Los automovilistas ceden el paso al peatón.
Las motos delivery son parte del paisaje.
Las inscripciones en las paredes recuerdan las muertes violentas.
VER La Rocinha, una experiencia única en Río de Janeiro.
Ante la ausencia del Estado, las bandas criminales y de narcotraficantes se fortalecieron hasta convertirse en un poder paralelo.
En “las bocas de fumo” (puntos de venta de cocaína y otras drogas) se consigue de todo, tanto para los locales como para quienes viven en São Conrado o en Barra de Tijuca. “En Copacabana, Ipanema y Leblón se ve más droga que acá”, aseguran los habitantes de La Rocinha.
La calle principal tiene mucho ruido, muchos negocios, policía militar, grafitis y cables que cuelgan y se enrollan en enormes nudos.
Es una ciudad con miles de excluidos, donde algunos ganan apenas tres reales al día.
Los moradores de Rocinha sostienen que lo que mostró la película Ciudad de Dios (Kátia Lund y FernandoMeirelles, 2002) les hizo mucho daño.
En los pasadizos no entran más de dos personas a la vez.
En la parte alta, las casas son de colores, una encima de la otra. Las construcciones alcanzan los tres o cuatro pisos sobre pilotes de madera, hierro o cemento.
El analfabetismo es alto.