El café en Córdoba trasciende la foto. La reunión con el gobernador Juan Schiaretti revela que Alberto Fernández cree que no puede triunfar sin los gobernadores, pero, sobre todo, piensa llevar adelante un gobierno asentado en el poder territorial de los mandatarios provinciales. Así se lo transmitió a ENREDACCIÓN una fuente calificada del peronismo. Esto último, le serviría además para contrarrestar el peso político y simbólico de la ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
También dejó a la luz una segunda pista contundente de cuál es su posición política: entre Néstor y Cristina, se queda con el primero. “Cristina hizo cosas muy valorables y otras no tanto”. Y concluyó la idea: “Mí modelo es volver a la lógica del gobierno de Néstor Kirchner”.
Dicho de otro modo: peronizar la elección y peronizar el gobierno.
También quedó desnuda esa línea política en su agenda cordobesa.
Llegó acompañado de los dirigentes del Movimiento Evita, entre ellos Fernando “Chino” Navarro, no porque Fernández sea parte de esa estructura, ni haya sido colonizado por ella, sino porque el Evita cultiva un largo tiempo de diálogo con la primera dama provincial, la actual diputada nacional y legisladora provincial electa, Alejandra Vigo. Él Evita, apenas terminada la elección de 2015, en la que fue derrotado Daniel Scioli, migró del kirchnerismo a una nueva alianza con los PJ provinciales, y Vigo fue su puente con el Justicialismo de Córdoba desde aquel momento, el temprano marzo de 2016. Así fue como Ricardo Vissani abandonó el bloque K cordobés primero que nadie.
Y hubo un gesto político muy fuerte: no se reunió con ninguno de los candidatos de la lista del Frente de Todos, la boleta que lleva a Alberto y Cristina como candidatos a presidente y vice. Resulta, por cierto, un costo elevadísimo para el kirchnerismo cordobés la estrategia de “peronizar” la campaña.
Dicen sus voceros que el encuentro y la foto, será la semana que viene o la otra, a más tardar. Pero no será en exclusiva, ya que Fernández se propone recorrer el interior de Córdoba y Santa Fe junto con los intendentes peronistas cordobeses, y probablemente con el senador Carlos Caserio, aunque esta última posibilidad aún no fue confirmada.
Además, en Córdoba, hará campaña sin Cristina.
La foto y el café, además del acercamiento, tienen otras connotaciones para cada uno de los actores.
Para Schiaretti alimenta su imagen de dirigente de diálogo y articulación entre sectores del peronismo, a la par que fortalece su propuesta del corte de boleta (Fernández presidente junto con la de diputados de Hacemos por Córdoba, en lugar de la lista kirchnerista que encabeza Eduardo Fernández). Si hubo foto, indica que el primer mandatario provincial habilita esa jugada. Sin embargo, no implica más que eso, porque Schiaretti se mantendrá en su posición de “defensor de los intereses de Córdoba”, hará campaña por la lista corta, y no se expresará por ningún candidato nacional.
Y para Alberto, implica mostrar su capacidad de diálogo con todos los sectores por encima de las diferencias anteriores. El PJ cordobés ha sido el más reacio a la construcción del frente peronista para enfrentar a Mauricio Macri. Es una imagen que fortalece ese perfil del candidato y le aporta votos de la lista corta. Esto es, sacrifica su propia lista de diputados nacionales en favor de la del gobernador. La tesis de Fernández y los armadores de la alianza de los peronismos es la necesidad de “peronizar” la campaña y sumar todos los gestos que sean posibles para engrosar los votos a la fórmula presidencial, sin importar lo que pase con las boletas propias. Las encuestas que hizo el oficialismo provincial indican que en Córdoba, los Fernández tienen 25 puntos porcentuales (pp.) de intención de voto, casi 7 por encima de lo que obtuvo Scioli en 2015, pero demasiado poco para garantizar una victoria frente Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto. El presidente roza los 50 pp. en la provincia, de acuerdo a las mismas encuestas.