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La batalla por los sentidos

El banderazo del 9j.

Entre malos augurios de los ofuscados, algún desconcierto de los que apoyan y decisión de redoblar el paso por parte del kirchnerismo dogmático, se consumen los primeros meses de una administración que tiene medio cuerpo en el fuego y la otra parte bajo el agua. La Nación que comandan los Fernández está mal herida por un encadenamiento de hechos que harían saltar por los aires aún a gobiernos con más legitimidad política que el del Frente de Todos.

Este desplome histórico de la economía da miedo porque nuestro país no tiene la estructura adecuada para soportarla; lo dicen quienes, como el cronista, apresuran el paso hacia las notas históricas cada vez que hay que examinar el presente.

El peronismo se había quedado sin respuestas antes de la restauración conservadora del 2015, a tenor de una inflación demasiado alta y una pobreza demasiado dura para afrontar los desafíos de un capitalismo refractario a la indulgencia, y sin contrapeso desde el colapso de la URSS. Cuatro años después, todo sería mucho más grave, con niveles de pobreza vergonzantes y la economía devastada. Aquel hombre al que se desafiara a armar un partido político y buscara el gobierno, lo había hecho. Y derramó angustia, miseria, hambre, desocupación y dolor, a mansalva; arteramente. El proceso de “financiarización” estranguló la demanda, ralentizó el proceso de acumulación y sometió a los trabajadores al retroceso social beneficiando al capital financiero.

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Algunos meses atrás, informaban Juan Strasnoy y Mariano Cuparo en BAE Negocios: “El rasgo sobresaliente de la valorización financiera fue el endeudamiento público, que no sirvió para elevar el nivel de la actividad económica” sino para financiar la fuga de capitales, claro. “El aumento neto de la deuda en moneda extranjera fue de casi U$S 104 mil millones, y la fuga alcanzó a poco menos de U$S 94 mil millones entre diciembre de 2015 y el fin de Macri.”

A PASO DE CANGREJO

Hagamos un alto para someter a mejor escrutinio la afirmación de líneas atrás. Al asumir el gobierno CFK (2007) encontró un desempleo del 8,1 por ciento, al cierre de su gestión lo dejó en 5,9 por ciento. Son datos oficiales consignados entonces; sin embargo, “tenían un toqueteo quirúrguico por medio de una supuesta oficina `matadesocupados` que transformaba a los desocupados (personas que no trabajan y que buscan activamente empleo) en inactivos (personas que no trabajan y no buscan activamente empleo)”, señala Daniel Schteimberg, doctor en Sociología e investigador del Instituto Estadístico de los Trabajadores de la UNMET. “(…) Si bien no afectaba a la cantidad de ocupados, sí introduciría un sesgo a favor de los inactivos y en desmedro de los desocupados”.  Victoria Giarrizzo, doctora en economía de la UBA, aporta datos recogidos al cierre de la segunda presidencia CFK: inflación: 30.5 por ciento; Déficit fiscal, -5.1 por ciento; y Pobreza, 29 por ciento.

Algunos señalábamos sobre el riesgo de entrar a una fase contractiva de la economía con esos niveles de pobreza, por ejemplo. Pero más aún, anticipábamos lo dramático que sería volcar la voluntad popular hacia un proyecto de país para un puñado, usando a una mayoría como lo fuera tantas veces el radicalismo (antes engarzado a una izquierda moderada como el  Frepaso; quince años después, a una derecha cínica como el PRO). La UCR, digamos al pasar, haría mejor contribución replegándose a un intensivo curso de historia política para aprender por qué su irrupción como opción de masas a fines del siglo XIX.

APESTADOS EN EL INFRAMUNDO

La pandemia nos llegó y nos hacía tanta falta como una rotura de motor en medio de la Patagonia… Somos Argentina. Somos una república de América Latina, la región más desigual del planeta. Con el 8 por ciento de la población mundial, América Latina sufre hoy el 50 por ciento de los nuevos casos de Covid-19. Es una pesadilla. La misma que acompaña cada momento político en donde está en juego presente y porvenir de los muchos desfavorecidos. Ahora, en medio de esta enfermedad planetaria democrática, como suelen ser las virósicas, la economía argentina sufre la mayor caída de la historia, 26,4 por ciento en abril, el mes más restrictivo del aislamiento. A ello, hay que sumarle que veníamos de 3 años de recesión, 8 sin crecimiento, con 18 millones de pobres, 5 millones más que cuando arrancó la gestión el millonario del ingeniero.

