Para la fiscal Laura Battistelli, el jurado popular y los jueces de la Cámara 2°, quedó claro que la joven intentó matar a su amante, que planeó lo que iba a hacer y que no hubo violencia de género antes de que ocurriera el ataque al pene del hombre de 40 años. Consideraron que Sergio Fernández (SAF) salvó su vida porque reaccionó, salió corriendo y pidió ayuda. A Brenda Micaela Barattini (BMB), la condenaron a 13 años de prisión, por encontrarla culpable del delito de tentativa de homicidio calificado por alevosía.
Según las pruebas obrantes en la causa y que se ventilaron a lo largo del juicio, Los hechos ocurrieron el sábado 25 de noviembre de 2017. La joven, que en ese momento tenía 26, le seccionó el 90 por ciento del pene e hirió los testículos de su amante de 40, utilizando para ello, una tijera de podar. Compartían esa noche una habitación de un departamento ubicado en Boulevar Chacabuco, en la ciudad de Córdoba. Como fruto de las heridas, el hombre perdió mucha sangre y fue trasladado a un hospital donde, finalmente, lograron reconstruirle los genitales. También se estableció que Brenda Micaela y Sergio no eran novios, sino que tenían pareja estable por fuera de ese vínculo.
VER Los fundamentos de la condena: “El plan de Brenda Micaela Barattini era incompatible con la supervivencia” de su amante.
Una de las preguntas cuya respuesta, con la prueba reunida, es convincente para el tribunal, pero deja dudas es la siguiente: ¿si lo intentó matar, por qué no lo hizo?
Battistelli dijo sobre este punto, al pedir la condena para la arquitecta: “(…) La intención que tuvo BMB de quitar la vida de una persona en total situación de vulnerabilidad, por tener vendados los ojos, por estar disfrutando, y porque tenían una relación previa de amantes; tenía todo preparado, salió gritando por el pasillo que él la había violado; si quería lesionarlo y se le fue la mano, hubiera reaccionado (tratando de ayudarlo). Explica, qué si él se hubiera dejado atar, muere desangrado en la cama, porque no hubiera habido grito ni tiempo; incluso momentos antes, SAF le enseñó a borrar mensajes en el teléfono”.
La víctima estaba tendida sobre la cama, con los ojos tapados, los pantalones y el calzoncillo bajo, ella sentada sobre su torso practicándole sexo oral, y mientras lo hacía, tomaba la tijera de podar, y le atacaba el pene. ¿Por qué no lo mató en ese momento, que lo tenía a su merced? Cualquier plan, si existió como tal, por la diferencia física entre ambos, requería de una acción inmediata, definitoria, de lo contrario podía suceder lo que sucedió. Esto es, que la víctima se levantara, comenzara a pedir ayuda e intentara salir del departamento. Ella abrió la puerta y él salió al pasillo mientras la mujer gritaba que la habían violado, que era parte de lo que había averiguado en Internet y su “coartada” para intentar “zafar” de lo que había hecho. Lo otro que figuraba en el historial de sus búsquedas en la Web, era cómo cortar un pene. Pero una cosa es herir el pene (u otra parte del cuerpo humano), y otra matar a una persona. La fiscal, en su alegato, no responde a la necesidad de un ataque más determinante para culminar con el acto de matar. No sólo ello, como no explica porqué no lo mató cuando pudo hacerlo, queda flotando la duda de si efectivamente quiso terminar con la vida de su amante.
Otra pregunta que fue respondida de modo insuficiente es sobre si existió “violencia de género” o no.
Para la fiscal eso no existió. “(…) La excusa del video surge por la declaración de SAF cuando ve que ella lo trataba de un extraño, por eso él dice que tenía videos juntos como prueba de ese vínculo, pero que en realidad nunca se encontró un video en ningún teléfono. Si la excusa eran las fotos, iguales imágenes le pidió RRA por otro chat. Descarta que SAF tuviera su ego centrado en su miembro viril, pues el Dr. Pinto dijo que su primera preocupación al despertar luego del coma fue si iba a vivir; él le mandaba fotos de su miembro porque ella se lo pedía, y ella le mandaba fotos de su cola porque él se las pedía, por eso no hay tal cosificación”.
Por cierto, el sexting es “la práctica de enviar fotos o videos sexuales o sensuales a través de medios digitales como chats, mails, o mensajes instantáneos”. Hay dos partes de lo que sucedió en esta relación: uno la “cosificación”; otro si hubo algún delito, como es la difusión de las imágenes y si esto constituye violencia de género.
Aparece como evidente, que ambos se pedían mutuamente imágenes en poses sensuales o sexuales explícitas. La denominada “cosificación” es la deshumanización de la relación, del vínculo entre personas. Ocurre un reemplazo, que es “la cola” por la persona, por decirlo de un modo simplificado. O “el pene” por la persona. Por señalarlo a la inversa.
De la lectura de algunos chats, parece surgir en la víctima del ataque tenía cierta obsesión por la cola de la joven. En una oportunidad, cuando BMB tomaba un té con sus amigas le pedía insistentemente que fuera al baño y se sacara fotos de su “colita” y se las enviara. Se trata de un episodio reiterado. Que la mujer se haya sentido “cosificada” no era imposible en ese contexto. Eso es, justamente, un acto de violencia de género simbólica. Cualquiera se podría preguntar, entonces, si el ataque al pene y no a otra parte del cuerpo de SAF, no tiene que ver con una reacción frente a lo que consideraba la fuente de su angustia.
La segunda cuestión es si las imágenes fueron difundidas o no. Mientras ello ocurre dentro de la pareja o el círculo consentido (si es más amplio que dos), no es un delito. Es parte del juego sexual. Si una de las partes lo difunde, incurre en un delito, que es difundir imágenes íntimas sin consentimiento. Lo mismo hacen todos los que la reproducen. Tanto SAF como un amigo suyo, abogado, admitieron haber intercambiado dos fotos de BMB. La fiscal dice que no había vídeos ni fotos en los teléfonos peritados. Ese intercambio, de haberse producido, es un delito y, sobre todo, es violencia de género. Está claro también, que la obsesión de la joven era que SAF difundiera esas imágenes, dado que consideraba que podían perjudicarla en su carrera profesional.
Por último, para la fiscal Batistelli, BMB quiso matar a SAF porque “odiaba a los hombres”. Es una aseveración de una amplitud riesgosa. La tercera pregunta del caso sin responder surge, entonces, de esa definición: ¿si odiaba a los hombres, por qué sólo intentó matar a SAF y no hizo lo mismo con alguno de sus otros amantes o su novio (hacia siete años que salían)? O también, ¿si odiaba a los hombres, por qué no intentó atacar los penes de algunos de sus otros amantes o de su novio (hacia siete años que salían)? Aparece como obvio, que el problema estaba dentro de la relación entre SAF y BMB, y que esto no parecería haber tenido la suficiente atención durante el juicio.