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Análisis

La muerte de De la Sota consolida el liderazgo de Schiaretti y abre espacio a una renovación

Es obvio que, en lo inmediato, el jefe único del peronismo cordobés es el gobernador Juan Schiaretti. Sin embargo, se abre un espacio de renovación a mediano plazo.

El gobernador Schiaretti en la velada de gala del pasado 25 de Mayo. Foto: Prensa Gobierno de Córdoba.

El gobernador Schiaretti en la velada de gala del pasado 25 de Mayo. Foto: Prensa Gobierno de Córdoba.

José Manuel De la Sota y Juan Schiaretti han conformado una sociedad política exitosa que le ha dado al peronismo de Córdoba cinco administraciones consecutivas desde 1999, un perfil político y económico definido e influencia nacional. Puede ocurrir, incluso, que este equipo -ya sin De la Sota-  llegue a seis períodos sí, el año próximo, el actual gobernador consigue su reelección.

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Sin el Gallego, el Gringo hereda el poder completo y la responsabilidad de conducir al Partido Justicialista que gobierna la provincia más importante en manos de la oposición.

El PJ de Córdoba desde 1985 se movió al compás de De la Sota, el dirigente que reunía capacidad política y carisma para conducir y disputar con éxito en el territorio electoral. Es decir, un político con hambre insaciable de poder, más un candidato en un mismo envoltorio. Pese a las derrotas que sufrió hasta que obtuvo la gobernación frente a Ramón Mestre el 20 de diciembre de 1998, no había otro jugador equivalente en ese rol.

Otra de las particularidades del fallecido líder peronista fue su olfato político y su capacidad de manejo de los tiempos. No hay ciencia política que sustituya el talento innato de medir el humor social y en eso, De la Sota tampoco tenía par.

Schiaretti, en cambio, tiene su fortaleza en la gestión, la organización y en la lectura anticipada de los escenarios económicos. Su gran aporte al éxito de estas dos décadas en el poder, es haber sabido desarrollar con eficacia su rol en el equipo construido con el ex gobernador. Uno de los grandes desafíos que tendrá ahora, es no caer en la tentación de hacer de De la Sota.

Uno de los grandes desafíos que tendrá ahora Schiaretti, es no caer en la tentación de hacer de De la Sota.

Desde el ejercicio del poder siempre es más fácil construir más poder, pero es más complejo iniciar procesos de renovación. En la hipótesis de que pueda retener el gobierno en 2019, finalizaría su tercer mandato con 74 años en 2023. Renovar al peronismo cordobés y hacer lugar a dirigentes ganadores será, en ese caso, su segundo desafío, ya que -además-en 2023 no tendría la posibilidad de una nueva reelección.

Para el primero de los objetivos del peronismo, el fallecido ex gobernador le dio a su amigo Schiaretti una nueva mano ayer. Las multitudinarias muestras de calor popular que recibió De la Sota demuestran una fuerte corriente de afecto y agradecimiento a su obra política y personal. Ese será un factor poderoso y, posiblemente decisivo, en la elección del año que viene.

Las multitudinarias muestras de calor popular que recibió De la Sota demuestran una fuerte corriente de afecto y agradecimiento a su obra política y personal. Ese será un factor poderoso y, posiblemente decisivo, en la elección del año que viene.

En ese sentido, no es casual que Ramón Mestre, el principal candidato de Cambiemos lo llenó de elogios y lo trató, incluso, de “amigo”.

La renovación no depende exclusivamente del actual gobernador, pero sí que no le cierre las puertas a su desarrollo. En ese sentido, los tiempos de todos los actores se aceleraron tanto como la camioneta Volvo que conducía De la Sota. El diputado nacional Martín Llaryora es el que aparece en la primera fila de este proceso, pero no será el único. Los intendentes de Río Cuarto, Juan Manuel Llamosas y de Villa María, Martín Gill, o el ex intendente de Villa María, el kirchnerista, Eduardo Accastello, seguramente tendrán una oportunidad. Lo mismo, si alguno de los peronistas de la capital cordobesa como Daniel Passerini o Miguel Siciliano logra hacer pie en la elección por la intendencia de 2019. Comienza un nuevo tiempo, independientemente de la voluntad de Schiaretti.

El cordobés Martín Llaryora junto al salteño, Pablo Kosiner, el pampeano Sergio Zilliotto (de pie) y la bonaerense Graciela Caamaño.

El intendente de Villa María, Martín Gill.

Juan Manuel Llamosas, intendente de Río Cuarto.

De la Sota lideraba el peronismo, no sólo el delasotismo. El peronismo se hizo en las últimas tres décadas a su imagen y semejanza y dependió de sus ocurrencias e invenciones para salir indemne de las derrotas y para conseguir los triunfos. La dimensión hacia adentro de su figura y su habilidad fue haber desarrollado ese relato, en el que ambas dimensiones (peronismo y delasotismo) eran sinónimos. De este modo, el peronismo era De la Sota y el delasotismo no era una corriente dentro del PJ. Por ese motivo, sin él, el peronismo se queda sin un nombre propio capaz de cambiar la realidad por sí solo. Y por transición, el delasotismo se funde en el peronismo.

El peronismo se hizo en las últimas tres décadas a su imagen y semejanza y dependió de sus ocurrencias e invenciones para salir indemne de las derrotas y para conseguir los triunfos. La dimensión hacia adentro de su figura y su habilidad fue haber desarrollado ese relato, en el que ambas dimensiones (peronismo y delasotismo) eran sinónimos.

A ello se suma que no hubo diferencias políticas o económicas centrales entre los dos jefes de estos últimos 30 años. Hubo matices y diferencias en el acento que cada uno le ha puesto a los temas de gestión, y en el área de derechos humanos. Por eso pudieron trabajar juntos todo este tiempo. Eso facilitará la jefatura única de Schiaretti y la transición a un nuevo liderazgo. No hay fisuras estructurales que pongan en riesgo la navegabilidad de la nave como las que afectan al peronismo nacional. El gran peligro de una construcción política desarrollada a partir del ejercicio del poder, es perder el poder. Por eso, el destino de Juan Schiaretti en la historia dependerá de lo que suceda en 2019.

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