En sus doce años al frente del Servicio Penitenciario, “Johnny” Bouvier ha sabido cultivar estratégicas relaciones con el poder político, y una capacidad de acomodarse a las diversas circunstancias para siempre caer bien parado.
Desde el año 2008 que Juan María Bouvier es el dueño de la silla mayor de la jefatura del Servicio Penitenciario de Córdoba.
Su nombre surgió luego de la revuelta que en ese año estalló en el penal de San Martín, sólo tres años después del recordado motín de 2005.
VER “El Caña” Heredia: El hombre que logró sembrar miedo dentro de la jefatura.
Quienes conocen la trama de la institución, aseguran que su aterrizaje en la Jefatura fue obra de esas extrañas casualidades. Cuatro años atras, Bouvier había pedido el pase a retiro, fue sólo 40 días antes de febrero de 2005, cuando la cárcel estalló en el mayor motín que se recuerde en la provincia.
Los entendidos aseguran que Bouvier, en ese entonces subjefe del SPC, se dio cuenta de que no había forma de frenar el volcán que se estaba gestando, y estratégicamente se corrió de la escena en el momento justo: 31 de diciembre de 2004. Nadie puede negar su buen olfato.
Por eso muchos históricos le reclaman que dejó en absoluta soledad a la entonces jefa, la psicóloga Graciela Lucientes de Funes, a quien le estalló la bomba en las manos.
Su salida de la sede de Entre Ríos 457 sólo sería provisoria. Cuatro años más tarde, su nombre sería arrojado en la mesa del Ministerio de Justicia, donde el ministro Luis Angulo y su segundo Raúl Pino convocaron a Lucientes de Funes para que les sugiriera el nombre de alguien para intentar encaminar el turbulento devenir de la institución. “Llámenlo a Bouvier, es un hombre obediente”. Y lo hicieron.
Conocido como “el Johnny” desde los tiempos de su paso por la escuela de Policía de Córdoba en 1976, donde antes también se formaban los penitenciarios, Bouvier es parte de la primera promoción de penitenciarios, en el año 1978.
Johnny es un cultor de la “buena vida”. Gastronomía de alto nivel, autos alta gama, whisky importado, “pilcha de lujo”, según lo describe personal en actividad.
En su vida privada no da la sensación de haber sido muy ordenado. Tuvo una relación muy tormentosa con su primera mujer, quien terminó abandonando el hogar, presumiblemente víctima de sus maltratos. O al menos eso alegaba.
Sus amoríos dentro de la institución han sido motivo constante de comentarios y miradas lascivas. Su relación durante años con una alta funcionaria del SPC, pasada a retiro no mucho tiempo atrás, también generó conflictos internos de diversa índole.
Nunca parecieron molestarle demasiado estos comentarios de los que no viene al caso hacerse eco.
Los que conocen la letra fina del mundo penitenciario, aseguran que su prolongada permanencia en la oficina mayor obedece a su política de nunca contradecir a los ministros ni al gobernador, y básicamente no llevarles problemas. Esta actitud de acomodo constante ha tenido como consecuencia que en la actualidad las cárceles sufran un terrible hacinamiento, algo que padecen no solo los internos y sus familiares, sino también los trabajadores, cuyo número ni de cerca ha acompañado el crecimiento de la población penal.
Lo cierto es que Bouvier ha logrado atravesar cuatro gobiernos peronistas, y no da la sensación de que haya intenciones de promover un recambio. A menos que la valiente denuncia de una de su víctima, logre poner su gestión y su actuación bajo una necesaria luz.
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