Se agarró la panza con las dos manos y alcanzó a decir: “Me pegaron un tiro, Papi”. Por la puerta trasera de su terreno de barrio Alto Alberdi acababan de huir tres asaltantes. Él mismo les había indicado el camino de escape para evitar el tiroteo con la Policía, que ya estaba en frente de su casa. Pero antes de irse uno de los ladrones, que por entonces tenía 17 años, le disparó a quemarropa. Era la 1 de la madrugada del 30 de septiembre de 2015 y Adrián Brunori -colectivero, padre de un hijo de 1 año, con otro por nacer- acababa de llegar del festejo de su cumpleaños número 32. Murió cinco horas después en el Hospital de Urgencias.
El crimen fue uno de los más repudiados de los últimos años. Fue como un balde de nafta que encendió el debate sobre la baja de la edad de imputabilidad. Durante su velorio los vecinos cortaron calles.
Ayer, la Cámara 9 del Crimen integrada con jurado popular comenzó a juzgar a cinco jóvenes. Dos de ellos tenían entonces 16 y 17 años. La imputación es la misma para todos: homicidio criminis causa, que implica que mataron para que no los reconozcan y lograr de este modo su impunidad. Conlleva la pena de prisión perpetua.
Drogas y raid delictivo
“Todos tenían algún grado de intoxicación al momento de cometer el crimen”, señaló el fiscal Carlos Ferrer, quien lleva la acusación en el juicio. En la audiencia de ayer los acusados escucharon la acusación y dieron sus datos ante el tribunal. Sus breves declaraciones dejaron entrever una compleja situación social: uno es ecuatoriano, llegó hace 11 años. El resto, todos jóvenes, tuvieron infancias áridas: abandonados por sus padres. No era la primera vez que delinquían.
Esa noche combinaron cocaína, alcohol y armas. Así, emprendieron un tour delictivo que los llevó, en un auto robado, por tres barrios en los que asaltaron varias casas, siempre bajo la modalidad salidera. “Veían a vecinos que estaban entrando y copaban las viviendas. Fue un raid muy violento. Robaron en Ampliación San Pablo, Observatorio y Alto Alberdi”, dijo el fiscal a ENREDACCIÓN. Por eso en el juicio se analizan siete hechos, entre ellos el homicidio.
La última casa a la que entraron fue la de León Pinelo al 400, donde Adrián vivía con sus padres y Natalia Herrera, madre de Bejamín, de un año, y embarazada de su segundo hijo.
Adrián trabajaba en la entonces llamada Autobuses Santa Fe; era futbolero, fanático de River. Cómo caía día de semana, había planeado festejar su cumpleaños jugando al fútbol con sus amigos. Una vez terminado el picado tomó sus cosas y regresó a Alto Alberdi. Al entrar a su casa, un móvil policial lo escoltó. Por esos días en la zona se vivieron varios asaltos domiciliarios y la Policía estaba alerta. Adrián saludó a su madre y se fue a duchar. Su padre ya dormía. Natalia no estaba: su hijo se había dislocado un hombro y lo habían llevado a una clínica en Nueva Córdoba.
Un rato más tarde su hermano llegó a la casa y bajó del auto para abrir el garaje. Cuando se dio vuelta para cerrar, entraron tres hombres armados. Otros dos esperaban en la calle, a bordo de un Renault Sandero robado. Cuando escuchó los ruidos desde el baño, Adrián envió un mensaje a su esposa. “¡Llamá a la Policía que están entrando a robar!”
Oscar, el padre de Adrián, se despertó con los ruidos y vio a uno de los asaltantes apuntando un arma en la cabeza de su hijo. Pedían plata. Recuerda que estaban bastante exaltados.
Como Natalia había dado alerta al 101, los uniformados no tardaron en acudir. El primer patrullero en llegar fue recibido a los tiros por los ocupantes de la Sandero, que aceleraron a fondo y se perdieron. Los dos hombres que la ocupaban fueron detenidos a los pocos días.
“Todos tenían algún grado de intoxicación al momento de cometer el crimen”, señaló el fiscal Carlos Ferrer, quien lleva la acusación en el juicio.
Hoy, en el juicio, declararán los tres testigos presenciales del hecho: los padres y el hermano de Adrián. Según relataron durante la instrucción, los ladrones se exaltaron cuando escucharon los tiros y el motor acelerado de sus cómplices, que los abandonaron.
Fue entonces que el Adrián les recomendó que salieran por el patio y los guió. Les abrió la puerta trasera que comunicaba con un departamento en construcción. El primero comenzó a subir al techo. El segundo hizo lo mismo. Antes de pisar la carretilla para tratar de acceder a la zona de construcción, el tercer se dio vuelta y, a medio metro de distancia, le dio un balazo a Brunori.
Pena perpetua
Como se trata de delitos cometidos por menores en compañía de adultos, la Cámara del Crimen determinará si son o no autores del hecho, pero no les dictará pena. Será un juez correccional quien disponga cuánto tiempo pasarán detenidos. De ser hallados culpables, los imputados que ya eran adultos por aquel entonces enfrentan la pena de prisión perpetua, por ser partícipes de un homicidio criminis causa.
En marzo de 2016 nació el segundo hijo varón de Brunori. Su madre lo bautizó Adrián, con el nombre de su padre.