Resulta esperable que cuando en Argentina descienda la curva de contagios, enfermos y fallecidos provocados por la pandemia del coronavirus o COVID-19, encontremos un escenario poco deseado, con un exponencial número de pérdidas humanas, materiales, económicas y sociales, con daños directos e indirectos, tal como ocurrió en muchos países del mundo que ya están transitando su etapa de recuperación dentro de la gestión de riesgo de desastre.
El inevitable y creciente avance tecnológico promueve profundos cambios en la vida de todos, pero impacta más en las mujeres indudablemente. Las llamadas nuevas tecnologías, las nuevas formas de usarlas, influyen directamente en la vida laboral y constituyen un aprendizaje y desafío constante.
El trabajo doméstico es una de las bases del funcionamiento del mundo en el que vivimos. Estas tareas, llevan muchísimas horas de esfuerzo y en general se hacen gratuitamente como parte de una actividad familiar. Sin embargo, la carga de su ejecución está asimétricamente distribuida y su peso recae mayoritariamente sobre las mujeres. La distribución asimétrica del trabajo doméstico tiene como consecuencia que las mujeres tengan menos posibilidades de incorporarse en el mercado laboral y, cuando lo hacen, se da en peores condiciones, con salarios menores y mayor informalidad.
De los casi 9 millones de beneficiarios del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), el 61,7% son trabajadores informales o están desocupados, informó la ANSeS. Según el organismo, se trata de 5,6 millones de personas; otros 2,4 millones de beneficiarios perciben la Asignación Universal por Hijo (AUH) o por Embarazo (AUE); 700 mil (7,8%) son monotributistas de las categorías A, B o monotributo social; 180 mil (2,1%) son trabajadores de casas particulares y 120 mil millones (1,4%) son titulares del programa Progresar. La distribución del IFE es marcadamente progresiva en términos de género: el 55, 7% de los beneficiarios que acceden son mujeres.
Si se trata de desarrollar capacidades para formar parte del trabajo del mañana, el avance tecnológico impacta directamente en el mundo laboral. El crecimiento exponencial del avance tecnológico y la virtualidad suponen cambios en la manera de trabajar. Esta nueva economía del conocimiento debe incorporar transversalmente la perspectiva de género a los para visibilizar los estereotipos y desigualdades entre varones, mujeres y el colectivo LGBTTTIQA+.
Según la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo realizada en 2013, una mujer ocupada full time dedica más tiempo al trabajo doméstico (5,5 horas) que un hombre desempleado (4,1 horas). Además, 9 de cada 10 realizan estos trabajos no remunerados mientras que 4 de cada 10 varones no hacen ninguna de las tareas que se contabilizan bajo esta área: no cocinan, ni limpian, no lavan la ropa, no hacen compras en ningún momento del día, una clara cristalización de la división del trabajo. Las mujeres son mayoría en el empleo informal y la brecha salarial llega al 36,8% cuando no están registradas.
Resulta fundamental trabajar sobre la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres, ya que, si las mujeres responden menos debido a la sobrecarga de tareas en el ámbito laboral, se buscará preferentemente contratar hombres ya que estos no participan de la misma manera en las tareas del hogar. Trabajar la política respecto de la “desconexión” pondría poner en igualdad de condiciones al equilibrar la balanza respecto a lo que se espera de cada uno en lugares de trabajo. El proyecto de ley S-723/20 que se presentó en la Honorable Senado de la Nación Argentina busca, consagrar el derecho a desconexión para todos los trabajadores de nuestro país, determinar que nadie puede ser sancionado por ejercer el derecho ni premiado por no hacerlo, el derecho podrá cesar ante motivos urgentes notificados al trabajador y la modalidad por la que se ejerza el derecho será materia de negociación colectiva. En este sentido, establecer motivos por los cuales alguien puede ser contactado también puede contribuir a la igualdad de género, evitando que las mujeres sean contactadas por motivos irrelevantes.
Ante la situación de desastre que nos deja la post pandemia y que genera un alto desgaste en las personas y sus medios de vida, resulta imprescindible el trabajo conjunto del gobierno nacional, provincial y municipal, de la sociedad civil, y el mercado, a fin de gestionar las acciones y estrategias para iniciar la recuperación de nuestro país, en especial de los sectores más vulnerables. Para ello, se debe cumplir con los principios de la recuperación: centrado en las personas, reconstruir mejor (Build Back Better), fortalecer las capacidades, inclusión de todos los actores, necesidades sectoriales, arreglos institucionales, políticas y planes existentes.
En el momento de la recuperación (que puede demorar entre varios meses o algunos años), hay que evaluar las necesidades post pandemia y debe ser aprovechada como oportunidad para atender las bases de la vulnerabilidad, e iniciar con esfuerzo multidimensional (infraestructura, bienes, servicios, tejido social, aspectos psicológicos de las personas, comercio, etc.) el proceso de reactivación social y económica.
Las acciones y políticas que se implementen a lo largo de la recuperación deben tener como única finalidad garantizar en el plazo más corto posible el regreso de la sociedad a la vida cotidiana, que, si bien nunca será igual a la anterior a la pandemia, al menos la reintegración de los derechos los ciudadanos en igualdad de condiciones Por ello, las personas deberán adquirir nuevos hábitos, diversos aprendizajes para vivir en una “nueva normalidad”.
* Natalia Refice es Licenciada en Trabajo Social MP 2999. Especialista en Administración Pública Provincial y Municipal y maestranda en Gestión Política.
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