Jaime Durán Barba, el gurú comunicacional del presidente Mauricio Macri.
Por suerte, en casa tengo Flow de Cablevisión. Tuve que retrocederlo un par de veces para cerciorarme que el gurú político era Jaime Durán Barba y que estaba diciendo lo que me parecía un disparate: “Macri es la nueva izquierda”. No hay que sacarlo de contexto. La socialdemocracia europea viene diciendo en este siglo, que ser de izquierda es estar del lado de lo nuevo, del movimiento, del cambio, de la justicia, de la equidad y de la democracia. El gurú de Macri tomó esa definición para sí, sin pagar derecho de autor, y la trasvistió: “Las etiquetas se acabaron. Hay un par de etiquetas inexactas, la izquierda y la derecha. La izquierda es de aquellos que miran al futuro, al cambio… y derecha, los que están atrás, los que miran al pasado. Por eso, nada más derechista que ser trotkista. (…) Macri es la nueva izquierda”, disparó.
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Dos cuestiones aclaratorias sobre este punto: ser de derecha no es un pecado y ser de izquierda tampoco. Son dos de las opciones de pensamiento político, social, cultural, filosófico y económico.
Sin embargo, sucede que las etiquetas incomodan, porque obligan a ocupar un lugar y la “sociedad liquida” no quiere ocupar lugares. El mercado requiere de “no lugares” y también de “no identificaciones”. Esto se produce de ese modo porque sirve para ocultar los efectos de las acciones y alejarlo de sus causas. Por decirlo de manera simplificada, parece una continuación de la tesis de Francis Fukiyama del fin de la historia o el triunfo del capitalismo y el sistema liberal sobre el llamado “socialismo real”: no hay otro sistema en el que desarrollar la economía y las sociedades y por lo tanto, partiendo de su aceptación, desaparecen las ideologías. Se sabe, a partir de una enorme cantidad de casos nacionales ocurridos desde los ’90 -en que fue planteada esta idea, luego de la caída del Muro de Berlín- hasta hoy, que las sociedades y países no necesariamente piensan y hacen eso. De hecho, es una teoría anticuada y considerada inexacta.
Durán Barba en la noche del martes, en el programa Los Leuco. (Imagen de TV).
Aquí, Durán Barba lo lleva a la comunicación -porque, en definitiva, la política es comunicación-. Se trata de un escalón superior, esto es, si el socialismo real perdió, no queda otra cosa que el capitalismo, por lo tanto ya no hay más derecha, ya no hay más izquierda, sólo hay motivaciones o grandes causas o valores morales: bueno, malo, honesto, deshonesto, etc. Qué es lo que no se discute en ese modelo de pensamiento: la economía de mercado. Por eso, una maquinaria propagandística intenta convencer de que efectivamente esa es la realidad aunque no sea la realidad.
De ahí que cambiar para el gurú ecuatoriano es ser de izquierda. De ahí que reivindicar una ideología, es ser de derecha (el pasado, en su calificación). De ahí que hablar de economía no es conveniente para la comunicación política y de ahí que el peronismo u otras fuerzas van a aparecer en el futuro para sustituir al PRO (no menciona a la UCR), pero en el camino entierra las experiencias populistas de izquierda, como las de Lula en Brasil o la de los Kirchner en Argentina: “No creo en un Mauricio eterno, ni en un PRO eterno. Ya vendrá una fuerza política mejor”.
“No creo en un Mauricio eterno, ni en un PRO eterno. Ya vendrá una fuerza política mejor”.
En ese diccionario, Durán Barba sustituye la economía o la política tradicional por el concepto de horizontalidad y redes. Para el consultor, la nueva ideología es la no ideología y pasa por poner a todos en el lugar de “supuestos” pares, que, sin embargo, no pueden discutir-debatir-incidir sobre la economía o sobre los derechos que les corresponden. Futuro versus Pasado; Cambio versus Retroceso, sustituyen a igualdad versus desigualdad; derechos versus no derechos, entre otras tantas dicotomías, y a las herramientas para conseguirlo. Esto es, elimina a los impares. El voluntarismo, como el que aplica Durán Barba, suele terminar en nada, pero por el momento es “la verdad” triunfante”.
El presidente Mauricio Macri.
No hay que confundirse: el presidente es un gran empresario argentino, que proviene del grupo Macri (uno de los grandes beneficiarios de la acción del Estado nacional desde la década de los ’50 en adelante) y político con pensamiento de centro-derecha. Esto es algo, al menos, normal. De hecho, en todo el planeta, la enorme mayoría de los grandes empresarios son de centro-derecha o en su defecto de centro.
Por cierto, no hay que confundirse: el presidente es un gran empresario argentino, que proviene del grupo Macri (uno de los grandes beneficiarios de la acción del Estado nacional desde la década de los ’50 en adelante) y político con pensamiento de centro-derecha. Esto es algo, al menos, normal. De hecho, en todo el planeta, la enorme mayoría de los grandes empresarios son de centro-derecha o en su defecto de centro. Sólo los más pequeños suelen permitirse corrimientos ideológicos más radicales en la búsqueda de regulaciones que los protejan. Es básico: quién está en favor de promover la economía de mercado sin o con muy pocas regulaciones, es de centro-derecha. No hay pecado, problema, dificultad ni nada parecido en serlo. Como no lo hay en los que piensan lo contrario. Es parte de la democracia, esto es la no-unanimidad, los conflictos y las tensiones.
Lo que sí está claro en el esquema de Durán Barba, es que necesita legitimar el nuevo discurso, la nueva escena. El explicitado por el consultor, es el dispositivo elegido para disputar la hegemonía a la centro-izquierda, al populismo y a la izquierda. Y por lo visto, es una gran simulación.
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