El autor de la frase es un diputado bonaerense que pertenece al marginado sector peronista del presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Emilio Monzó. Se trata de Guillermo Bardón que, al igual que su jefe político, quedó en la banquina del sistema político estructurado por el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. La derrota del último domingo a manos de Alberto Fernández y Axel Kicillof, en el caso de la provincia de Buenos Aires, generó el pase de facturas internas, en este caso, contra el famoso consultor electoral del presidente Mauricio Macri, el ecuatoriano Jaime Durán Barba.
“¿De qué se disfrazará (Jaime) Durán Barba para justificar su fracaso? ¿Dirá que la derrota se produjo porque “nos desperfilamos” al sumar a (Miguel Ángel) Pichetto? Es posible viniendo de alguien que, según Infobae, le dijo al presidente que “los votantes confundían a Alberto con Aníbal Fernández”, escribió Bardón en su cuenta de Twitter en la mañana de este lunes.
Bardón es uno de los dirigentes de mayor confianza de Monzó en la provincia de Buenos Aires. Vive en La Plata y trabajó en el diario El Día, de la capital bonaerense y es un hombre con fuertes opiniones. El lunes escribió también, luego del golpe electoral que el peronismo le propinó al oficialismo nacional, que “a partir de esta elección, el margen de error de las encuestadoras pasa a ser de +/-20%”.
Durán Barba es el ideólogo de las campañas electorales de Macri y ha tenido hasta ahora un rol central en sus victorias y en la conformación del discurso electoral y el armado de su sistema político, tarea que ha estado en manos de Marcos Peña. El gurú ecuatoriano también había sido cuestionado, en la noche del domingo, por la diputada nacional, Elisa “Lilita” Carrió.
Otro que salió a reivindicar a Monzó fue el diputado bonaerense Marcelo Daletto, uno de los borrados por Vidal de las listas de este año. Se sacó una foto con la imagen de Monzó y la frase “Tenía razón”. Meses atrás, Daletto repartió tazas con la frase “reivindico la rosca”, una de las definiciones de Monzó para diferenciarse de Peña.
Monzó, además de titular de la cámara baja, es un dirigente peronista que tuvo un peso importante en el armado de Cambiemos, hasta que su estrella perdió brillo en el círculo que rodea al presidente y comanda Peña. El lunes, llamó a Alberto Fernández para saludarlo y felicitarlo por la victorial electoral del domingo. La acción llama más la atención, porque todavía no lo hizo el presidente Macri ni ninguno de los miembros de su gabinete.
A su vez, Monzó fue contactado por Sergio Massa, uno de los peronistas moderados con mayor influencia dentro del sistema del Frente de Todos, que según los operadores del tigrense, apuesta a sumarlo a las filas de un eventual gobierno peronista.
El diputado es referente del diputado nacional del PRO cordobés, Nicolás Massot. Ambos, viven en estos meses en el ostracismo político. Massot estudiará hasta fin de año en la Universidad de Yale, en Estados Unidos.
En su ya famosa columna en el diario La Nación, donde reívindicaba la denominada “rosca política”, Monzó escribía que “la “rosca” tiene mala prensa. Es, en realidad, una palabra desterrada del diccionario de la “corrección política”. Sin embargo, devaluada y hasta a veces bastardeada, alude a una herramienta indispensable para tejer lazos de confianza y construir puentes entre la dirigencia”.
Agregaba que “si la “rosca política” es el encuentro entre dirigentes de diversos espacios, si es la inversión de tiempo para generar confianza y achicar distancias, deberíamos admitir, entonces, que es un formidable lubricante para aceitar los mecanismos de la buena política”.
Decía también que “se ha alimentado, más por especulación marketinera que por vocación transformadora, una grieta entre la “vieja” y la “nueva” política, como si lo viejo estuviera siempre teñido de vicios y lo nuevo fuera invariablemente puro y refrescante. Puede funcionar en el plano de las frases efectistas y de las imágenes simplonas, pero no parece más que un truco de los vendedores de eslóganes”.
Y como una premonición de lo que sucedería este domingo con la suerte electoral del gobierno, apuntaba que “es tan nocivo que la política se encierre en sí misma como que reniegue de sí misma. De esa comprensión depende el equilibrio. Tirar por la ventana todo aquello que el marketing etiqueta como “la vieja política”, sería -entre otras insensateces- despreciar el legado de nuestra propia historia y de sus figuras más trascendentes, desde Mitre y Avellaneda hasta Perón y Alfonsín”.