años de la dictadura, como así también la creación de un sitio de la memoria, un parque urbano y la refuncionalización de otros sectores.
Y hasta allí llegará la primera etapa, ya que el edificio carcelario propiamente y hasta sus propios patios quedarán dentro de un sector restringido, “hasta tanto se efectúe la recuperación integral del edificio”, según define la memoria descriptiva, sin que se brinden mayores detalles.
No obstante, se realizará un saneamiento en los patios interiores, con limpieza del sector, cegado de pozos y cámaras, movimiento de suelo y colocación de césped.
El muro perimetral será casi todo demolido, aunque se conservarán algunas de las torretas de vigilancia.
RESTAURACIÓN DE LA FACHADA
Si bien el grueso del edificio, que según el proyecto original conservará sólo 8 de sus 16 pabellones, no será intervenido en esta instancia, sí se hará una intervención de restauración en la fachada principal.
Estos trabajos incluirán la demolición de los elementos construidos y ajenos al edificio original; restauración de revoques, molduras y ornamentación; restauración de aberturas de madera y piezas de herrería; y trabajos de restauración de pintura de todos los paramentos verticales.
Y por último, también se trabajará en el portal de ingreso principal, que será ahora el ingreso ingreso peatonal al nuevo parque.
Se incluirá también la iluminación de la fachada principal y las cuatro torretas, con tecnología LED y control de iluminación de color entre portales de ingresos y ventanas.
El presupuesto oficial para esta obra (que como se detalla no incluye la intervención mayor sobre el edificio) asciende a 36,9 millones de pesos. Los factores de mayor incidencia en esta cifra serán la instalación eléctrica ($7,8 millones), los solados ($14,5 millones), la carpintería ($2,25 millones), y el skate plaza ($5,78 millones).
FUE EL PLAN B
El programa de recuperación y puesta en valor del predio de seis hectáreas en el corazón de barrio San Martín, no es en realidad el proyecto original que había planeado el gobierno de Unión por Córdoba.
Todavía es recordado el último discurso de inicio de sesiones legislativas brindado por el entonces gobernador José Manuel de la Sota, cuando el 1º de febrero de 2015 prometió que en 90 días sería demolido el edificio de la vieja cárcel, y que allí se iba a gestar un parque verde.
Las críticas arreciaron, fundamentalmente por la intempestiva decisión del gobernador no contemplaba el valor histórico del edificio, ni su carácter de espacio de la memoria, al haberse sucedido en sus pabellones innumerables violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, incluyendo un fusilamiento y una muerte por estaqueamiento.
También su subsuelo fue escenario del terror durante el llamado Plan Conintes, ejecutado por el presidente Arturo Frondizi en 1958. Pero además, su célebre pabellón Capilla, en el corazón del primer centro del edificio ideado por Tamburini, fue escenario de prédicas y homilías del cura José Gabriel Brochero, hoy declarado santo.
Las críticas arreciaron contra De la Sota, fundamentalmente por la intempestiva decisión del gobernador no contemplaba el valor histórico del edificio, ni su carácter de espacio de la memoria, al haberse sucedido en sus pabellones innumerables violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, incluyendo un fusilamiento y una muerte por estaqueamiento”.
También allí tuvo lugar el recordado y sangriento motín de 2005, con ocho muertes causadas por una cárcel completamente hacinada que se había vuelto un polvorín humano, consecuencia de una negligente política penitenciaria.
La inconsulta decisión de De la Sota, quien ya había convocado al Ejército para que se encargara de la implosión del edificio, no hubiera podido ser torcida de no ser por el freno judicial que le impuso el juez federal Miguel Hugo Vaca Narvaja, al considerar que si se demolía la cárcel, se estaría destruyendo prueba que podría ser de importancia para las causas por delitos de lesa humanidad todavía en curso.
Ese freno legal favoreció el desarrollo de algo parecido a un Plan B, ya con Schiaretti al frente del Panal. Se avanzó en un proyecto que buscó ser consensuado con los vecinos del sector junto a organismos de derechos humanos. Y así fue como se resolvió la demolición de un sector, la conservación de aquellos espacios de mayor representatividad de los horrores vividos en los años de la dictadura, como así también la creación de un sitio de la memoria, un parque urbano y la refuncionalización de otros sectores.
SIN CONCURSO
La oportuna decisión de preservar el edificio de Tamburini y los escenarios del horror de la dictadura no parecen tener un correlato con lo que ahora el gobierno se apresta a desarrollar: el espacio público alrededor del edificio.
En tal sentido, la arquitecta Malvina Zayat, una estudiosa de la fisonomía del barrio San Martín, y lógicamente de la Penitenciaría, y miembro del equipo de elaboró una propuesta integral para la renovación urbana del área, consideró que era algo “extraño concebir un espacio público que no tenga relación con las funciones o programa que albergará la cárcel”.
“El gobierno debe dar el mejor ejemplo de cómo construir parques sostenibles en el tiempo y seguros, y si hay sectores que no estarán habitados, eso no aportará mucha seguridad”, sostuvo la arquitecta Malvina Zayat.
Consultada para este informe, desde Colombia Zayat se preguntó: “¿Cual es el diálogo del parque con el edificio? ¿Debe ser igual el parque si en el edificio hay un colegio, un museo o un área comercial?”. En tal sentido, consideró que el espacio público debe actuar como “fuelle entre el barrio y el edificio. Tiene que propiciar el encuentro y la reflexión”.
Y en tal sentido consideró que la manera más clara y democrática de establecer el mejor diseño para ese parque es mediante el concurso público, “pero vemos que no es la manera del gobierno provincial”.
Más allá de eso, abogó porque el proyecto que se llevará a cabo aporte sustentabilidad al barrio, es decir, que logre “solucionar los problemas del presente sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras”. Consideró desde ese punto de vista que “el gobierno debe dar el mejor ejemplo de cómo construir parques sostenibles en el tiempo y seguros”, y evaluó que si hay sectores que no estarán habitados, “eso no aportará mucha seguridad”.
Lo cierto es que el viernes se conocerá la empresa adjudicataria para esta primera obra, que después de 122 años, está llamada a cambiar definitivamente la fisonomía de ese sector de la ciudad.
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