El cuarto paro nacional contra el gobierno de Mauricio Macri llega en el peor momento económico de la administración de Cambiemos, con una inflación ascendente y una pérdida creciente del poder adquisitivo de los trabajadores, y, sobre todo, en un escenario de caída de la imagen de la gestión nacional. Mientras el presidente inicia un periplo por Estados Unidos en busca del apoyo de los mercados financieros al programa económico que ahora implementa con la anuencia del FMI, los sindicatos manifiestan el descontento social existente.
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Sin embargo, el paro de 24 horas se produce en un contexto con varios planos en interacción. Por un lado, está el escenario interno. La conducción de la CGT trata de sostenerse en el poder frente a la presión del Frente Sindical para el Modelo Nacional (el FSMN está integrado por el moyanismo, la Corriente Federal que lidera Sergio Palazzo, el frente de gremios aeronáuticos, las CTA, y el SMATA, entre otros) que no cree que el gobierno modifique su plan económico fácilmente y reclama un plan de lucha a mediano plazo para torcerle el brazo. En esta línea, prima una de las viejas máximas de la sobrevivencia política: “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. La conducción cegetista eligió el primer término de la fórmula. Por otro, está el mapa externo, esto es el rol que desempeñan las distintas vertientes del peronismo frente al programa neoliberal del gobierno nacional. Aquí hay dos movimientos, que -por ahora- van en paralelo: por un lado, la CGT logró el compromiso de Miguel Ángel Pichetto de que la reforma laboral, una de las demandas del FMI, no pasará por el Senado; pero sobre el presupuesto 2019, que es el que contiene el corazón del ajuste en el Estado y en la macroeconomía, no hay ningún acuerdo. Sólo un sector de los gobernadores del PJ, donde confluyen el pampeano Carlos Verna, el puntano Alberto Rodríguez Saa, y el tucumano Juan Manzur, podrían apoyar esta línea de intervención. El FSMN, por su parte, trabaja por una unidad del peronismo frente al Presupuesto y para las elecciones de 2019, por eso tiende puentes entre el Frente Renovador de Sergio Massa y el sector de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Por ahora no se conocen con algún grado de éxito, movimientos de cercanía con los gobernadores.
Tanto la CGT, como el FSMN tienen un problema clave que es la posición de la mayoría de los mandatarios del PJ neoliberal, que lideran el cordobés Juan Schiaretti, el salteño, Juan Manuel Urtubey y el entrerriano, Gustavo Bordet.
Tanto la CGT, como el FSMN tienen un problema clave, que es la posición de la mayoría de los mandatarios del PJ neoliberal, que lideran el cordobés Juan Schiaretti, el salteño, Juan Manuel Urtubey y el entrerriano, Gustavo Bordet. El planteo general de este sector es negociar la mayor cantidad de recursos económicos posibles para asegurar las elecciones locales en 2019 y a cambio, garantizar la gobernabilidad al plan de ajuste del Ejecutivo Nacional y el FMI. Por lo tanto, la medida de fuerza se propone presionar sobre el presidente, pero también sobre los gobernadores, que tiene la llave de la mayoría legislativa.
Al igual que Carlos Menem en la década de los ’90, el gobierno apela a la división sindical para evitar que ponga un palo en la rueda del modelo neoliberal en curso y derrotar la resistencia. Espera que la “actitud negociadora” del triunvirato que conduce la CGT prime por sobre los duros del FSMN; primero para ganar tiempo y lograr la aprobación del Presupuesto 2019; y segundo, para evitar un enfrentamiento pleno que podrían complicar aún más la estabilidad política de la gestión macrista. El hostigamiento judicial a los “jefes” gremiales más opositores juega en esa dirección. La dificultad de esta estrategia es el malestar social, esto es la percepción de que el programa económico persigue estos objetivos (desindustrialización, endeudamiento externo, rebaja del poder adquisitivo de trabajadores y jubilados, reforma laboral, apertura de importaciones, etc.) y que las dificultades no son producto de impericias.
El punto, por lo tanto, es la capacidad del movimiento obrero de desarrollar volumen político (o evitarlo desde el lado del gobierno) frente al modelo económico neoliberal del presidente. La huelga y las movilizaciones que se descuentan contundentes, buscan ser un paso en ese camino. Se abre, de este modo, un período en el que los dos modelos -el neoliberal y el populista- chocarán más allá de Macri y la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner.
LOS CUATRO PAROS CONTRA MACRI
Este es el cuarto paro general convocado por la CGT contra Mauricio Macri.
La primera huelga general contra Macri fue el 6 de abril de 2017, duró 24 horas y no incluyó marchas ni movilizaciones.
El segundo, se realizó el 18 de diciembre de 2017. Convocado por 24 horas, fue en contra de la política económica y el proyecto de ley de reforma previsional, finalmente aprobado por el Congreso, y recordado por el feroz enfrentamiento entre manifestantes y fuerzas de seguridad en la Plaza del Congreso.
La última de las huelgas generales por 24 horas se desarrolló el pasado 25 de junio y fue la de mayor convocatoria.
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