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Análisis

Fin de ciclo: Argentina viaja otra vez en el tren fantasma

El ex presidente Mauricio Macri.

El país ha ingresado una vez más en el Tren Fantasma (para aquellos que no conocen juegos mecánicos de parques de diversiones, este era un viaje en un pequeño trencito, al que se le aparecían monstruos, alimañas, espíritus y fantasmas). A medida que el trencito avance hacia el interior de los túneles, habrá una nueva y tenebrosa sorpresa. Ya no hay vuelta atrás, no se puede saltar y hay que llegar hasta la salida para dejar de sufrir. Esa es la figura del país, al menos por los próximos tres meses, tiempo en el que las instituciones deberán parir una nueva etapa.

Como en todo fracaso de un modelo social y económico, las consecuencias son graves. No es una cuestión de buenas o malas intenciones o de palabras suaves. La historia enseña acá y en todos los tiempos de la humanidad, que, en los finales, hay convulsiones.

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Por si alguien no se dio cuenta, el ciclo neoliberal y el plan económico del presidente Mauricio Macri fracasó. El ministro Hernán Lacunza con las medidas de emergencia que anunció ayer, es simplemente el mensajero de las malas noticias. El ciclo liderado por el hijo del empresario más encumbrado de la Patria Contratista (Franco Macri), ha terminado del peor modo: con una cesación de pagos selectiva (no se le pagara, al menos hasta el año que viene, a tenedores institucionales y se renegociarán plazos de pago con el FMI).

Como suele ocurrir en estos procesos históricos, la sociedad es la que primero golpeó la cascara vacía del gobierno, estresada previamente por sus propias políticas. Lo hizo en las elecciones del 11 de agosto.

Ese hecho no ha sido sólo una victoria electoral de una fuerza de signo diferente al oficialismo, sino el fin de la restauración conservadora. Es decir, de un intento de regresar a los ’90, a la década de Carlos Menem y Domingo Cavallo, para simplificarlo en su explicación y alcances. Cabe una salvedad: es la primera vez que un bloque político-económico de centro-derecha intentó instaurar un modelo de estas características a partir de una victoria en las urnas, pero como en las dictaduras que quisieron hacerlo, también se desmoronó.

Fernando De la Rúa y Carlos Menem, durante la asunción del primero como presidente. (Foto: Gentileza CEDOC).

Otra aclaración: Lo de Menem, en los ’90, llegó por la “domesticación a la que lo sometió el mercado”, no por contrato original, como el de Macri. El bloque hegemónico de ese momento se armó desde el poder, no a partir de las demandas de la sociedad, como ocurrió con la coalición social que aupó al actual presidente frente a Daniel Scioli, el representante light del kirchnerismo. Sin embargo, los dos ciclos terminaron mal, con elevado endeudamiento y destrucción del aparato productivo, pero sobre todo trataron de implementar modelos económicos y sociales carentes de sustentabilidad.

Por eso, en este 2019, los argentinos, más allá de coincidir o no con Alberto Fernández, decidieron empujar, abrazados a él, el final de un modelo que consideraron incapaz de desarrollar al país. Los datos están a la vista: 5 millones de nuevos pobres, una reducción del 65% en el salario mínimo, una fuga de divisas y pago de deuda externa de 106 mil millones de dólares, dolarización de tarifas y combustibles, inflación de casi 50%, desocupación de 10,1%, casi 40% de pobreza, uno de cada dos niños, niñas y adolescentes en situación de pobreza y una fuga de divisas de alrededor de 70 mil millones de dólares. El ajuste y el endeudamiento han minado las bases económicas y sociales del país. “Es la economía, estúpido”, acuñó Bill Clinton para simplificar el fracaso de los neoliberales norteamericanos y derrotarlos en los años ’90. Pues aquí ha sucedido lo mismo.

El ex presidente de EE.UU, Bill Clinton.

Ayer, los mercados terminaron de destrozar la cascara. Los tenedores de las Letras del Tesoro en dólares no las renovaron, hubo otra corrida contra la moneda argentina y el Riesgo País pasó los 2000 puntos. Suficiente para un gobierno debilitado al extremo.

Las derrotas son como el viento Sur: cambian el clima y obligan a resguardarse. En política y economía, debe agregarse que abren la posibilidad de debatir las razones que llevaron a una fuerza o a un bloque histórico, político y económico a fallar en la misión que se propuso o la sociedad le impuso. Después del 10 de diciembre, la centro-derecha argentina también deberá hacerlo. Tiene un enorme volumen electoral de base, que ronda el 30 por ciento y por lo tanto tendrá una nueva oportunidad. Parte de su reconstitución estará atada a lo que haga en el poder el bloque populista, si es que finalmente toma ese curso. Sin embargo, más allá de las coyunturas, una vez más, haciendo un repaso de la historia argentina a partir de la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, el último ciclo exitoso para el país con una conducción liberal es el de la primera presidencia del controvertido Julio Argentino Roca (1880-1886). Cumplió con la tarea del bloque que representó, de modelar un país agro-exportador. Sabemos cómo lo hizo, a costa de un genocidio interno. Desde esas casi dos décadas del siglo XIX, los fracasos y tragedias han sido la marca de estas experiencias. La de Macri no ha sido la excepción.

En los tres meses que restan de su presidencia, lo esencial no será su acción. Es el presidente, pero ha sido vaciado de poder el 11 de agosto. Por lo tanto, el Príncipe está obligado a conducir la nave, en un mar con olas gigantes, a manos del nuevo Príncipe. Nada más y nada menos que eso. Pero tampoco depende de él. Argentina es soberana y no lo es. Nuestro país se desarrolla en un contexto, que influye sobre su existencia. Está claro que tanto Estados Unidos, como su institución financiera asociada, el FMI, no quieren ver crecer nuevas experiencias populistas o autónomas de sus políticas en el continente. En los tres meses que faltan para que Fernández, si finalmente gana en octubre, se haga cargo del gobierno y el poder, intentarán obtener compromisos en ese sentido. Es obvio, que la debilidad en que sumió Macri al país, perjudica las chances de negociación del peronismo. Ya sabemos que una característica de estos tiempos, es que el poder financiero internacional subordina la democracia a la globalización. Por eso, el viaje en el tren fantasma será, en cierto modo, inolvidable.

VER ENTREVISTA A CLAUDIO CALLIERI: “Las oligarquías generan catástrofes económico-financieras a través del endeudamiento externo”

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