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Cultura

Tienes un-e-mail: Tamara Tenenbaum y Pedro Mairal presentan sus libros intercambiando correos electrónicos

Tamara Tenenbaum y Pedro Mairal presentan Nadie vive tan cerca de nadie y Breves amores eternos, respectivamente. Foto Gentileza Editorial Planeta.

Todo tipo de evento público fue cancelado a raíz de la expansión del COVID-19 en el mundo. Los lanzamientos de libros, que reúnen a los escritores con sus lectores, no son la excepción, pero Tamara Tenenbaum (1989) y Pedro Mairal (1970) se las ingeniaron para concretar la presentación de Nadie vive tan cerca de nadie y Breves amores eternos, respectivamente.

El miércoles realizaron el primer intercambio de mails hablando sobre sus nuevas obras y dialogando acerca del impacto del coronavirus. Durante toda la semana, los interesados pueden recibir en sus casillas de correo la correspondencia virtual entre los autores.

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La primera carta la envío el creador de Una noche con Sabrina Love, quien le pidió a su interlocutora “un poco de futurología” preguntándole si le parece que esto es un cambio de época o de paradigma. “Cuando se pueda salir a la calle, ¿te parece que las formas de vincularse van a seguir igual que antes?, indaga virtualmente. También está intrigado por si escribiría un relato sobre la pandemia o algún acontecimiento similar.

Tamara respondió de inmediato. En una hora, un nuevo correo había en la bandeja de entrada de Mairal, en el que decía: “Creo que hay que esperar. Bah, yo estoy esperando. A que aparezcan esas historias chiquitas que no se puedan inventar con la pandemia como telón de fondo”. Además, se anima a contarle de sus rutinas laborales durante la cuarentena. “Me da risa estar cumpliendo deadlines para un mundo que no se sabe si sobrevive, pero creo que a todos nos sirve (a los que trabajamos y a los que piden el trabajo) colaborar con la idea de que todo sigue igual”, tipió la autora de El fin del amor.

LAS CARTAS

CARTA DE PEDRO

Hola Tamara

Gracias por la idea de hacer esta presentación vía mail. Y por llevarla a cabo.

Antes de hablar de Nadie vive tan cerca de nadie y de Breves amores eternos, quería preguntarte cómo estás viviendo la cuarentena en plena pandemia, si estás escribiendo. Y, pidiéndote un poco de futurología, saber si te parece que esto es un cambio de época o de paradigma. Cuando se pueda salir a la calle, ¿te parece que las formas de vincularse van a seguir igual que antes?

Yo no estoy pudiendo escribir nada. Quizá porque ya escribí alguna vez una novela distópica. Pero más probablemente porque estoy entre hipnotizado y aterrado frente a lo que está pasando. Se está escribiendo sola y a toda velocidad la historia distópica más impresionante. Cruceros a la deriva en cuarentena. Zombies asintomáticos (eso a nadie se le ocurrió). Superposición de talent shows en los balcones de la cuadra. Animales en las calles vacías. Nuevos tejidos sociales. Hoteles alojamiento y estadios de básquet como hospitales de campaña, donde moriremos mirándonos en el espejo del techo o frente a una tribuna vacía. ¿Se viene lo peor? ¿Se puede escribir todo esto, Tamara?

RESPUESTA DE TAMARA

Yo les tengo miedo a los grandes acontecimientos, digo más allá del miedo de la vida de verdad: miedo a escribirlos. ¿Qué puede uno hacer frente a lo real? Viste cuando te dicen, uh, eso es increíble, lo tenés que escribir. ¿Pero si ya está escrito, si ya es inmejorable, qué puedo sumarle yo? No sé. Creo que hay que esperar. Bah, yo estoy esperando. A que aparezcan esas historias chiquitas que no se puedan inventar con la pandemia como telón de fondo. Sí, eso me pasa a mí. Hay gente que puede hacer grandes cosas con las cosas grandes en el centro, los que hacen películas de la Segunda Guerra Mundial, no sé (aunque por algo la mejor de esas películas es Shoah, el documental ese de nueve horas, y no, al menos para mí, ninguna ficción que nadie se haya sentado a fabricar). Yo no puedo. A mí las tragedias me gustan de costado. Y creo que hay que vivirlas y estar cerca, o investigarlas. Hay que poder contar cosas que no se pueden inventar, y a partir de ahí inventar. Pienso yo, que no sé nada. Me acordaba recién de la historia del telo que allanaron la primera noche de la cuarentena, que incluso parece que había un dealer. O la de la mikveh que clausuraron hace unos días, que salió en varios medios (¿la viste? Aunque nadie parecía entender bien qué es una mikveh). Si yo hubiera estado en el telo o en la mikveh, escribiría sobre eso.

Por lo pronto estos días yo en cambio sigo con mis cositas que no le importan a nadie, mi traducción, mi guión, la nota que tengo que entregar. Me da risa estar cumpliendo deadlines para un mundo que no se sabe si sobrevive, pero creo que a todos nos sirve (a los que trabajamos y a los que piden el trabajo) colaborar con la idea de que todo sigue igual. No me queda claro que sea el fin del mundo como lo conocemos, ni qué significaría eso. Siento que mis amigos están ansiosos de ver eso: leo textos que retuitean sobre el fin del capitalismo, de la globalización, de las fronteras abiertas, de la vida social. Pero bueno, creo que mi generación -que no vio ni siquiera el 2001 más que por la ventana- está ansiosa de acontecimiento. Después pienso en mis abuelos, que nacieron en los años ’30, y vieron la Segunda Guerra Mundial (aunque desde acá, porque sus familias se escaparon), la dictadura, el teléfono, internet, todo. Nacieron en una Argentina en la que podían sobrevivir hablando iddish hasta la primaria, y ahora siguen al coronavirus por televisión porque les acabamos de prohibir los diarios de papel. Si les preguntás a ellos si vivieron dos mundos distintos, o tres, o cuatro, te van a decir que no. No sé quién tiene razón. Lo del fin del capitalismo suena tentador, pero igual, en el fondo, espero que la tengan ellos.