En esta catástrofe universal, con la demanda agregada en máxima tensión (consumo, inversión, exportaciones), solo asistida por la inyección de recursos del Estado nacional, la embestida de la derecha es salvaje. Aquella batalla que partiera en dos a la nación (como tantas veces en el pasado) conocida como “Cultural”, acunada en el tiempo de enfrentamiento entre la administración CFK y los productores rurales (2008) escribe un nuevo capítulo. Se ocupan los publicistas del neoliberalismo de plantear todos los días cuestiones que atacan la legitimidad ideológica de un gobierno que tropieza al avanzar, pero no cede la iniciativa política. Acusan al peronismo de llevar al quebranto a las Pymes y de impulsar apropiaciones de “propiedad privada” sin detenerse a considerar la brutal apropiación que hiciera el macrismo de la renta nacional para mejorar la situación de quienes ya lo tenían todo. Así se sorprendía el ministro Dujovne, el que nunca repatriaría su fortuna en el exterior, a salvo como estaba de sus propias decisiones: “Nunca se hizo un ajuste así sin que caiga el gobierno”.

En opinión del cronista, esa ausencia material de disputa, en las calles, en los ámbitos donde se producía esa transferencia de recursos, ese desfalco monumental amparado en la legitimidad electoral, es una defección por la que deberemos responder ante la historia. Solo el proceso de desindustrialización acabó con 156 mil puestos de trabajo. La ruina de un pueblo fue el resultado de insistir con la receta que antes usaran las dictaduras, menemismo y la Alianza.

NO PASARÁN

Es la hora de una nueva querella política, en la legítima búsqueda de reafirmar valores. Una vez más las fuerzas productivas pugnan por abrirse camino, pero chocan con una situación preexistente pavorosa (Macri) y un pasado inmediato (CFK), de reconstrucción de poder político y distensión en la puja distributiva, pero frágil al final del ciclo. Porque pese a la reparación social operada, en el tiempo del kirchnerismo, “Argentina siguió insertándose en la división internacional del trabajo, fundamentalmente a partir de su abundante dotación de recursos naturales y unos pocos commodities industriales con escaso valor agregado o contenido tecnológico (…). No se desarrollaron nuevos sectores dinámicos ni se diversificó la economía; es decir, no hubo un cambio estructural”, apunta el Dr. en Ciencias Sociales Andrés Waimar.

Rupturas como las que informaban otras coordenadas del progresismo. Bolivia asoma rápido en el cotejo, pero su composición étnica y social, y su historia de saqueos tal vez sea imposible de espejar. Como que aquella de Morales fue una revolución sin sangre.

Queda claro entonces la fragilidad de naciones que, como las latinoamericanas, soportaron saqueos de recursos, atacando sus planes de negocios primarios a largo plazo. Procesos políticos conducidos por intérpretes del negocio financiero global, asfixia crediticia cuando se trató de cimentar el desarrollo, administraciones que mintiendo representación popular se encumbraron para maniatar las fuerzas productivas, aleccionando a los pueblos sobre el desatino de querer elegir otra cosa que los que nos tenían reservado y, lo peor, abriendo fuego sobre las expectativas en procesos democráticos liberadores luego de décadas de sufrimiento, forman parte de un legado inmediato que no se puede eludir al examinar el rumbo de nuestro país en este presente armagedónico.

En medio de esta catástrofe, los sectores concentrados de poder siguen vertiendo veneno en un organismo al borde del suspiro final. Hasta vuelve del más allá Domingo Cavallo para decirnos como enfrentar al monstruo que sus socios, cómplices, discípulos, han puesto delante nuestro.

Hoy el futuro asoma pavoroso. Por el quebranto universal. Y para nosotros por la deuda social, cultural y política fronteras adentro (la falta de justicia en materia de corrupción, para citar un solo ejemplo, porque aunque suene a postulado de la derecha es derecho del pueblo, fundamentalmente).

La democracia, sus gestores, nosotros, el pueblo de siempre -en tanto sujeto histórico latente -, nos debemos exámenes de conciencia, precisos, comprometidos, a la luz de tanta derrota. Abrir el pensamiento hacia zonas conflictivas donde suele ser más fácil suscribir discursos será siempre una gran oportunidad. La nación argentina conoció despedazamientos, espesuras, relieves y ventura. Este es otro de tantos momentos desafiantes, en donde nos debemos la obligación de obturar los caminos a otra restauración conservadora, como que sus nostálgicos nos informan de sus anhelos desde la mañana a la noche. ¿Antes, no los vimos venir? Ahora, sabemos que siempre estuvieron allí.

* Néstor Pérez es periodista y autor de La Palabra incómoda.

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