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Análisis del editor

El laboratorio electoral de Marcos Juárez hace temblar a los peronismos

El gobernador Juan Schiaretti junto a Verónica Crescente, la derrotada candidata a intendenta de Marcos Juárez.

El contundente triunfo de Juntos por el Cambio (JxC) el domingo pasado, en la elección de Marcos Juárez, hace temblar a los peronismos: Al peronismo de Córdoba y al peronismo nacional; al gobernador Juan Schiaretti y a su delfín Martín Llaryora; y también a los principales dirigentes del Frente de Todos. Parece tener implicancias estructurales más allá de que haya sido una elección local.

La candidata del intendente Pedro Dellarossa y Juntos por el Cambio (JxC) Sara Majorel se impuso a la representante del gobernador Juan Schiaretti, Verónica Crescente, por 55.15% (8.965 votos) a 38,49% (6.257). Es decir, una diferencia de 16,66 puntos porcentuales (pp.).

Dellarosa y su gestión tenían una imagen positiva de 70%. Pudo transferir sus votos a Majorel, independientemente de que en frente tuviera a una candidata con vuelo propio como Crescente, que competía con el apoyo del gobernador Schiaretti, el dirigente provincial con mejor imagen (68,1% según la consultora CB, en agosto de 2022). Prevaleció lo local por sobre lo provincial.

Pese a la aparente lógica, no es una explicación suficiente para entender lo que ocurrió en esta pequeña localidad de la Pampa Húmeda que vio nacer a Cambiemos en 2014. No existen los hechos aislados, solitarios, sin vínculo con los escenarios mayores o con la historia. En principio, los electorados tienden a separar su comportamiento local del provincial y del nacional, pero sólo en lo referido a nombres, no a representaciones. Esto es, existen “interpretaciones” sobre los acontecimientos reales (representaciones). Esas interpretaciones luego tienen “voceros” o dirigentes que actúan como sus representantes “genuinos”. Dentro de ese esquema, JxC y el scharettismo son variantes “con matices” de una misma representación.

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Schiaretti, por lo tanto, no perdió contra Dellarossa sino contra el “conglomerado” mayor que es JxC. Y, a su vez, Dellarossa basó su fortaleza en su gestión en la intendencia (2014-2022) más su condición de “representante” local de JxC.

En realidad, sucedió eso porque en Marcos Juárez se jugó la disputa de la centro-derecha con el peronismo nacional, que está conformado por la alianza del kirchnerismo, el PJ de los gobernadores, y el Frente Renovador de Sergio Massa. En ese marco, el electorado se inclinó por la variante que mejor puede hacer su tarea, que mejor puede enfrentar a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, ubicada como “representante” del populismo y principal eje de poder electoral de esa coalición.

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Confirma, además, la idea pre-existente de la debilidad electoral de las propuestas “anti-grieta”. Schiaretti, justamente busca construir su proyección nacional alrededor de este concepto.

Pone a su vez en crisis, el concepto de que el poder territorial provincial se puede sostener siendo una variante peronista “light”, anti FdT. El electorado de Marcos Juárez apunta que la región hegemonizada por el sujeto productivo agrario e industrial vinculado, ha construido un sujeto socio-político que se siente representado por la centro-derecha de JxC y no por el PJ cordobés.

También muestra que no alcanza con la gestión ni con la imagen para transferir votos a candidatos propios. Este aparece como un fuerte llamado de atención para el comicio provincial de 2023 en el plano de los nombres. Una cosa es Schiaretti, otra sus delfines. Sin embargo, aquí el problema es que no alcanza con “el dedo” del jefe; con poner la “foto” de la fuente de poder al lado del “elegido”; y con que el “propietario” de los votos se involucre. Surge que la coalición oficialista provincial necesita un candidato que acumule las virtudes de Schiaretti, pero que demuestre su valor real y personal por encima de esas condiciones. Es un golpe al modelo de transición sin disputa que le permitía al gobernador no convertirse en “un pato rengo”, como figuran los estadounidenses al presidente que se acerca al final de su mandato.

El intendente de Córdoba Capital, Martín Llaryora.

Dentro del contexto provincial, con influencia sobre el factor nacional, surgen varias crisis sin resolución que alimentan dos valores de las construcciones anti-populistas: el rechazo a la falta de transparencia y a la existencia de corrupción. Una está vinculada a la creciente sensación de inseguridad, producto de la “mala praxis” policial y de lo que la sociedad considera como “arreglos” entre la fuerza de seguridad y los delincuentes. Otra es el caso de las muertes de cinco bebés que nacieron sanos en el Hospital Materno Neonatal de Córdoba capital. Ese hecho indica el deficiente funcionamiento de la salud pública, el bajo control institucional, y la existencia de “protección” oficial a posibles involucrados, tanto desde el gobierno como desde la Justicia.

Marcos Juárez es también una foto de la debilidad e incapacidad de los peronismos para articular un discurso que interpele al sujeto socio-político emergente de la crisis del campo de 2009. Ese sujeto se siente representado por un modelo económico, social y cultural “individualista” y donde “el campo”, es la imagen del “futuro” y la fortaleza nacional. Pese a sus objetivos distintos, ni el peronismo light y “antigrieta” de Schiaretti –una estrategia de integración y participación en el bloque de centro-derecha- ni el peronismo del FdT –la antítesis del bloque de centro-derecha- parecen tener un discurso apropiado para este desafío.

El ministro de Economía, Producción y Agricultura, Sergio Massa. (Foto: Prensa).

La derrota del “schiarettismo” en Marcos Juárez permite inferir que ese no es el camino para el peronismo de la Pampa Húmeda (incluido Sergio Massa), jaqueado por una serie de cambios económicos, sociales, políticos y culturales profundos. Entre esas modificaciones se pueden citar, la reducción del Estado y la incidencia del empleo público en la provincias de la región central; el achicamiento de la industria nacional y su influencia; la carencia de un modelo productivo alternativo y sustentable al de mercado más salvaje; y la incapacidad estructural del modelo asistencial contra la pobreza, de sembrar una idea realista de “ascenso y justicia social”.

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