Noche del 22 de junio de este año. Jurisdicción de la comisaría sexta, en barrio Altamira. No hay por ahora datos precisos de la calle. Sí de lo que sucedió.
Dos camionetas interceptan al vehículo donde se conducía el exjefe de la Policía de Córdoba, Julio César Suárez. Uno de los que se baja de una de esas pickups es otro exjefe: Ramón Ángel Frías.
Discusión, gritos, insultos y ambos exjefes se van a las manos. El resultado: después de una corta pelea mano a mano, y sin intervención de terceros, uno de ellos terminó noqueado en el piso.
“¡Ahora denunciame si querés, hijo de puta! ¡Denunciame si tenés huevos!”, le gritaba el victorioso. Obviamente, el derrotado no denunció.
Ese breve relato describe lo que que habría sucedido en una zona bastante “complicada” de la ciudad, de donde por lo general surgen noticias vinculadas al narcotráfico y la violencia urbana.
Quien padeció en su propio mentón los golpes fue Julio César Suárez, máximo responsable de la fuerza policial entre el 9 de diciembre de 2013 y el 11 diciembre de 2015, cuando asumió Juan Schiaretti y lo relevó del cargo.
Quien lo dejó sangrando en el piso luego de haber descargado su furia fue Ramón Ángel Frías, cuyo paso por el máximo sillón de la Jefatura de Policía fue entre el 2 de enero de 2013 y el 16 de septiembre de 2013, cuando debió renunciar salpicado por las esquirlas del narcoescándalo.
“¡Ahora denunciame si querés, hijo de puta! ¡Denunciame si tenés huevos!”, le gritaba el victorioso. Obviamente, el derrotado no denunció.
Tanto Suárez como Frías fueron nombrados jefes durante la tercera gestión de José Manuel de la Sota.
Aquella riña nocturna de tan encumbrados gladiadores no pasó inadvertida en una jurisdicción con alta presencia policial. De hecho se llevó a cabo un procedimiento policial en el que se habría entrevistado a ambos contendientes (que además guardan cierto grado de parentezco), y dejado registro de los detalles de aquella pelea (entre otros datos, los dominios de las dos camionetas -una blanca y una gris- que interceptaron el vehículo de Suárez).
Una de las versiones recogidas por ENREDACCIÓN indica que previo a la pelea se habría concretado un encuentro entre Frías y Suárez en un bar de barrio General Paz, en la esquina de 25 de Mayo y David Luque. Y que luego la pelea se dio en barrio Altamira, sin precisar la ubicación.
Pese a lo sucedido, ni la novedad de la pelea, ni otros datos que permitan indagar sobre las motivaciones de ella, se dejaron conocer. Hasta hoy.
ZONA DE “CONOCIDOS”
Hablar de “zonas rojas” en una ciudad conduce necesariamente a estigmatizar a quienes viven allí y a proponer una especie de profecía que sus habitantes muchas veces se encargan de autocumplir.
Aclarado esto, no se entiende a primera lectura qué hacían Frías y Suárez aquella noche de junio en esa zona de la ciudad, caracterizada por ser un área dominada por reconocidos narcotraficantes como el Tuerto Cacho (Raúl Cuello) y el Chancho Sosa (Alejandro Sosa).
Y entonces, salvo que los dos protagonistas de la pelea lo aclararan por propia voluntad, cosa bastante difícil, se ingresa en el terreno de las hipótesis y las especulaciones.
No sabemos por qué fue la pelea, pero da para pensar, porque todos sabíamos que cuando Suárez era jefe, en realidad el que mandaba desde las sombras era Frías”, especuló René Zabala, cabeza visible del gremio policial.
A lo largo de su carrera policial, cuyo punto cúlmine fue la Jefatura, a Frías se lo conoció por ser un jefe “con mucha calle”, tal vez demasiada, teniendo en cuenta su cercanía con ciertos elementos de la delincuencia. A Suárez, por su parte, se lo caracterizaba por haber sido siempre un subalterno muy obediente y productivo, y de poca iniciativa propia.
Desde el final de su carrera policial y hasta la actualidad, Suárez ha quedado envuelto bajo las sospechas por la ruidosa desaparición de 72 armas reglamentarias robadas el 16 mayo de 2015 del subsuelo de Jefatura, episodio que el entonces jefe se encargó con todo su esfuerzo de ocultar. Tanto se encomendó en esta tarea, que actualmente es investigado por el posible delito de encubrimiento.
ARMAS PERDIDAS
El siguiente cabo que se ata a partir de estos dos últimos datos, es el lugar donde se dio la pelea entre Frías y Suárez: la sexta, barrio Altamira, zona de la ciudad donde aparecieron algunas de esas armas (auto)robadas de la policía, muchas de las cuales fueron a parar al hampa.
En agosto último se conocieron declaraciones del subcomisario Guillermo Gasser Carrillo, uno de los cuatro imputados por el robo de armas. Sus dichos complicaban directamente a Suárez, a quien señala como responsable de un plan para encubrir aquel episodio. Similar tenor tuvo la exposición del exjefe de la División Armamentos, Sebastián Vaca, quien aseguró que conocida la novedad del faltante, notificó al entonces jefe de la fuerza.
No hay certezas de que la pelea haya obedecido a algún entuerto relacionado con esta situación. Pero “tampoco se lo puede descartar”, según lo entiende René Zabala, secretario general de la Unión Policías y Penitenciarios (UPPAC). “Por algo se ocultó este episodio, que debió haber sido informado”, dijo Zabala, aportando el dato de que “una hija de Frías trabaja como sumariante en la Seccional Sexta, donde tiene que haber ingresado el procedimiento”.
El caso quedó “QTA”, según la jerga policial. ¿Qué significa? “Se le bajó línea a todo el personal actuante, al que toma conocimiento y participación al momento, de que nadie haga nada; que no se lo comunique”, explicó.
“No sabemos por qué fue la pelea, pero da para pensar, porque todos sabíamos que cuando Suárez era jefe, en realidad el que mandaba desde las sombras era Frías”, especuló la cabeza visible del gremio policial. En tal sentido, Zabala apunta a una posible participación o responsabilidad de ambos sobre el escándalo de las armas. Y se permite especular: “No sé si habrá quedado un vuelto entre ellos, o si alguno de los dos quiso sacar los pies del plato. Pero la pelea fue brutal”.
Cómo comunicarse:
Redacción: [email protected]
Lectores: [email protected]
Equipo de Investigación: [email protected]