Si la idea es conocer el imponente desierto de Atacama en el Norte de Chile y todos los atractivos que lo rodean, lo primero que sugerimos es saber de cuántos días dispondremos para armar así una aceitada hoja de ruta y aprovechar al máximo este paseo altamente recomendable para quienes gustan de experiencias nuevas y paisajes deslumbrantes.
Una vez tomada esa decisión, el siguiente paso es ponerse en manos de los expertos operadores turísticos que hacen centro en San Pedro de Atacama para armar juntos el itinerario que mejor colme nuestras inquietudes. En este caso puntual, junto a un muy atento operador chileno, le dimos forma a un viaje que incluía 5 noches de alojamiento en San Pedro, traslado desde el aeropuerto de Calama al hotel y paseos a: Valle de la Luna, Geiser del Tatio, Lagunas del Altiplano, Laguna Cejar y paseo en caballo de medio día.
Con el programa ya armado y haciendo Córdoba-Santiago-Aeropuerto El Loa (Calama), dimos por iniciado un viaje que nos llevaría a lugares realmente únicos de nuestra patria grande.
San Pedro, a 90 kilómetros del aeropuerto de Calama, y destino casi obligado para quienes eligen el desierto, se muestra como un pueblito acogedor colmado de turistas de todas partes del mundo y plagado de empresas de viajes que ofrecen cientos de destinos, unos más atractivos que otros. Antes de meternos en nuestro programa bien vale la pena contar que desde San Pedro hay excursiones, tentadoras, por cierto, para visitar el Lago Titicaca, La Paz, el salar de Uyuni y otros sitios no menos prometedores.
San Pedro ofrece, además de sus callecitas de tierra y otras empedradas, una muy buena oferta gastronómica, centros de relax y baños termales y un atractivo movimiento en sus calles sobre todo a la tarde – noche cuando los miles de turistas que allí se alojan vuelven a la ciudad en busca de la cena.
Cuando elegimos visitar el desierto, conocer los Géiseres del Tatio, se erigió como la propuestas más exótica y recomendada por los operadores y, créanme, no decepcionó las expectativas, todo lo contrario.
El Tatio (“El Abuelo que llora” en idioma Kunza), se ubica a 4.200 metros sobre el nivel del mar y es el grupo de géiseres más grande del hemisferio sur sólo superado por Yellowstone (Estados Unidos) y la Reserva natural Kronotski (Rusia). Para llegar hasta allí, el viaje comienza a la noche anterior con las recomendaciones de nuestros anfitriones: Descansar bien, comer livianito y llevar buena ropa de abrigo para afrontar las bajísimas temperaturas que nos acompañaran hasta que nuestros cuerpos se sumerjan en algunas de las piletas naturales con aguas termales que fluyen de los ríos subterráneos y alimentan a los más de 80 géiseres que se cuentan en este lugar.
Puntual, a las 5 de la mañana el transporte que nos llevaría al Tatio inició su trepada, la temperatura, en esos momentos marcaba 11 grados bajo cero y la calefacción de nuestro vehículo hacia un gran esfuerzo para sobrellevar con dignidad esta adversidad climática.
Después de recorrer los 80 kilómetros que separan a San Pedro de Tatio y cuando el amanecer hacía su irrupción en un paisaje espectacular, los vapores del agua caliente ganando altura comenzaron a ser una constante y advertirnos que estábamos cerca de nuestro destino: las piletas de aguas termales riquísimas en minerales.
Bajar del transporte con una temperatura que superaba los 13 bajo cero y caminar hacia los vestuarios fue toda una odisea. El trámite debe hacerse rápido para sortear, en cierta forma, el frio: desvestirse, ponerse el traje de baño, caminar hasta el borde la pileta, dejar la toalla y la ropa cerca, para la salida, deber ser cronometrado como un cambio de cubiertas en la Fórmula 1. Luego, al meterse en aguas que superan largamente los 30 grados, hay que tomar la precaución de no mojarse el cuero cabelludo para evitar el congelamiento de nuestras cabezas. El baño, muy placentero, se extiende de acuerdo al aguante de cada cuerpo y después, cuando uno sale raudo en busca de su ropa comienza a vivirse una sensación indescriptible: por obra de las aguas termales nuestros cuerpos soportan sin problemas los 8 grados bajo cero que, alrededor de las 8 de la mañana, marcaba el termómetro.
Trascartón, llega el momento de un desayuno bien potente para terminar de acondicionar nuestras humanidades y, después, como si siempre hubiésemos vivido en este lugar y con las luces del día diciendo presente, el momento de observar en toda su dimensión un espectáculo único e incomparable el que nuestra vista no alcanza a registrar en toda su dimensión. A las 8.48 el termómetro marcaba 3 bajo cero y nuestros sentidos y la naturaleza estaban en perfecta comunión. Habíamos disfrutado de un amanecer entre los géiseres cuyas fumarolas lanzan vapores a más de 80 grados, a más de 4.000 metros de altura, con temperaturas bajo cero y nuestros cuerpos recibieron ese regalo de la tierra que son las aguas termales.
Vinimos al desierto de Atacama y nos encontramos con los Géiseres del Tatio: placeres que nos depara nuestra América.
COBERTURA
VER Otras imágenes del desierto.
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