El domingo, en las elecciones provinciales, los chaqueños le dieron cuatro mensajes claros al país: El PJ no está “muerto” y puede llegar a retener la mayoría de las provincias del interior que gobierna; No hay ola amarilla, Cambiemos es potente en los núcleos urbanos, pero no puede superar esa frontera; la izquierda -en este caso con un candidato del Partido Obrero- obtuvo un diputado provincial y va a capitalizar una parte del descontento contra la política económica; y también puede producirse una baja de la participación electoral, que en este distrito del litoral, apenas superó el 60%, lo que manifiesta un fuerte descontento con el sistema político.
Y también hay un quinto mensaje que no es absoluto en ninguno de los dos sentidos. Perdió Jorge Milton Capitanich, un peronista K, que es el intendente de Resistencia. Fue por alrededor de 4 mil votos, pero no hay que olvidar que la capital chaqueña fue gobernada por la UCR hasta hace dos años, cuando Capitanich regresó al pago chico desde Buenos Aires y venció. La victoria, a su vez, era esperada por el gobierno nacional, porque es en las grandes ciudades del interior donde radica su fortaleza, sin embargo el triunfo fue agónico. La derrota ajustada del peronismo en el lugar más difícil para su existencia es una demostración de su vitalidad. Visto desde el lado macrista, ganar con tan escaso margen, es una revelación de las dificultades que tendrá que afrontar para alcanzar su objetivo de ganar los comicios de octubre.
Chaco no es una representación precisa del país. Es una provincia particular y hoy, como todo resultado local, tampoco es extrapolable literalmente. Es como decir que Santa Fe, Córdoba o Buenos Aires son una foto univoca de Argentina. No es así. Lo que sí revela Chaco es lo que no revelan las encuestas: Que la crisis y la representación de ella por parte de la sociedad pueden alumbrar un escenario defensivo de los sectores populares. Que significa esto: Que pueden no querer consolidar el planeta Cambiemos. Esto obligará a todos los actores a hacer ajustes políticos y de discurso, sean oficialistas u opositores. También quiere decir que el pueblo argentino no se está expresando en el mismo sentido que los formadores de opinión de Buenos Aires.
También revela que si el PJ de Córdoba y el socialismo de Santa Fe lastiman al presidente en el costado económico, pueden imaginar cambiar derrota por victoria. Por ese motivo se produjo ayer el abrupto cambio de sentido del gobernador Juan Schiaretti, que pasó de la amistad a la confrontación, y abrazó el esquema que José Manuel De la Sota imaginaba para esta campaña. En estas dos provincias es donde se juega parte del “éxito máximo” o “éxito menor” del oficialismo nacional, ya que podría obtener más voluntades que ninguno, con alrededor de un 35% de los votos, pero caer derrotado en la estratégica Buenos Aires a manos de Cristina Fernández. Esa derrota necesita ser compensada con triunfos en la Ciudad de Buenos Aires y las provincias de Córdoba y Santa Fe, porque en el interior del interior van a producirse más triunfos peronistas que amarillos. No vencer en Córdoba o Santa Fe o en ninguna de las dos no sería la mejor carta de presentación para su futuro.
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