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Análisis

El coronavirus, el único factor que parece no manejar Schiaretti

El gobernador, Juan Schiaretti, en un acto de entrega de equipamiento a la Policía, en la explanada del centro cívico.

El poder siempre tiene un talón de Aquiles. Sin embargo, el gobernador Juan Schiaretti parece no tener una debilidad a la vista pese a la enormidad de la crisis sanitaria y económica. Ni siquiera su distancia electoral el año pasado respecto del electo presidente Alberto Fernández, a quien no apoyó, lo dejó fuera del sistema de poder nacional, ni le restó recursos económicos para subsistir.

Hasta ahora, sus únicos tres errores de cálculo, en el primer año de su último mandato, fueron provocados por el virus que disparó la pandemia del coronavirus: el SARS-CoV2. La crisis económica que disparó una brutal caída de recursos tributarios y la tensión de la renegociación de la deuda que tiene al país al borde del default, le abrieron un frente inesperado para la sustentabilidad del proyecto político que conduce y que tiene como centro al peronismo. No se trata de un problema menor.

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Luego, la “sobreactuación” frente al reclamo de un puñado de comerciantes de la peatonal cordobesa lo llevó a flexibilizar anticipadamente la cuarentena en Córdoba capital. En una semana, los casos se dispararon y el 19 de mayo debió dar marcha atrás. Es un hecho -que el gobernador deba retroceder- con muy pocos antecedentes en muchísimo tiempo.

Y antes, los casos del geriátrico de Saldán y del Hospital Italiano han producido 170 casos de coronavirus y 17 víctimas fatales hasta el cierre de esta nota. Se trata de episodios criticos producto de la debilidad del control del Estado, en un caso; y de los privilegios del sistema privado de salud, en el otro.

El ministro de Salud, Diego Cardozo, argumentó el lunes, durante la conferencia de prensa para comunicar el endurecimiento del aislamiento, que “(la medida es) consecuencia del comportamiento de la patología entre 14 y 21 días atrás y no por la flexibilidad de este fin de semana (donde se habían autorizado caminatas recreativas)”. Es decir, el problema había sido la persistencia del brote del Hospital Italiano y la aparición del brote del Mercado Norte, que en un par de días obligó a hacer testeos en 16 barrios y un pueblo. Sin embargo, esa posibilidad era cierta cuando se ingresó en la fase 4 de la cuarentena (el título técnico de la cuarentena flexible). ¿Por qué? Porqué el brote del Hospital Italiano nunca estuvo controlado y desde el 20 de abril produjo 105 casos.

Un conocido consultor político dice que Schiaretti es quizá, luego del fallecimiento de José Manuel De la Sota, el último peronista con “doble llegada”: a los peronistas y a los conservadores de Córdoba.

Por eso, el PJ provincial se recostó sobre los productores agropecuarios en el conflicto por las retenciones móviles a la soja frente al gobierno peronista-kirchnerista, y por eso, ahora, frente a un indicio de descontento del sector comercial, resolvió en favor de su planteo pese a los riesgos para la salud pública que la medida tenía.

Es cierto, que la flexibilización del comercio y los servicios profesionales, no es la que produjo el incremento de casos -al menos por el momento-, el relajamiento de la cuarentena y el aumento de la actividad social, pero es la que liberó simbólicamente a los cordobeses. En la última semana aumentó la cantidad de gente en movimiento y el fin de semana se observaban asados y encuentros que excedían a los ocupantes habituales de muchas viviendas. No fue en todos los hogares, pero ocurrió en muchos, y tampoco distinguió barrios de la capital.

Se trata, con claridad, de una medida apresurada y fuera de contexto, sobre todo en el marco de la estrategia nacional de aplanar la curva de contagios.

Schiaretti gobierna por estos días -por encontrarse dentro del grupo de riesgo de la pandemia- prácticamente recluido en el centro cívico, desde donde lleva adelante -salvo algunas pocas excepciones- una cuarentena casi estricta desde su inicio el 20 de marzo. Puso en manos del vicegobernador Manuel Calvo y el intendente capitalino, Martín Llaryora, la acción pública en el territorio. El primero en la provincia; el segundo en la ciudad de Córdoba. Su oficina en la Casa de Gobierno ha servido para que pasen por allí distintos actores económicos, políticos y del Comité de Operaciones de Emergencia y mostrar el control de la gestión. Con esos simples movimientos le alcanzó para controlar la provincia.

Repasar la lista de conflictos y el daño cero que ha sufrido, es un caso de estudio a esta altura:

-Los ómnibus interurbanos están parados desde hace 39 días por falta de pago de salarios a los choferes.

-La huelga del transporte urbano de la capital, suma 13 días sin que los conductores manejen por idéntico motivo.

-El monto de las facturas de luz de la Empresa Provincial de Energía Eléctrica (EPEC) cuando nadie usaba energía, puso a clubes, industrias y comercios en pie de guerra por unos días, pero el gobierno dispuso beneficios temporales para evitar el colapso y el problema se apagó.

-El intendente Llaryora redujo un 14% los salarios de los empleados municipales y la Justicia, que parece ponerse a trabajar apenas hay un conflicto sindical contra el poder político provincial, procesó a la mayor parte de la cúpula de los municipales por manifestarse en contra del ajuste. Contra el SUOEM, el primer mandatario provincial parece poner en práctica la misma estrategia que contra el gremio de Luz y Fuerza de Córdoba, que produjo “fallos milagrosos” en favor de la compañía eléctrica para maniatar las demandas sindicales contra la reducción del costo laboral y los derechos del convenio. A favor del gobierno provincial hay que señalar la audacia de poner en marcha un ajuste laboral y económico en la Municipalidad, en medio de una pandemia que impuso al país un hermano gemelo del estado de sitio por vía de la cuarentena. Una de las habilidades en el ejercicio del poder, es sorprender al adversario, hacer lo que otros no piensan que puede suceder. Schiaretti (y Llaryora) lo hizo cuando nadie lo esperaba.

Una explicación posible al “mínimo daño” que sufre la figura política del mandatario cordobés, es que, frente a las crisis, las sociedades tienden a apoyar a quien gobierna, por supuesto, en la medida que sean administraciones que transmitan seguridad.

En ese sentido, Schiaretti ha sido protegido por el paraguas del presidente Alberto Fernández, la unidad peronista local, y también, porque para lograr sus objetivos, ha sabido generar conflictos con sectores que tienen bajos niveles de conversación con los otros grupos de la sociedad. Es decir, los sindicatos no parecen tener capacidad o no pueden interpelar en soledad a la opinión pública para condicionar las políticas de ajuste puestas en marcha desde el Centro Cívico.

Por eso, el manejo de la crisis del coronavirus, aparece como el único condicionante real del enorme poder que administra el gobernador.

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