La Cámara Quinta del Crimen condenó sólo a uno de los cinco policías que estaban acusados de haberle propinado una salvaje paliza, con disparos de balas de goma a corta distancia incluidos, a los hermanos Daniel y Zoilo Palacios el 8 de junio de 2011 en barrio Loza de Río Ceballos. Los jueces impusieron la pena de cuatro años y medio de prisión y ocho años de inhabilitación para el oficial Gerardo Federico Gómez, por los delitos de “lesiones graves calificadas”, “lesiones leves calificadas” y “vejaciones”.
La paliza comenzó cuando Zoilo y su hermanito de 10 años juntaban leña y un móvil policial se acercó para pedirles documentos. Zoilo no los tenía. El caso fue un ejemplo del comportamiento patoteril que en ocasiones caracteriza a la fuerza y de la violencia que habilitaba el viejo Código de Faltas. La negativa a identificarse, hasta hace poco, era una contravención.
Gómez era la máxima autoridad de aquel operativo. Los otros imputados, los suboficiales Fabián Nicolás Martínez, Matías Roberto Salce, Roxana Campos, y Marcos Alberto Simbrón, fueron absueltos. Los funcionarios llegaron a juicio acusados de “lesiones leves” y “vejaciones”, pero el fiscal Fernando Amoedo solicitó que se agrave la calificación a lesiones graves, debido al tiempo que le llevó a Zoilo curarse de las heridas. En su alegato, Amoedo pidió cuatro años para Gómez y penas de entre 1 año y 2 años y medio para el resto.
En el juicio también se dirimía una acción civil contra la Provincia de Córdoba, que finalmente resultó condenada. Por la conducta abusiva y violenta de sus funcionarios públicos, el Estado deberá pagar 66 mil pesos a Zoilo y 36 mil a Daniel, por los daños ocasionados.
EL CASO
El mediodía del 8 de junio de 2011, Zoilo Palacios, por entonces de 27 años, fue acompañado de su hermano menor hasta un campo cercano a buscar leña. Según la acusación, Zoilo vio llegar un móvil con dos agentes. Los mismos que, según declaró en el juicio, lo venían acosando desde hace tiempo.
–Documentos.
–No lo traje, pero si quiere le digo. Anote: treinta y un millones ciento…
– ¿Qué, te la vas a tirar de malo, putito?–, escuchó por respuesta.
Dos vecinos –Adrián Flores y Silvia Moreno– que pasaban por allí en un vehículo vieron la escena y decidieron parar. El muchacho les pidió que avisaran urgente a su familia. “Cuando estábamos por retirarnos a buscar al papá de Zoilo escuchamos que un policía lo insultaba por lo bajo, provocándolo. Entonces decidimos quedarnos y llamar por teléfono”, explicó Flores durante el juicio. Mientras esperaban aparecieron en el lugar una camioneta CAP y otro móvil. Zoilo padre llegó junto a su hijo Daniel, de 26 años, a bordo de un Rastrojero y encontró a sus dos hijos sentados sobre la leña, rodeados por seis policías.
– ¿Qué quieren ahora? ¡Ya me tienen cansado!–, exclamó el hombre.
La situación estaba controlada, hasta que el subinspector Gerardo Gómez le dio una cachetada a Zoilo y quiso meterlo por la fuerza en un móvil. El chico se resistió. Entonces, lo que comenzó como “un control de rutina”, como explicaron los uniformados, se transformó en un desmán de piñas y culatazos entre los seis policías y los dos hermanos Palacios. Fue el propio Gómez quien decidió ponerle fin a la pelea con un disparo al aire realizado con una Itaka que tenía municiones (AT) Anti Tumulto. Los otros dos tiros fueron dirigidos al cuerpo de Zoilo.
– ¡Me pegó el hijo de puta!–, dijo el oficial antes de dispararle. Erró el primer tiro, y a un metro y medio de distancia, impactó el siguiente en la pierna del muchacho. Después hubo más culatazos y patadas en el piso, donde quedó la sangre y la leña desparramada.
Según explicó el fiscal Amoedo, el hecho es complejo porque tiene muchas etapas. La pelea y el disparo fueron apenas el comienzo. En lugar de ser llevados a un centro de salud, los dos hermanos y su padre fueron trasladados la comisaría de Río Ceballos y encerrados en dos calabozos distintos. Según declaró Daniel, fueron golpeados y “verdugueados” toda la noche. “Uno de los policías le metió el palo de goma en la herida a mi hermano y también se lo pasaba por el culo, así sobre la ropa. Le decía que igual se lo iban a romper en la UCA”, contó en la causa. Desde su calabozo, Zoilo padre escuchaba los alaridos de sus hijos y gritaba: “No les peguen más a los chicos”.
El abogado de los Palacios, Juan Rivero, se mostró conforme con la sentencia. Sostiene que aunque hubo un solo condenado, “un poco por la circunstancia tan violenta que vivieron”, los Palacios no pudieron individualizar los golpes que recibieron de parte del resto de los imputados, lo que abría el panorama a dudas.
waldo.cebrero@enredacción.com.ar
Cómo comunicarse:
Redacción: [email protected]
Lectores: [email protected]
Equipo de Investigación: [email protected]