A las seis de la mañana del martes los enfermeros se dieron cuenta de que Marcos Roberto Manzano (37) ya no respiraba.
Había ingresado a la enfermería del complejo MX2 de Bouwer por una sobredosis. Sobredosis de una droga, probablemente cocaína o pastilla, que nunca debió haber ingresado a esa cárcel.
Manzano era bastante conocido en la institución porque fue uno de los que participó del sangriento motín de febrero de 2005, en la cárcel de San Martín. La Justicia lo condenó por haber estado entre quienes infructuosamente intentaron -de modo bastante grosero- huir a bordo de un camión que terminó su breve lapso de libertad incrustado a pocos metros del alambrado de la cárcel. En esa fallida escapatoria murieron tres ocupantes del camión, un agente penitenciario que era llevado como escudo humano, y un policía que intentaba repeler la fuga. Manzano fue condenado a 2 años y medio de prisión, ya que iba en la parte posterior de la caja y no se logró probar que los que iban allí estaban al tanto de la presencia del rehén.
Al declarar ante el tribunal que lo juzgó, la Cámara Séptima del Crimen, Manzano -habitante de barrio Los Filtros en su tiempo de libertad- admitió que tenía el primario incompleto, que padecía asma y convulsiones y que era adicto a la cocaína y a las pastillas.
Hasta la noche del lunes, doce años después de aquel episodio, su cuadro clínico revestía importante gravedad, al punto que el médico había dejado la instrucción de que debía ser controlado a cada hora. Pero el enfermero durmió toda la noche, y el custodio habrá juzgado que no era necesario controlar.
A las 6 de la mañana se dieron cuenta de que el paciente ya no presentaba signos vitales. Falleció a causa de un paro cardíaco.
Nadie intentó salvarlo, ni reanimarlo, ni trasladarlo. Sencillamente por que nadie si quiera se dio cuenta de que se estaba muriendo.
Tampoco nadie del Servicio Penitenciario de Córdoba ni del Ministerio de Justicia del cual depende se tomó el trabajo de informar sobre el triste desenlace durante la jornada de ayer. Quizás sea, una vez más, porque se entiende que hay muertes que no merecen ser lloradas.
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