Cuanto más se adentraba al Delta del Paraná, más lo llamaba el acordeón y Luis Caruana, un hombre del tango, se dejó llevar por las correntadas litoraleñas que le devolvía el paisaje. El bandoneón, su compañero por más de veinticinco años, debió esperar en la orilla, mientras su dueño creaba con la inspiración del río. Así nació Suite del agua, su nuevo disco que, confiesa, le apareció como una crecida y él solo abrió el canal para dejarla emerger. “Me tuve que salir del molde y animarme. No es sencillo cuando creés que pertenecés a un género porque te instalás tus propias etiquetas y barreras, y quebrarlas es difícil, por uno mismo. Nunca había ahondado en la música del litoral, fue creciendo la obra y me llevó a convertirme”, le cuenta a ENREDACCIÓN desde su casa en el Tigre, donde se mudó ni bien comenzó la pandemia el año pasado. Tanto en Córdoba como en Buenos Aires, en la mañana de la entrevista llueve torrencialmente. Los días así son los preferidos de Caruana porque lo invitan al recogimiento, a la creación, a la composición. Si hace calor, se le dificulta el contacto con las musas.
Suite del agua es una delicada obra de música de cámara del litoral de ocho piezas de distinto carácter, con las cuales describe los movimientos del río. El agua es el hilo conductor, mostrando una idea de ciclo, “como la vida, aunque va cambiando, es circular. Sentí que terminar con un comienzo y de manera optimista, en este momento, es original”. Además, invitó a Teresa Parodi, referente indiscutida de la música litoraleña, a escribir y recitar poemas como apertura de cada tema. “El álbum tiene algún punto de originalidad, eso me enorgullece y no está mal decirlo cuando uno siente que aportó algo que no estaba hecho. Me siento contento en la combinatoria de instrumentos, en ese resultado sonoro del litoral que no se había escuchado hasta ahora”, sostiene sobre un álbum que invita a infinitas reproducciones. Cada escucha será un nuevo paisaje sonoro que revela diferentes capas que nadan en la profundidad de ese río musical.
Luis tiene 49 años, nació en Isla Verde y conoció la música en la banda municipal de General Ordoñez, otro pueblo cordobés donde pasó su infancia. Por su padre bancario, sumó varias mudanzas por el país, hasta que a finales de los ’90, un posgrado lo condujo a España. Regresó hace una década cuando ese ciclo se había cumplido. “En un momento allá me empecé a sentir sin raíces y entonces, creativamente nada brotaba fresco, por eso volví”, comparte quien empezó tocando instrumentos de viento, luego siguió con el piano y una vez egresado de la carrera de música en Rosario, quiso ponerse a jugar con el fuelle por su admiración a Astor Piazzolla e inclinación por el tango contemporáneo.
Tiene tres discos dentro del 2×4 y ya se encuentra trabajando en un segundo material sobre la música del litoral. “Es un romance de verano que va a durar, pero es ese amor fresco y explosivo. En cambio, con el tango tengo mucha carga emocional e intelectual. Son distintos amores”, resume.
¿Se despertaron tus ganas de incursionar en otros géneros?
No fue pensando, surgió espontáneamente componer música del litoral. Me fui enamorando del lugar, del rio y fue brotando todo esto. No descarto hacer algo en otros géneros, pero tendría que suceder lo mismo, ese deslumbramiento. Tendría que ser algo que me atraviese y empiece a surgir música desde ahí.
¿Qué tienen en común el chamamé y el tango?
Todas las músicas de raíz, haciéndolo extensible al folclore del norte, a la música de Brasil, al flamenco y al jazz, tienen en común que salen del cuerpo, del interior, salen del contacto con la tierra, con el lugar y desde adentro. No son músicas que surgen de la cabeza, de una persona sentada en un escritorio pensando qué va a componer, no es algo intelectual. Después sí hay un trabajo intelectual, de técnica, de cómo plasmarlo, pero la primera inercia, el brote inicial, tiene que ver con el contacto con la tierra y el alma.
¿La música del litoral está emergiendo cada vez más?
Está despuntando hacia lugares que antes no lo había hecho. Por ejemplo, el tango se llenó de conciertos de bandoneón y orquesta luego de que Piazzolla hiciera el primero, ahora está plagado, casi que hay de más, pero en el caso del litoral, hay muchísimas cosas por hacer. Es el material de la música popular que más vivo está, en el chámame siento un latido muy fuerte.
¿El tango aún tiene capacidad de renovación?
Detecto dos tipos de tango. Hay uno que ya no resiste más cambios, que es el tradicional. Hay que dejarlo así como es y disfrutarlo, no tiene por qué estar siempre reversionado. Y luego está el imperio Piazzolla, un innovador que sigue ocupándolo todo en término de renovación. Después hay muchos intentos de salirse de esas dos variables, pero no creo que florezca un nuevo imperio, surgirán diferentes pueblos. Cada artista es una lucecita, va por el lado de la creación individual. Ese tango hegemónico, no creo que vuelva. Y además, está bien que no vuelva y que se vaya trasformando.
¿La música de raíz no morirá?
Claro. La música de raíz también es la ciudad, porque por más que la raíz no atraviese el cemento, raíz es donde uno pisa. La música del campo y de la ciudad no morirán nunca, las que mueren son las del escritorio, que tienen momento de moda. La música de raíz, la que es del habitante de un lugar, que se pone con una caja a las estrellas, eso no puede morirse nunca. En todo caso transforma.
“Tanto el chamamé como el tango, y todo el folclore, son músicas bailables. No le podés a sacar esa parte”.
Plasmaste la idea de ciclo en tu reciente álbum, ¿la música también es cíclica?
Sí. En general, siempre hubo dos planos que a lo largo de la historia se mantuvieron: la música artística o académica y la comercial. Es cíclico también porque a veces se piensa que un género murió y muchas veces está más vivo que nunca. Como el tango por ejemplo, nunca hubo tantos jóvenes y buenos intérpretes como en esta época. Nada muere, todo va girando y transformándose.
En todos tus discos hay guiño al baile ¿por qué?
El baile es fundamental en estas músicas. Así como la Capital le da la espalda al río, el tango contemporáneo le da la espalda al baile y eso es inadmisible. Es lo de trabajar con la cabeza o el corazón, si uno se sienta en el escritorio no le importa nada. Tiene que tener el pulso del baile, el ritmo, si ahí nació, es su génesis. Tanto el chamamé como el tango, y todo el folclore, son músicas bailables. No le podés a sacar esa parte, sino los bailarines no saben por dónde empezar, siempre tiene que tener pulso.
¿Algún consejo para escuchar Suite del agua?
Sin prejuicios es un buen consejo siempre. En cualquier cosa, el prejuicio te arruina, te cuenta una película previa y te condiciona. Y también aconsejo cerrar los ojos y abandonarse en un viaje ensoñador, durante unos veinticinco minutos, lo que dura un capítulo de una serie de Netflix. No es tanto tiempo y es una experiencia diferente, donde uno va atravesando todo lo que propone la suite: crecida, bajante, amanecer, la fiesta de los isleros… abandonarse a una experiencia musical.
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