El ingreso a Frontera, sobre ruta 19, pegado a San Francisco. En esa zona operaba el clan Gallardo, pero su alcance territorial era mucho más amplio.
Hace casi cuatro años que está preso. Llegó a Bouwer acusado de ser el cerebro de una organización narco integrada por argentinos, paraguayos y colombianos con despliegue logístico dentro y fuera del país. Él dice que es un simple comerciante de la madera, vecino de la localidad de Frontera, ese pueblo santafesino que colinda con San Francisco. Desde su celda del Módulo MX1 exige ser juzgado para demostrar su inocencia. En señal de protesta, se coció la boca, los ojos y el pene.
En su tierra, lo llaman simplemente “Pá”, “Mandamás” o “El Patrón”. Héctor Argentino Gallardo era un nombre desconocido hasta que, el 18 de diciembre pasado, desde Oran, Salta, ordenó por teléfono asesinar a Raúl Reynoso, su lugarteniente, presumiblemente a causa de sus ínfulas de “emprendedor” y porque le robaba mercancía.
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—Llevalo a los terrenos de atrás y cocinalo —le indicó a Cristian Vera, su matón, quién se hacía llamar Juan Figueroa.
—¿Le doy de una, no hay problema? —quiso cerciorarse el sicario.
Gallardo confirmó: —De una.
Cuando escuchó ese diálogo, el juez federal Nª1 Ricardo Bustos Fierros, que lo investigaba desde hacía seis meses, dio la orden detenerlo. En el operativo participaron más de 500 gendarmes que ocuparon varias provincias. Con Gallardo cayeron otras 9 personas.
Este mes, por fin, la causa la causa llega a juicio, tal como deseaba “Pá”. Las audiencias comenzarán el 24 de noviembre en el Tribunal Oral Federal 1. La causa tiene nueve imputados, pero sólo cuatro llegaron a juicio oral: el resto acordó sus penas en procesos abreviados. Los que sí bajarán al estrado ese día son Gallardo, acusado de “organización y financiamiento del transporte y comercialización de estupefacientes”, “tenencia” y “homicidio agravado en grado de tentativa”. Lo acompañarán Vera, el sicario, junto a Pedro Antonio Ibazeta y Elvira Peña.
En una entrevista que le dio a La Voz del Interior por teléfono hace un año, “Pá” dijo: “¡Qué voy a querer matar a Reynoso, sí lo pusieron conmigo en el mismo pabellón!”.
La justicia cree que desde Bouwer siguió comandando la organización y hasta ordenó nuevos asesinatos, que sí se concretaron.
Se sospecha que el Patrón Gallardo fue quien ordenó a Franco Figueroa asesinar a a Germán Losada y Martín Chamorro, dos narcos oriundos de Santo Tomé.
DESDE LA CÁRCEL
En julio de este año, el juez federal de Rafaela, Miguel Eugenio Abásolo, ordenó detener a Franco Figueroa (familiar de Vera) sospechado de ser quien asesinó por orden de Gallardo a Germán Losada y Martín Chamorro, dos narcos oriundos de Santo Tomé, Santa Fe, y miembros de “la banda de los santafecinos” que querían asentarse en la zona “El Patrón”.
Además de impartir justicia para Gallardo, Figueroa era árbitro de fútbol. Se había ganado la confianza de Chamorro y Losada comprando de sus drogas. El 23 de enero de 2015, ambos pasaron a buscarlo en un Peugeot 307. Cuando el auto se internó en un camino de tierra, Figueroa sacó dos pistolas, una calibre 9 milímetros y una Smith & Wesson 32, y les disparó en la cabeza. Se bajó, y prendió fuego el asiento trasero del auto. Un tío de Figueroa dio un testimonio clave. Dijo que su sobrino lo invitó a participar del asesinato y agregó que trabaja para el clan Gallardo.
Gallardo fue detenido en el kilómetro 3 de la ruta 50, a las a fueras de Orán. En su defensa dijo que había ido a comprar semillas, acompañado de uno de sus asesores. El fiscal Enrique Senestrari consideró que en ese lugar, en realidad, funcionaba una pata de la organización.
El “despliegue logístico” implicaba cambios constantes de números de teléfono de toda la organización. De la causa se desprende que Gallardo importaba marihuana desde Paraguay a través de un contacto: Eva Portillo de Quiñones, alias “Deolinda Chavez Blanco”, detenida meses después en provincia de Buenos Aires, con 73 kilos de marihuana.
“Se logró determinar con las ganancias obtenidas con el despliegue de las conductas ilícitas relatadas, que Gallardo adquiría constantemente vehículos, tractores, camiones, como también viviendas y campos”, según se lee en el expediente”
Luego exportaba a través de los pasos fronterizos Cristo Redentor, Mendoza, y Cardenal Samoré, en Neuquén, hacia Chile. La cocina era traída desde Bolivia y de Perú, y se procesaba en un laboratorio de Villa Josefina, un pueblo vecino a Frontera. Allí trabajaban los colombianos Luis Marulanda García, que vivía en una casa de Gallardo, y Luisa Castaño, que residía en el hotel El Gringo, propiedad del “Patrón”.
Para lavar el dinero que le ingresaba por la venta de drogas, Gallardo compraba y vendía autos, según surge de la causa. “Se logró determinar con las ganancias obtenidas con el despliegue de las conductas ilícitas relatadas, que Gallardo adquiría constantemente vehículos, tractores, camiones, como también viviendas y campos”, según se lee en el expediente.
Para pasar inadvertido, el truco era el siguiente: “Eran puestos a nombre de terceras personas de su confianza o bien miembros de su familia, todo ello a los fines de evitar figurar como titular o propietario de alguno de ellos, así como también comercializados o entregados como parte de pago a cambio de estupefacientes”.
En distintas entrevistas periodísticas, Mario Ruiz, uno de sus abogados, sostuvo que su cliente “fue presentado como un Pablo Escobar”, pero que la causa en su contra tiene “un déficit de pruebas”.
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