(Por Soledad Cabral *) El contador y ex funcionario provincial Julio Liksenberg murió habiendo contribuido en la idea y puesta en marcha de uno de los programas sociales más longevos y necesarios para la sociedad cordobesa: el Programa de Asistencia Integral Córdoba (Paicor).
En marzo de 1984, durante la primera gestión del gobernador Eduardo Angeloz, se aprobó la Ley 7078 que estableció, entre los objetivos programáticos del Paicor, “erradicar definitivamente la desnutrición infantil, la repitencia escolar y el abandono material o moral de los niños”. A más de tres décadas de su implementación, esa noble meta ha devenido en letra muerta; lamentablemente vivimos en una provincia que supera la media nacional en niveles de pobreza, con elevados números de deserción escolar y con tristes indicadores de desempeño educativo sobre todo en las escuelas estatales.
El Paicor comenzó como una medida de emergencia, pero hoy se ha naturalizado en la vida de muchas familias. Durante la pandemia, la cantidad de alumnos asistidos creció exponencialmente alcanzando su pico histórico; casi la mitad de los niños y adolescentes que asisten a establecimientos públicos reciben asistencia alimentaria estatal. Este porcentaje es más elevado en algunos departamentos del norte y del oeste provincial donde la asistencia llega a 7 de cada 10 de los alumnos.
Los datos oficiales dan muestra que el PAICor como gasto destinados a educación, más no ligado directamente a la órbita del ministerio de educación, en los últimos 10 años ha sufrido caídas estrepitosas y leves recuperaciones que no alcanzaron para llegar a los generosos valores del 2013.
Para este año, según el Portal de la Transparencia, se proyectó un poco más de 10 mil millones de pesos destinados a brindarles comida a los alumnos de escuelas estatales. Teniendo en cuenta la cantidad de beneficiarios, concluimos que el gobierno de Córdoba destina para la alimentación de cada alumno un valor aproximado de $120 por día lectivo. Sí, ciento veinte pesos por niño para su alimentación diaria.
¿Hace falta remarcar que con hambre no se puede estudiar? Para muchos, esta asistencia alimentaria es el plato nutricionalmente más fuerte, cuando no el único, del día por lo que tiene una importante incidencia a la hora de definir saberes; porque una alimentación saludable permite un adecuado crecimiento y desarrollo en los niños, un mejor rendimiento en la etapa escolar y es la base para una adecuada calidad de vida y salud.
El Paicor fue considerado una estrategia modelo de atención integral de la infancia única en el país y en Sudamérica, hoy está reducido a un bozal de mala calidad destinado a acallar por un momento el hambre.
Estos miles de niños que están recibiendo una mala alimentación, tienen menor rendimiento escolar y es una condena a futuro. Los aleja de un escenario de oportunidades laborales que van en desmedro de su desarrollo personal y también del progreso social, resultando, a mediano plazo, mayores niveles de pobreza.
Es necesario volver al espíritu del programa, asumirlo nuevamente como una política alimentaria seria y responsable en articulación con las otras políticas del Estado para que revivan las características de integralidad y universalidad que otrora lo distinguía.
* Soledad Cabral es abogada e integrante de Familias Por La Educación Córdoba.
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