Un sabor amargo tuvo el cumpleaños sesenta de Claudia Piñeiro. En plena cuarentena, el 10 de abril, apagó las velas y también los planes que tenía previstos para este año. “Lo que más me afecta es el momento de la vida en que me toca la pandemia. Seguramente recorrí más años de los que me quedan por recorrer, entonces, a esta altura, cualquier año que me quede en suspenso es mucho, no tengo tantos años por delante. Esa sensación de que me robó años, me produce mucho dolor. Hay cosas que ya se pierden”, cuenta desde su casa, la autora de Las viudas de los jueves, Las grietas de Jara y Betibú, entre otros.
También durante este tiempo de aislamiento, su último libro Catedrales fue el más vendido del país. Piensa que de la novela atrapa que sea una historia familiar, “donde uno encuentra un mundo privado que se puede expandir hacia la sociedad. Habla de temas sobre los que reflexionamos en el último tiempo, como el aborto, pero desde el punto de vista de una familia que trata de entender, no como plantea el policial clásico, quién fue el asesino, sino cuánto de lo que pasó es responsabilidad de la familia, de la sociedad y del mundo”.
Si bien no es la primera vez que encabeza los rankings de venta, dice que nunca había recibido tantos mensajes después de publicar un libro. “La comunicación con los lectores se potenció en cuarentena, como hay tiempo, te escriben detalladamente qué les pasó con esta novela. Es maravilloso”, confiesa.
¿Qué roles está cumpliendo la literatura durante la cuarentena?
Hay muchísima gente leyendo. Cumple el mismo rol que cumplen series y películas, el de contarnos una historia. Además, en la literatura se suma la riqueza de las palabras. En mi caso, no me enganché con textos de ficción, pero sí con pequeños párrafos de ensayos de estilo personal, en los que encontré un río de palabras que me tocaban. Entonces, por un lado están los lectores que buscan historias para poner la cabeza en otra situación diferente, mientras otros, como yo, necesitan el refugio de las palabras, algo que sobrevive a las pandemias y a las guerras. Esa palabra de otros me sirvió como oráculo, al preguntarme algo y encontrar allí la respuesta.
Catedrales aborda conceptos como la religión y la familia ¿qué nociones entraron en cuestión con la pandemia?
Hay un montón de absolutos anteriores que tienen que revisarse. Esto es una señal para que lo hagamos. Tengo la inquietud de que todo esto pase y que no cambie nada. Se ponen muy de manifiesto los errores tapados de lo que venimos haciendo. El uso del planeta que deviene en distintos tipo de catástrofes, la forma en que nos relacionamos y que vivimos en un mundo capitalista que ya demostró hace rato que no funciona más, pero que no le encontramos la vuelta a cómo puede ser una mejor opción. Entonces, seguimos preocupándonos por cuánto subió el dólar o el riesgo país, cuando lo que no funciona más es el sistema. Este contexto tal vez permita reflexionar sobre algunos errores garrafales del sistema y algunas injusticias que no deberían pasar más.
Por ejemplo, en Buenos Aires nos preocupa el impacto del virus en las villas, pero los problemas que hacen que el coronavirus se agrave, son anteriores a la pandemia. Si no tienen agua todos los días o viven catorce personas con un sólo baño en una vivienda, lo dejás pasar. Entonces, cuando estas condiciones anteriores pueden llegar a generar una catástrofe, todos nos empezamos a rasgar las vestiduras, pero cuando termine la pandemia ¿va a seguir igual o lo vamos modificar?
El hacimiento de las cárceles, un tema muy controvertido en los últimos días. Antes de la pandemia, las cárceles de la provincia Buenos Aires estaban al doble de su capacidad. Entonces, ahora están los que dicen que hay que liberar y los que dicen que no. Pero ¿está bien que en una cárcel haya más presos de los que puede recibir? La Constitución sostiene que los presos deben ser respetados y tienen sus derechos, ese hacinamiento, seguramente iba en contra de sus derechos, pero lo dejamos pasar. Ahora empezamos a discutir si se tienen que quedar adentro o hay que sacarlos, pero antes no discutíamos qué pasaba con la sobrepoblación de las cárceles, que seguramente es muy inconveniente para todos, para ellos y para nosotros como sociedad. En malas condiciones es muy difícil que alguien pueda readaptarse luego.
“Tengo la inquietud de que todo esto pase y que no cambie nada.”
¿En este contexto se nota la doble moral, que retratás en el libro?
Sí, se bajan las defensas. Donde no queríamos mirar, hoy estamos obligados a mirar. Por ejemplo, si los hospitales no tenían recursos para enfrentar una situación así, no me enteraba. Actualmente, si no me entero es porque cierro los ojos u apago el televisor, es difícil no saber con la sobreinformación que hay. También hay que cuidarse de la información falsa, tendenciosa, que sigue una línea política o un objetivo determinado. Hay que elegir cómo informarse. Estamos viendo algo que antes no se veía.
En Catedrales, al personaje de Marcela no se la escuchaba ¿qué cosas no queremos escuchar los argentinos?
Hace un tiempo compartí una charla con Facundo Manes y él rebatía los lugares comunes de los argentinos sobre lo que somos y tenemos. Él decía: “si no empezamos por aceptar que no somos lo que creemos que somos, no vamos a avanzar nunca”. Me pareció interesante eso de vernos cómo verdaderamente somos para poder mejorar.
“Hay que cuidarse de la información falsa, tendenciosa, que sigue una línea política determinada. Hay que elegir cómo informarse”
¿Qué características de la sociedad se evidenciaron con la cuarentena y la crisis del coronavirus?
De lo bueno, la solidaridad se puso en primer plano, el reconocimiento del otro, tener conciencia del que está haciendo un aporte para vos. En las primeras épocas de la pandemia, el estar todos juntos, esto es lo que hay que hacer, vamos a poner el esfuerzo para salir. Ahora se empezaron a ver en este mismo punto las cosas negativas de la sociedad, no sólo en Argentina, esa división entre los unos y los otros, que se empiezan a separar según lo que opinan. A más de cuarenta días de iniciado el proceso, lo que habíamos logrado estando juntos para salir de ésta, se resquebrajó. Es algo malo de nuestra sociedad, porque simplemente por creer que tenemos que pertenecer a otro bando, nos obligamos a pensar distinto. Si estoy con determinada línea política tengo que pensar así, eso nos divide, no nos permite pensar con criterio crítico propio, sino que nos dejamos arrastrar por estas olas de pensamientos dirigidas desde ciertos sectores.
¿Qué saldrá más golpeado de la pandemia?
Espero que sea el capitalismo y que haya una manera diferente de pensar el mundo en términos económicos más justos y equitativos para todos. Espero que eso se ponga en discusión. Tengo una posición atea, no siento que se vaya a fortalecer la religión después de esto. No creo que cambie tanto ni para las religiones ni para otros personajes de esto que nos está pasando. El mundo quedará con muchos problemas en su economía y pensar cómo solucionarlos desde el capitalismo no hace más que volver a un estado anterior en el cual ya había fallas. No sé cuál es el sistema, pero seguro que es uno más justo y equitativo, donde no haya personas una semana sin agua y a nadie le importe lo suficiente para modificarlo.
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