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Cómo será la reconstrucción del bosquecito de la Ciudad Universitaria

En medio de la ciudad, el bosquecito de la UNC era una especie de oasis.

En medio de la ciudad, el bosquecito de la UNC era una especie de oasis. El fuego destruyó casi todo.

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Pasó el fuego. Dejó bronca y desazón en los que amaban ese espacio privilegiado de la ciudad universitaria, donde en menos de siete años se había logrado recrear un bosque nativo de las sierras de Córdoba.

Pasaron las llamas, pero algo de piedad tuvieron. Fueron tan fuertes los vientos del lunes último (cuando también ardieron centenares de hectáreas en toda la provincia), que las llamas avanzaron con toda velocidad y furia por el pastizal, consumiendo en cuestión de segundos los arbustos y enredadaderas, y también las copas de los arbolitos. Y fue también por esa velocidad furiosa que han quedado vivos los centros de los árboles -aromitos, algarrobos, talas y tuscas- alimentando la esperanza de que con la primavera vuelvan a brotar.

La encargada de dar esa buena noticia, ante la consulta de ENREDACCIÓN, fue la bióloga Cecilia Estrabou, directora del Centro de Ecología de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales de la UNC, docente investigadora, y también una de las voluntarias que con tanto amor protegían este lugar privilegiado.

Hasta hace no muchos años, “La Gota” era una plazoleta inutilizada, de pura tosca y tierra suelta, que sólo servía para levantar polvareda en los días de agosto y que no tenía uso alguno debido a su topografía irregular. Por eso fue tan bien recibido el proyecto desarrollado por un grupo de biólogos e investigadores de la UNC para desarrollar y recrear allí un bosque nativo, lo más parecido posible a aquellos que poblaban miles de hectáreas de la geografía cordobesa, por lejos el lugar del país donde mayores estragos hizo la deforestación a lo largo de la historia.

Es un espacio educativo y de investigación. Pero más allá de eso, es un lugar de identidad, porque refleja aquello que hemos perdido. Nosotros los cordobeses debiéramos reconocernos en ese paisaje, pero hoy resulta que ni los chicos del interior lo reconocen porque han crecido rodeados de soja. ¿Quién podría amar o defender un lugar que nunca conoció? Por eso, el primer valor de este bosquecito ha sido ése”.

“El Centro de Ecología tomó el lugar en sus manos y construyó ese bosquecito, en un trabajo que nos llevó unos siete años”, cuenta Cecilia, desafiando alguna creencia del común de la gente que considera que para que se genere un bosque son necesarias varias décadas. “La verdad, es que con ayuda y decisión no es así. Crece bastante rápido”.

Aún con ello, no se sale del asombro que causó la noticia del mediodía del lunes pasado. Que alguien vio una camioneta que había parado justo ahí. Que los vieron tirar algo. Que el día era muy caluroso y con un viento insoportable. Que estaba todo seco. “La verdad, no sabemos bien qué fue lo que pasó. Lo que es seguro es que ardió toda La Gota”, señaló convencida de que por la topografía del lugar y por las calles que lo circundan, “no hay posibilidad de que el fuego haya venido desde otro lado”.

El “antes” y el “después” de uno de los sectores más queridos de la Ciudad Universitaria. Prometen reconstruirlo.

Todos quieren ayudar

La noticia y las imágenes del bosquecito quemado circularon por las redes sociales más rápido que esas llamas destructoras, generando una inmediata indignación colectiva, pero también una creciente voluntad de hacer algo para recuperarlo.

“La gente nos pregunta cómo ayudar, cómo trabajar para recuperar este espacio. Pero tenemos que ir de a poco”, explica la bióloga. El escenario que dejó el incendio, pese a su aspecto de destrucción, es también la base de lo que será su recuperación, que ya está siendo abordada.

“Por el momento, lo que necesitamos es que el espacio quemado no sea pisado ni tocado. Porque está muy frágil todo”, cuenta Cecilia. “Necesitamos que esas cenizas vuelvan a entrar a la tierra para que la abonen, y hay que evitar que se lave ese terreno, que ahora ha quedado muy expuesto”, explicó.

Hubo voluntarios de la Facultad de Agronomía, además de miembros de la Policía Barrial y de Planeamiento Físico de la UNC, que se acercaron a dar una mano el miércoles por la mañana. Las primeras tareas que emprendieron fue el cavado de zanjas que fueron llenadas con arena. Es la forma de adelantarse al escurrimiento de aguas que podría venir de una pronta luvia. “Necesitamos que la materia orgánica que arrastre el agua caiga en esa zanja para que la tierra no pierda su fertilidad”.

Amar lo que se conoce

¿Para qué sirve tener un bosque nativo en medio de la ciudad? “Es un espacio educativo y de investigación. Pero más allá de eso, es un lugar de identidad, porque refleja aquello que hemos perdido. Nosotros los cordobeses debiéramos reconocernos en ese paisaje, pero hoy resulta que ni los chicos del interior lo reconocen porque han crecido rodeados de soja. ¿Quién podría amar o defender un lugar que nunca conoció? Por eso, el primer valor de este bosquecito ha sido ése”.

“Por el momento, lo que necesitamos es que el espacio quemado no sea pisado ni tocado. Porque está muy frágil todo”, cuenta Cecilia. “Necesitamos que esas cenizas vuelvan a entrar a la tierra para que la abonen, y hay que evitar que se lave ese terreno, que ahora ha quedado muy expuesto”, explicó.

“El Bosque Nativo vuelve”. Un cartel y ahora también una expresión de deseo, luego de un incendio que devoró casi todo.

Por eso mismo hoy, a partir de las 17,30, el grupo de voluntarios que venía cuidando con tanta dedicación este espacio los primeros y terceros viernes de cada mes, protagonizará un “abrazo simbólico” a La Gota, como una manera de expresar el dolor por la destrucción causada, pero también el compromiso por seguir manteniendo ese lugar. La invitación está también abierta a cualquier persona que desee participar, y tiene por objetivo visibilizar el esfuerzo desplegado allí y el compromiso por seguir contando con ese lugar.

Esta misma tarde tienen pensando desplegar tareas en los alrededores del espacio, donde también habían estado interviniendo bajo el mismo criterio. “Hay que fortalecer esos otros bosquecitos, que todavía están muy incipientes, para canalizar ahí toda la energía de la gente que tiene ganas de ayudar”, contó la investigadora.

Hasta el momento, lo que se perdió fueron los diversos estratos de diversidad en el bosque: arbustos, pajonales, pastos, enredaderas. “Para que sea un bosque tiene que incluir todo eso. Si no es un parque”, sostiene.

Con La Gota, la gran expectativa es ver lo que sucede después de las primeras lluvias. “Tenemos que ver qué es lo que rebrota para saber en qué situación quedó”, comentó.

-¿Hay lugar para el optimismo?

-Somos optimistas. Creemos que los centros de los árboles han quedado vivos y pueden volver a crecer.

 

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