Esposado y siempre custodiado por tres guardias que reaccionan con celo a cada uno de sus movimientos, Jorge “El Gallo” Altamira, uno de los narcotraficantes más renombrados en la Justicia Federal, llegó ayer pasada las 10 a la Cámara 11 de Crimen. Esta vez su visita a tribunales fue en calidad de testigo: estuvo presente el 13 de abril del año pasado cuando su hijo Diego fue perseguido con un cuchillo por Maximiliano Quiroga, vecino de barrio Colonia Lola, y ahora imputado del delito de “homicidio agravado”. El otro acusado es Carlos Quiroga, su padre, quien asiste a la audiencia en silla de ruedas, desde que un balazo que afectó su médula lo dejó con discapacidad.
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“No sé para qué usa silla de ruedas. Yo vi cuando se paró, se apoyó contra una reja y le apuntó a mi hijo Diego. Alcancé a pegarle en la mano y erró el tiro”, dijo “El Gallo” apuntando su mirada hacia el banquillo de acusados. El crimen sucedió mientras Altamira y Quiroga se había reunido para limar asperezas.
Según detalló el periodista Alejo Gómez del diario Día a Día, que asistió a la audiencia, la sala estuvo cargada de tensión por la presencia de ambas familias, que crecieron en esa conflictiva zona del sur este de la ciudad, viviendo a una cuadra y media de distancia.
“Con los Quiroga -dijo- nos conocemos hace 50 años. Carlos Quiroga es un tipo ‘embrollado’, tiene un arma escondida y anda siempre a los tiros. Es el ‘armero’ del barrio, se dedica a arreglar armas y alquilarlas. Todos en el barrio saben eso”, aseveró Altamira, quién tiene el mérito de ser el único condenado del país por lavado de dinero proveniente del narcotráfico, en 2009. En julio del año pasado fue detenido en un operativo de la Fuerza Policial Antinarcóticos (FPA) donde se desbarataron cinco puntos de venta en menos de cuatro cuadras.
La versión que ayer dio a los jueces es coincidente con la que Carlos Quiroga dio en la instrucción. Altamira dijo que aquel día dormía la siesta cuando Yanina, una de sus hijas, fue a despertarlo porque Quiroga quería hablar con él. “El Gallo” hizo el trayecto que separa una casa de otra a bordo de una camioneta Amarok, acompañado de uno de sus nietos.
“Yo sabía que tenían problemas con mi hijo. Cada vez que pasaba por la vereda de ellos se ‘armaba’. Incluso cuatro meses antes, Carlos Quiroga le había pegado un tiro a Diego en la mano”, comenzó Altamira.
Diego murió al otro día del incidente, en el Sanatorio Parque de San Vicente. Las heridas, tres cortes profundos en un brazo, le provocaron un “shock hipovolémico”. La versión que se sostiene en la causa es que Diego perdió mucha sangre a causa de que “El Gallo” intentó que lo atendiera un médico clandestino. En la audiencia, habló de “una clínica de barrio Altamira”. Luego desistieron y fueron al Sanatorio Parque.
“Si yo hubiera estado armado, esto no hubiera pasado”, siguió Altamira. “Diego se la bancaba con las manos, pero nunca usó un arma”, agregó.
LA VERSIÓN DE LOS QUIROGA
En los testimonios y en la causa, la hipótesis de cuál fue el motivo de la pelea se remonta a diferencias de vecinos. Pero en “off”, la familia Quiroga deslizó algo que sí señaló un testigo: el trasfondo sería el narcomenudeo.
“Hace muchos años, nosotros ‘vendimos’ para los Altamira. Cumplimos penas en la cárcel por eso. Tiempo después decidimos cambiar de vida y conseguimos trabajos. A ellos, eso les molestó, y por eso siempre nos amenazaban para que volviéramos a ser sus ‘perros’”, aseguró un miembro de la familia ante el diario Día a Día. “El ‘Gallo’ se hace la víctima, pero todo lo que dijo en el juicio es mentira. Maneja la droga en el barrio, ha comprado policías, jueces, fiscales. Quiere hacer pasar esto como un problema vecinal, pero no es así”, agregaron.
NEGOCIO FAMILIAR
Al igual que su padre, Diego también tenía antecedentes. A fines de 2010, fue condenando a cuatro años de cárcel por venta al menudeo por el Tribunal Oral Federal Nº1. El 26 de abril de 2015 salió de la cárcel.
Altamira padre fue condenado en 2009 a seis años por comercialización y asociación ilícita. El juicio es recordado porque fue la primera y única vez que se condenó a integrantes de una banda por lavado de dinero proveniente del narcotráfico.
En abril de 2016 ya llevaba varios años en libertad. Tres meses después del crimen de su hijo, la Fuerza Policial Antinarcótico cerró cuatro cuadras de barrio Colonia Lola, en las que funcionaban cinco puntos de venta presuntamente comandados por el “Gallo”. El hombre fue detenido junto a otras 12 personas y desde entonces espera ser juzgado nuevamente.
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