CARTA 2 DE PEDRO

El fin del capitalismo suena muy Zizek. No lo veo por ahora. Aunque puedo equivocarme. Quizá crezcan algunas alternativas incompletas y empiece a existir un híbrido, con trueque de bienes y alimentos. Por el momento, incluso en las zonas agrícola ganaderas, donde hace 15 años la gente tenía unas pocas gallinas, ahora compran huevos empollados de forma industrial en criaderos a 500 kilómetros de distancia. Pero no quiero hablar de lo que no sé. Y hablando de lo que no sé, me puse a buscar imágenes de mikveh en Google. Ahora me obsesioné. No sabía que existían ni conocía su uso. Vi las variantes: los más lujosos como jacuzzis profundos, y los austeros con barandas como de sanatorio, los mini-micro pileta olímpica con escalera y venecita, los históricos y antiguos, tallados en la roca. Descubrí una obra de teatro llamada The mikveh monologues. Y encontré el Sendero de los mikvaot en el Parque Arqueológico de Jerusalem. Gran dato, Tamara. Me hace acordar a cuando me contaste de esos templos para familias con plata, que tienen ascensores de Shabat, que paran automáticamente en todos los pisos, para que nadie tenga que tocar un botón. Parece que hay toda una discusión en estos días en torno a la alteración de los ritos y costumbres religiosas. Algunos rabinos desaconsejan besar el mezuzá en las puertas de entrada para evitar contagios. Y pienso en ese video de mujeres españolas forcejeando con la Guardia Civil que les impedía ir a misa. Alguien estará escribiendo sobre Religión y pandemia.

¿Y nuestros libros? ¿Y la presentación? Como decís, hay que cumplir con los compromisos de un mundo que no sabemos si sigue. Simulemos normalidad. Estoy pensando en Nadie vive tan cerca de nadie en relación con Reconocimiento de terreno, tu libro de poemas y El fin del amor, tu libro de ensayos. No lo tengo todavía claro, pero creo que hay ahí un tríptico donde está todo el tiempo esa extranjería: la mirada de alguien que viene de una familia judía ortodoxa, se sale en parte de eso, y entra en un mundo laico porteño (Ese laicismo falso argentino, que en realidad es un catolicismo que se cree “normal“ y básico. Siempre me sorprendió que en la entrada de Tribunales siga estando ese altarcito de la Virgen y que en algunas salas haya crucifijos). Y también la mirada de una mujer que se crió en una familia únicamente de mujeres y conoce de pronto un mundo donde circulan hombres. El tener un pie en cada ámbito pareciera abrirte los ojos a todo lo que a veces resulta invisible en las costumbres por el hecho de ser tan cotidianas. Aparece en los tres libros el Once, la cultura judía con sus gradaciones de ortodoxia, como territorio del que algunos entran y otros salen. Pienso en cuentos como Niña Yael y Los buenos padres, y en este poema tuyo:

El pasado

De todas las personas
que tienen un pasado
mis preferidas son las chicas
vestidas de ortodoxas
con la pollera y la peluca
y las medias color
hueso
que cuando se agachan
a atarle los cordones
a un Samuelito de tres años
o una Deborita de seis
dejan ver un tatuaje
de un dragón o de un delfín
en la base
de la espalda.

Entonces, la pregunta es sobre tu capacidad para ficcionalizar un mundo que conocés. Quería saber si sentís que te liberó de algo la idea de la ficción, y cómo concebís este libro en relación al de poemas y al ensayo, si te parece que se articulan y funcionan como un prisma con distintas formas de refractar la experiencia

LOS LIBROS

Nadie vive tan cerca de nadie es un libro de cuentos, resultado de deformar las historias de gente conocida, anécdotas que le contaron o que le pasaron a la autora. Son relatos crudos, irónicos, incluso perturbadores, con la familia y la cultura judía en el centro de la escena. En 2018, con este material ganó el premio Ficciones al mejor libro de cuentos inéditos, otorgado por el Ministerio de Cultura. En 2017 publicó el libro de poemas Reconocimiento de terreno, mientras que El fin del amor. Querer y coger va por la sexta edición y será adaptado a una serie por Erika Halvorsen y con Lali Espósito como protagonista.

224 Págs.
Emecé Editores

Por su parte, luego de un paso exitoso por las bateas con la novela La uruguaya, Mairal también llega con un libro de cuentos, Breves amores eternos. Los textos son una especie de muestrario de las posibilidades de la literatura como espejo de los anhelos y los temores humanos. Publico en los distintos formatos literarios, hasta escribió una novela en sonetos El gran surubí, Sus últimos libros son Maniobras de evasión (2017) y Pornosonetos (2018). Su obra fue traducida a más de once idiomas.

336 Págs.
Emecé.

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