Como si fuera un cohete a punto de despegar, los invitados a la pre-escucha del disco de Telescopios ocuparon sus lugares. Sin cinturones de seguridad y con las luces apagadas, en el tablero gigante de la consola, entre una gran cantidad de botones, el reloj abandonó el cero y dejó correr los minutos: “Queremos que lo escuchen como nos gusta”, expresó Rodrigo Molina, bajista de la banda, antes de darle play.
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Dos puertas altas de madera son el ingreso al Paraíso, el estudio donde registraron parte de los instrumentos y además eligieron como lugar para la presentación. Cualquiera que pase por allí ni se entera que en el primer piso de esa casa antigua, ubicado en pleno barrio General Paz, se encuentra una de las salas de grabación más importantes de la ciudad. Entraba la noche y regalaba un clima ideal para que la terraza se convirtiera en la antesala donde ir entrando en confianza entre mates, cafés y latitas de cerveza. El cebador empezó siendo Cucho Ortiz –batería-, pero luego Rodrigo se hizo cargo del mate. Se notaba que tenían la atención puesta en lo que pasaría unos minutos después, adentro de la sala, porque el agua estaba algo fría y le hacía falta una renovación a la yerba. Intentaban disimular la ansiedad yendo y viniendo por el lugar. Salvo uno, el guitarrista Bernardo Ferrón, que llegó más tarde, con la excusa de un baño reparador luego de tanta actividad previa para completar cada detalle del trabajo.
Adentro del estudio no volaba ni una mosca. Alguno intentaba algún comentario tímido, aunque intentando no romper el clima creado en el habitáculo sonoro porque la concentración de quienes disfrutaban de la música era evidente, sólo vistas perdidas o movimientos de cabezas. Mientras que Bernardo bailaba, Rodrigo tenía los ojos cerrados, Cucho Ortiz marcaba el ritmo de cada tema con el pie, y Nicolás Moroni –teclado- se “camuflaba” entre los invitados. No faltaron algunas miradas cómplices entre ellos.
Fueron treinta minutos de un pop preocupado por una realidad a la que describen como creadora de quietud y comodidad, y letras con las que buscan hacer despertar de esa aparente tranquilidad. Las canciones tienen climas variados dentro de sí mismas y la mayoría sostiene el pulso arriba, como en Las prioridades, donde las teclas estridentes invitan a mover el cuerpo desde el comienzo. Además, con arreglos, cuidadas instrumentaciones y sintetizadores, lograron crear un mundo sonoro cuasi cinematográfico, que aparecía tridimensional desde los parlantes.
Al final, las luces se encienden y la banda parece satisfecha con el resultado. Los aplausos los terminan de tranquilizar. El viaje por Doble de riesgo, terminó.
DOBLE DE RIESGO está disponible para escuchar desde hoy en el canal de YouTube de la banda.
El disco anterior del grupo se llama El Templo Sudoku y se puede descargar aquí.
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