La crisis económica que desataron las PASO puso en riesgo la gobernabilidad del país y alteró el escenario existente hasta el domingo 11 de agosto. En ese contexto, el gobernador Juan Schiaretti tiene seis problemas que no tenía: cae la recaudación de ingresos propios desde hace trece meses; la coparticipación federal se redujo 7,2% en los primeros seis meses del año; el paquete de medidas paliativas que puso en marcha el presidente Mauricio Macri le mete la mano en el bolsillo y le saca 3100 millones de pesos a Córdoba; no hay compromiso de pago de la deuda por obras públicas que la Nación tiene con la provincia; tampoco hay fecha para saldar los 2300 millones de pesos que el gobierno nacional adeuda aún a la Caja de Jubilaciones de la provincia; y la deuda pública contraída por su gestión se agrandó en 30 mil millones de pesos en apenas tres días de la semana pasada, para llegar a 201 mil millones de pesos.
A ello, se le suma una séptima complicación: no posicionarse junto a Alberto Fernández en las recientes PASO lo dejó como un jugador importante, pero de segundo orden dentro del tablero político del peronismo. En su reemplazo al sistema de poder de los gobernadores, llegaron dos mandatarios de provincias “grandes”, como el santafesino Omar Perotti, electo este año, y el entrerriano Gustavo Bordet. Perotti tiene buena sintonía con Schiaretti, pero en su provincia no sólo triunfó él, sino que hizo ganar a los Fernández, con una soberbia elección en Rosario incluida.
Mientras esto sucede, el mandatario cordobés sigue ordenando a su tropa con el mandato de “defender Córdoba”, votar la lista corta, jugar con equidistancia de los dos grandes jugadores políticos, y festejar que ganó la reelección hace apenas tres meses: Mauricio Macri y el propio Fernández. Esa ubicación no le reditúa grandes beneficios, porque el presidente está más cerca del abismo que de un milagro, por lo que su misión política ahora, es la de sobrevivir. Dicho de otro modo: necesita más a Schiaretti de lo que pueda concederle o solucionarle por su posición “neutral”.
Se le suma a todo ello, que el propio peronismo liderado por Alberto, Sergio Massa y los gobernadores ocupa el lugar de los “moderados” en el mapa político nacional, además de ser los que derrotaron a Macri. Por lo que tampoco tiene espacio en el discurso para desarrollar la jugada con la que se ganó un lugar de preeminencia hasta hace pocas semanas.
El costado económico también lo pone contra las cuerdas. Todo el orden que supo construir a partir de su estrecho vínculo con Macri, comienza a derrumbarse por la turbulencia que generan los mercados contra el gobierno nacional. La presunción de los capitales financieros internacionales de que se termina un ciclo de beneficios y privilegios y que se inicia otro, del que todavía no tienen certezas, los tiene con ataques de pánico. La gestión ingresa en un tembladeral. Otra vez, el único camino para salvarse lo conduce a Fernández, no al presidente.
Una fuente del peronismo le dijo a este medio que el gobernador cordobés sigue siendo necesario para los Fernández: es el jefe de una provincia muy importante para el país, que aumenta su relevancia en esta crisis; y porque, aunque sea, debe estar en la foto familiar. La otra razón, es que se trata de un gobernador respetado por algunos operadores financieros, básicamente, porque nunca estuvo con Cristina Fernández de Kirchner. A eso, debe agregarse su trayectoria personal, su gestión, los préstamos que tomó y sus vínculos, que lo convierten en un hombre al que muchos de los dueños del dinero, le creen. “Obviamente, cuanto más tarde en negociar su ingreso, menos valor va a tener. Hay muchos jugadores para el mismo puesto”, graficó.
Desde el PJ nacional todo el tiempo hay llamados a los operadores de “el Gringo” y a los peronistas que están en los gobiernos locales. “Si Schiaretti no cierra rápido, hay otros dirigentes importantes dispuestos a sumarse a (Carlos) Caserio y (Martín) Gill”, señaló la misma fuente. Ambos, fueron los primeros en “cerrar” un acuerdo con Alberto Fernández.
Pese a todo, mucho más que las palabras, los contactos y las imágenes, lo que más parece empujar a Schiaretti a las costas donde habitan los Fernández, es la magnitud del desastre.