La vida que los chilenos hicieron desde el golpe de Estado de 1973, termina a las siete de la tarde. Desde ese momento, llegan los manifestantes contra el gobierno del presidente Sebastián Piñera y la sociedad de mercado impuesta por el dictador Augusto Pinochet, tanto durante su administración como a través de la Constitución de 1980, con la que impuso un modelo de control social aún vigente.
A las 6 de la tarde, los soldadores llegan a los bancos, comercios, tiendas y supermercados y además de poner persianas metálicas para sellar las puertas y vidrieras, sueldan costuras en los bordes para que no puedan entrar las barretas. De este modo, si alguien decide saquear tendrá un obstáculo difícil de franquear. En los grandes malls o tiendas que se esparcen por la ciudad, hay alambre de púas en las cercas, portones soldados, y hierros que los sostienen desde atrás para que se haga más complejo derribarlos. La imagen es parecida a la de una cárcel.
Semejante parafernalia defensiva es producto de los saqueos que afectan a la ciudad. Esta práctica es realizada con dos fines: están los que roban, que según los testimonios, son los menos; y los que sacan las mercaderías y muebles a la calle en señal de protesta, para luego tirarlos a las hogueras y alimentar el fuego, que serían, según los mismos consultados por ENREDACCIÓN, la mayoría. Un mozo venezolano de un restaurante de comida peruana del centro, cuenta que con los pequeños comercios no ha pasado casi nada. Parece tener razón, ya que el foco de la acción política son los bancos, las AFJP -las administradoras de fondos de pensión, las cadenas de farmacias, las tiendas, y los comercios de electrodomésticos.
Por la mañana, antes de empezar la jornada, vuelven los mismos soldadores y con moladora en mano rompen lo que había soldado para dejar entrar a los trabajadores y que se reavive la vida comercial o de servicios. Por cierto, dicen que no dan abasto para satisfacer a todos los clientes y es, si se quiere, una de las actividades económicas que sacan provecho de la compleja situación política, social y económica. Un trabajador de esta rama, cobra 5000 pesos chilenos (384 pesos argentinos al cambio de 13 pesos de este martes) para soldar, y 3000 para romper lo que hicieron el día anterior (230 pesos argentinos). Cada uno, tiene entre 4 y 5 clientes comerciales, lo que arroja entre 32 y 40 mil pesos chilenos por jornada (de $2461 a $3076).
Un dato comparativo es el salario mínimo en Chile, que apenas supera los 300 mil pesos chilenos ($23.000) o la jubilación, que ronda los 120 mil pesos chilenos ($9230). Un kilo de pulpa de cerdo cuesta 3200 pesos chilenos ($246). En un bar, un café en jarrito tiene un valor de 1500 ($123); un agua mineral con gas o sin gas, 1800 ($138); un jugo natural, 3000 ($230); y una porción de torta, 3500 ($269). Un hotel de tres estrellas se puede encontrar por alrededor de 39 mil pesos chilenos la habitación doble ($3000).
El soldador consultado dice que en el último mes, reunió 1,2 millones de pesos chilenos (unos $92.000), una suma cuatro veces superior al salario mínimo.
Las costumbres de los habitantes de Copiapó cambiaron desde que el 6 de octubre el presidente Piñera dispuso el aumento del pasaje del Metro en Santiago. Las manifestaciones pacíficas y violentas se convirtieron en moneda corriente y aún continúan. Entre el viernes y el domingo, que estuvimos en esa capital provincial chilena, no hubo incidentes graves o saqueos, pero el viernes, centenares de jóvenes se reunieron en la plaza central para exteriorizar sus demandas. Rompieron vidrios de algunos edificios, entre ellos el de una AFJP que estaba a media cuadra del hotel donde nos hospedábamos.
La dura represión de los carabineros ha producido 24 muertos en todo el país trasandino desde que se iniciaron las protestas anti-capitalistas y anti-sistema político. Hay, además, 2.808 heridos, 7.259 detenidos y numerosas denuncias de violaciones a los derechos humanos y abusos sexuales por parte de los efectivos de esta fuerza de seguridad estatal.
Vestidos con su tradicional uniforme verde, los carabineros recorren las calles de la capital de la Región de Atacama (las regiones son equivalentes a las provincias argentinas) y ninguno es de allí. La estrategia militar, es que los efectivos provengan de otros puntos de la Nación para que no tengan vínculos con las comunidades donde intervienen. Por cierto, semejante nivel de violencia represiva, ni las medidas anunciadas por Piñera, como la reforma de la Constitución, han podido cerrar el conflicto, que parece mantenerse vivo.
