El ciclo del peronismo neoliberal abierto el 20 de diciembre de 1998 en Córdoba, con la victoria de José Manuel De la Sota y Germán Kammerath sobre la fórmula radical compuesta por Ramón Mestre y Miguel Ángel Abella, tuvo en el fallecido ex presidente Carlos Menem a un actor fundamental. La alianza de Menem con De la Sota le permitió al PJ de Córdoba vencer al radicalismo y desde ese entonces gobernar la provincia sin interrupciones modelando el poder a su antojo y conveniencia.
Como fruto de aquel acuerdo, Kammerath, dirigente de la UCeDe (Unión de Centro Democrático) y funcionario del presidente riojano en la administración nacional, se convirtió primero en candidato a vicegobernador y luego a intendente de Córdoba capital.
Por esa vía, De la Sota unificó a todas las vertientes peronistas y sumó a un candidato con fuerte predicamento electoral en la provincia, además del apoyo político y económico del gobierno nacional a aquella campaña. Ese modelo de alianza de centro-derecha ha sido, luego, un factor importante en las sucesivas victorias electorales del peronismo local hasta la fecha. Siempre encabezadas por De la Sota o Juan Schiaretti, este esquema se repetiría durante dos décadas .
Kammerath no era cualquier dirigente. Había sido central desde la Secretaría de Comunicaciones de la Nación para la consolidación de las privatizaciones y el ciclo neoliberal. Desde allí estableció las reglas de apertura del mercado de las telecomunicaciones que consolidaron su desarrollo híper concentrado, privatizó el control del espectro radioeléctrico a la empresa Thales Spectrun, facilitó un rebalanceo tarifario con el que las telefónicas obtuvieron 28 mil millones de dólares extras, y extendió distinto beneficios a empresas como Correo Argentino que gestionaba el grupo Macri.
El ex intendente de Córdoba, Germán Kammerath. (Foto: Gentileza La Voz del Interior).
Por ejemplo, a este último grupo le había reconocido en 1999 que la suma de 98.836.000 de pesos – dólares que el Grupo Macri había pagado a empleados del Correo por sus retiros voluntarios, debía acreditarse como parte de las inversiones a las que se había obligado por la concesión del servicio de correo.
Si bien la privatización de Entel en 1990 había sido realizada por la ucedeista, María Julia Alsogaray, las reglas de la estructura jurídica y económica del negocio que perduran hasta hoy fueron obra de Kammerath.
A su vez, al convertirse en intendente de la capital, acumuló denuncias por corrupción de todo tipo y fue condenado por una de ellas en octubre de 2015, acusado de beneficiar con un contrato de seguimiento satelital a la empresa Radioaviso.
De la Sota, por su parte, pondría en marcha en la provincia lo que se denominó “un menemismo tardío”, por el alineamiento de Córdoba con las políticas neoliberales que serían derrotadas en las elecciones nacionales de 1999. De hecho, su intento privatizador del Banco de Córdoba y la Empresa Provincia de Energía (EPEC) fracasó porque voló a la estratósfera el modelo neoliberal impuesto por Menem y timoneado por otro cordobés, Domingo Felipe Cavallo, en 2001. Aquella crisis derivó en la salida anticipada del gobierno del radical Fernando De la Rúa, dejando un tendal de muertos a causa de la represión policial.
Sin embargo, los pilares de ese modelo (tanto en los ’90 como durante las gestiones del PJ cordobés), trastocaron Córdoba, convirtiéndola en una provincia diferente a la que emergió del proceso industrializador del peronismo en los ’40 y 50’, basada ahora en un patrón de acumulación agro-alimentario asociado al mercado global. Del viejo modelo sobrevive un cada vez más débil entramado industrial y, en paralelo, el complejo automotriz, sobre todo como “armaduría” y como parte de la cadena global del automóvil, pero ya no como eje del desarrollo industrial.
De la Sota, por lo tanto, no ganó por la promesa de reducción del 30% de los impuestos, como dice el mito de aquel comicio. Triunfó por el apoyo de Menem y su delfín Kammerath y luego desarrollaría aquí el modelo neoliberal y un sistema de poder que no admitiría disidencias.
La Córdoba que desde 2015 vota a Mauricio Macri primero votó a Carlos Menem. El riojano incluso venció a Eduardo Angeloz en “el mano a mano” en 1989 (44,6% a 42,3%). Pero el ex gobernador cordobés, que lo enfrentaba en la presidencial de ese año, lo derrotó por la sumatoria del partido de la jujeña María Cristina Guzmán que también llevaba la fórmula radical en su boleta y acumuló un 6%. Más tarde, en 1995, Menem obtendría un 43,78%, encabezando el binomio más votado. Y también vencería en la primera vuelta de abril de 2002, después del estallido de la Convertibilidad, aunque en esa oportunidad con 28,42%. Segundo sería en esa elección, Ricardo López Murphy con poco más del 22%. Ya se sabe la historia, el caudillo riojano no se presentó a la segunda vuelta y Néstor Kirchner llegó a la presidencia.
Resulta imposible, en consecuencia, elaborar una argumentación que explique el comportamiento social, económico y político actual de la provincia sin incluir el ciclo neoliberal que Menem lideró en Argentina junto a Domingo Cavallo y la Fundación Mediterránea en los 90’.
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