Antes de recibir la Copa del Mundo de manos del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, el capitán del seleccionado argentino, Lionel Messi, recibió una prenda oficial por parte del emir Tamim bin Hamad Al Thani y Qatar consigue materializar una imagen perfecta en su estrategia de apertura mundial.
La leyenda del fútbol, que genera fascinación en todos los rincones de la Tierra, se apresta para el instante más trascedente de su carrera mimetizado con la cultura qatarí a través del uso del bisht, una suerte de capa que se utiliza para bodas, compromisos y celebraciones de importancia.
El emir también la lleva para que el mensaje de unidad sea todavía más eficaz, sin importar si ese atuendo le arruina la foto de la coronación a la firma que viste a la Selección Argentina. En Qatar, las reglas culturales se imponen sobre las comerciales, sino que lo testifique Budweiser, sponsor de la FIFA, que días antes del inicio de la competencia tuvo que levantar sus puestos de venta de cerveza en los alrededores de los estadios.
El emirato, primer organizador de una Copa del Mundo en Medio Oriente, tuvo un cierre funcional a sus intereses, con la potente imagen de Messi como figura aglutinante de todas las culturas.
“Ver a Messi levantando la Copa en Qatar sería realmente especial para nosotros”, había reconocido el secretario general del Comité Supremo Organizador, Hassan Al Thawadi, en una entrevista concedida a Télam antes del inicio del torneo.
El capitán argentino y por añadidura la Selección y los argentinos mismos fueron las grandes atracciones durante todo el Mundial. Hombres, mujeres y niños de Bangladesh, India, Arabia Saudita, Marruecos, Omán, Kuwait, Emiratos Árabes, Marruecos, Túnez, ente otros, portaron sin distinción la camiseta “albiceleste” número 10.
También se mostraron abiertos al aprendizaje de la cultura futbolística argentina, especialmente con el cántico que los hinchas que habla de “Diego (Maradona) alentándolo a Lionel (Messi)”.
Algunos jeques hicieron generosos aportes de comida a los argentinos del barrio Barwa, uno de los más económicos para alojarse, y otros invitaron auténticos banquetes en sus residencias, producto de un intercambio cultural cada vez más intenso con el correr de los días.
Exactamente lo que planteó Tamim bin Hamad Al Thani en su discurso de apertura, el pasado 20 de noviembre, y lo que alentó el presidente de la FIFA en cada aparición.
Qatar organizó una celebración multicultural y racial con estadios maravillosos y una infraestructura para el asombro. El clima social fue netamente festivo, con aisladas expresiones sobre los temas que mayor resistencia provocan en contra del país (libertadores individuales y derechos humanos).
Más de 1.000.000 de visitantes llegaron al país sede durante los días de competencia y cerca de 3,4 millones presenciaron al menos uno de los 64 partidos disputados. Los encuentros de Argentina ante México (primera ronda) y Francia (final) fueron los de asistencia más alta con la capacidad agotada en el Estadio Lusail (88.966 espectadores).
Infantino comunicó que 5.000 millones de espectadores consumieron el Mundial en distintas plataformas y que sus ingresos se elevaron a 7.000 millones, mil más que en la edición Rusia 2018. Qatar, por su parte, proyectó un impacto económico de 16.600 millones por todo el movimiento generado alrededor de los 32 seleccionados participantes.
Cerca de 2.000.000 de personas visitaron el FIFA Fan Festival, un espacio oficial de recreación, donde se retransmitieron todos los encuentros de Qatar 2022 entre ofertas gastronómicas, comerciales y de entretenimiento.
El recinto, de 145.000 metros cuadrados, recibió una media de 70.000 fanáticos al día y ofreció una programación cultural de 162 horas a cargo de 146 artistas.
“El mundo árabe pudo celebrar su Mundial y eso es un orgullo para nosotros. También que los turistas del mundo conocieran nuestro país. Hay que fortalecer el compromiso de unir a las culturas diferentes”, postuló Al Thawadi.
La experiencia mundialista, en la que Qatar se embarcó hace doce años, concluyó con balances positivos y, en función de su legado, perfila al emirato como la capital deportiva de Medio Oriente, tal lo proyecta el documento Visión Nacional 2030. Messi, con su aporte en este Mundial y su pertenencia al París Saint-Germain, de capitales qataríes, ha sido una pieza importante de todo el proceso.
> Con información de TÉLAM.
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