En Copiapó habitan alrededor de 200 mil personas. La ciudad se ubica a unos 800 kilómetros al Norte de Santiago. Está a la misma altura que las provincias de Catamarca y La Rioja, del lado argentino. Su principal actividad es la minería, ya que en la cordillera se explotan numerosos yacimientos de cobre. También hay una planta de fundición de cobre en Paipote. La agricultura, a través de la producción de uva, es la segunda actividad en importancia. Como sucede en buena parte de Chile, el comercio tiene una fuerte vitalidad. Luego, los cercanos puertos de aguas profundas de Caldera, Chañaral y Huasco, son fundamentales para transportar el cobre y la uva a los mercados de exportación chilenos.
Apenas a 45 kilómetros de esta ciudad, el 5 de agosto de 2010, fue donde se produjo el accidente en el yacimiento San José, que dejó atrapados a 33 mineros, a 700 metros de profundidad. El derrumbe fue en una mina de oro y cobre, perteneciente a la compañía San Esteban. Los mineros fueron rescatados uno a uno en la madrugada del 13 de octubre, en un hito que tuvo en vilo al planeta a través de la televisión.
La infraestructura de Copiapó en la Tercera Región chilena es envidiable. La conexión es rápida, directa, y señalizada a la perfección. Todo está indicado. Las venas de Chile parecen las autovías que comunican a la ciudad con sus alrededores, las minas, el puerto y las playas de la Costa del Pacífico. A su alrededor y hacía los faldeos cordilleranos se levanta la ciudad. Allí es donde cruje la desigualdad. Madera, madera y más madera es el material predominante en la construcción. Precariedad, en un punto, similar a la de las villas argentinas, con la diferencia que aquí sobresale la chapa y en Chile, la madera. Sin embargo, la diferencia es que los alrededores de Copiapó y la misma ciudad están llenos de casas de madera. La mayoría de la ciudad tiene casas de madera. Sólo el centro y otras zonas residenciales más acomodadas, tienen viviendas de material. Sus calles interiores, las que están fuera de las autovías, son angostas y las de las barriadas que se encuentran a los lados de las autovías y en las laderas, más finitas aún.
La vida nocturna es mucho más acotada a la que tenemos en Argentina. Restaurantes y restobares, algunos pubs y varios clubes nocturnos están abiertos el sábado en la noche. La diversión se divide claramente por sectores sociales. Nosotros decidimos extender la noche en un pub especializado en pisco, llamado Piscología, en la zona llamada La Alameda. Una cerveza cuesta allí 3000 pesos chilenos ($230). Los tragos a base de Pizco, bastante más. La carta tiene una veintena de propuestas.
Se trata de manifestantes que tienen ideas anarquistas, trotkistas y de izquierda marxista y no se ven expresiones con la firma de partidos políticos. Las paredes son altavoces de las reivindicaciones, como se puede apreciar en las imágenes de este artículo. El eje de las protestas es contra los elevados precios de los alimentos, medicamentos y transporte; la educación y salud privatizadas; la jubilación en manos de las AFJPs; el lucro que obtiene el sistema financiero y el comercio; y el sistema político y de medios.
Hay un fuerte apoyo social a los reclamos, sin embargo, todos los consultados dicen que no coinciden con los métodos de los manifestantes. Pese a ello, nadie se expresa en tono de censura con lo que hacen. Se parece más a una aclaración defensiva, un “por las dudas”, ante la pregunta de un desconocido.
Una empleada de un comercio, cuyos cuatro locales fueron atacados por los manifestantes en los días previos, y tiene todas sus vidrieras tapiadas, asegura que la gente no puede comprar medicamentos por los altos precios que tienen y que las prepagas de salud tienen costos muy elevados para la mayoría de los chilenos.
No hay “toque de queda”, pero el sábado a la noche y el domingo a la madrugada, por las calles, pareciera que lo hubiera, ya que caminan muy pocas personas. Al igual que sucede en las protestas, la enorme mayoría de los que cruzamos son jóvenes. Mientras, la plaza central está desolada. Allí sólo caminan un carabinero y una travesti que ejerce la prostitución y que se ha quedado sin clientes.