Los hechos tienen la virtud de dejar al desnudo las construcciones simbólicas y discursivas. La historia está repleta de acontecimientos que demuestran lo mismo en términos sociales como individuales. Es decir, cuando el relato no está alineado con hechos que le den sustancia, su sobrevida es baja más allá de los recursos y dispositivos que se pongan en juego. El caso Vicentin se suma a esa larga lista e impacta al gobierno y a la oposición política y económica.
La acción sobreactuada del gobierno de Alberto Fernández produjo una de las novedades políticas de este semestre, que es facilitar la reestructuración de un polo de centro-derecha, ordenado alrededor de la idea del anti-estatismo y con la convergencia de los productores agropecuarios y el bloque económico productor de bienes transables en la economía internacional. Es decir, del grupo más dinámico de la economía.
Así, el banderazo del pasado sábado 20 de junio, “autoconvocado” por la dirigencia opositora de Juntos por el Cambio, productores rurales de todas las entidades agropecuarias, y sectores de la industria y el comercio, terminó de vetar las ideas más “extremas” de la coalición de gobierno. Esa confluencia está compuesta por tres peronismos, el kirchnerista, el de los gobernadores y el massista, cuyo liderazgo ejerce el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa.
Sin embargo, también sirvió para poner en escena las limitaciones de un conglomerado demasiado diverso, que reaccionó a la intervención y expropiación de Vicentin, opuso su capacidad de movilización y expresión mediática, pero que aún carece de representación política para poner en peligro la estabilidad del gobierno de Alberto Fernández.
Paradojas de la historia:
-Por un lado, la alianza populista en el gobierno exageró los objetivos económicos y políticos nacionales por los que decidió “rescatar” al gigante agroexportador santafesino (“soberanía alimentaria”, “empresa testigo”, etc.);
-Y por otro, el bloque de centro-derecha, que suele sujetar desesperadamente la bandera del discurso anti-corrupción y de defensa de la propiedad privada, terminó defendiendo a una dirigencia empresaria como la de Vicentin, que parece haber actuado en connivencia con el Estado para beneficiarse con créditos millonarios y luego estafar a productores, cooperativas y al propio Estado. A todos los actores les adeuda 1350 millones de dólares.
La movilización opositora obligó al gobierno a poner en la cancha un discurso más coherente con lo que efectivamente se puede hacer en Vicentin y con lo que realmente está dispuesto a hacer. Como dijo el ministro de Producción Matías Kulfas, se trata de una “intervención puntual” para reordenar la acción del mercado. Está claro, que el gobierno no quiere permitir que una eventual caída de Vicentin sea un desastre económico para el interior del país y tampoco estaría dispuesto a admitir que empresas extranjeras incrementen su participación en el mercado agro-exportador. A ello, se agrega que es posible que parte de lo que sucedió en esta empresa, sea una maniobra de fuga de capitales y consecuente vaciamiento. Por lo tanto, el movimiento del gobierno trata de hacer lugar a un capitalismo light y poner un límite para el modelo de capitalismo de rapiña que ha campeado por estas tierras. Pese a que es obvio y que viene a tratar de encauzar el sistema, resulta indigerible para el bloque de centro-derecha que viene de fracasar con su proyecto neoliberal.
Tiene un segundo condimento: este caso expone las relaciones carnales y los niveles de interacción entre el capital y el Estado, que dejan al descubierto negocios que ahora son investigados por la Justicia a partir de la denuncia del economista y director del Banco Nación, Claudio Lozano.
Vicentin y los límites que cada bloque económico-político posee, permiten avisorar algunas de las características del proyecto populista en curso. Es decir, el oficialismo no aspira a poner en marcha un modelo radicalizado de sustitución de importaciones y de regreso a un capitalismo nacional, con base en la intervención del Estado en la economía y baja integración al mercado mundial. Los hechos, en este entrevero en territorio santafesino, demuestran lo que verdaderamente piensa.
>> COBERTURA
VER Vicentin y la oportunidad (hasta ahora perdida) de un debate profundo sobre el modelo de desarrollo.
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