En los prolegómenos del golpe cívico-militar-empresarial de 1976, se conformaron distintos organismos de defensa de los Derechos Humanos: la Asamblea Permanente, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Familiares, el Movimiento Ecuménico, los 12 de Santa Cruz, y otros. El más antiguo fue la Liga Argentina por los Derechos Humanos, fundada en 1937, para dar respuesta a las represiones de la “década infame”.
La creación de estas trascendentes organizaciones fue una reacción valiosa en un contexto de violencia estatal (“Terrorismo de Estado”) contra trabajadoras/es, estudiantes, sindicalistas, cooperativistas, referentes comunitarios, barriales, intelectuales y de la cultura, incluyendo núcleos de sacerdotes ligados a expresiones populares. Dicho de otro modo: frente a la barbarie de un estado perpetrador de crímenes horrendos de lesa humanidad: secuestros, desapariciones, apropiación de niños, torturas, violaciones; se erigían novedosas y valientes resistencias por el derecho a la vida y a la Verdad, que libraron prolongadas luchas por la Justicia, logrando instaurar una notable valoración política y cultural de la Memoria.
Celebramos y homenajeamos estas creaciones, particularmente a las Madres, nacidas en plena dictadura, que fueron un sustento determinante para derrotarla, y luego, en Democracia, para extender en la sociedad la notable consigna de “Memoria-Verdad-Justicia”, ya incorporada a la cultura democrática de la mayoría de nuestro pueblo.
El objetivo político de aquel trágico acontecimiento fue establecer una reorganización antidemocrática, sustentada en el autoritarismo y el miedo, en pos de la destrucción de gran parte del aparato productivo, un endeudamiento externo que condicionó la economía de nuestro país por décadas y llevar a cabo una dimensión cultural de época con el propósito de inculcar valores propios de una ideología que fractura los lazos de solidaridad, exacerba el egoísmo y un individualismo extremo.
Se trata de una cosmovisión cuyo fin es la justificación de las desigualdades, las discriminaciones sociales, culturales, de género y de sexo; y el rechazo a toda forma de participación de la sociedad en la vida pública y comunitaria. En la actualidad, estos conceptos se aggiornan a la antipolítica como ariete para abrirle paso a variantes de ultraderecha antidemocráticas. Se reivindican paradigmas thatcherianos perimidos y se agregan elementos simbólicos irracionales, mesiánicos y odios políticos y culturales, con el fin de inficionar a la sociedad en diversas relaciones de opresión y discriminación, y la fractura de todo lazo de solidaridad social. En suma, la negación conceptual de todo proyecto colectivo, utilizando el terror y el genocidio de 30.000 desaparecidos, a quienes recordamos y homenajeamos.
En aquellos años nuestro Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos sufrió la censura dictatorial y debió afrontar la amenaza de su desaparición. La dictadura representada por Jorge R. Videla y su ministro Martínez de Hoz, emprendieron una política pública neoconservadora, uno de cuyos fines centrales era la instalación de un régimen de acumulación basado en la especulación financiera. Las Cajas Cooperativas de Crédito, expresión de una concepción redistributiva, productivista y participativa, no cabían en la perspectiva del plan económico de aquél proyecto. Nuestro movimiento cooperativo luchó apoyado en su base societaria (como había ocurrido una década antes durante la dictadura de Ongania) logrando fortalecerse frente a los desafíos de una política que estaba en las antípodas de nuestros valores y principios y nuestras prácticas e instituciones solidarias.
Desde entonces hasta hoy, ya transcurridos cuarenta años de vida democrática, han existido gobiernos civiles con inspiraciones opuestas: unos preocupados por reparar los efectos de las desigualdades sociales, otros que fueron funcionales a la reproducción del orden económico estructural.
Si, como advertía Eva Duarte de Perón, “donde hay una necesidad nace un derecho”, las insuficiencias democráticas han generado movimientos que reclaman justicia y reconocimiento: el propio movimiento de derechos humanos frente a las políticas de impunidad, el feminista, de defensa del medio ambiente, de protesta por el deterioro de las condiciones de vida y laborales de las y los trabajadores, de defensa de la soberanía nacional frente a las posiciones de sometimiento neocolonial, ahora reverdecidas por posiciones gubernamentales de renunciamiento a la reivindicación histórica de soberanía de nuestras Islas Malvinas.
Somos conscientes que se libra una fuerte batalla ideológica, en que los factores del poder económico y comunicacional, no trepidan en penetrar a la sociedad con valores morales y culturales cuyo propósito es el de relativizar todo principio basado en la fraternidad solidaria y en un proyecto colectivo como pueblo y como Nación, para enfrentar los grandes dilemas de la época. De allí que lo nuestro seguirá siendo la búsqueda permanente por ampliar la superficie de contacto con nuestras bases societarias, cooperativas y con la comunidad donde funcionaron nuestras entidades.
La conmemoración del 24 de marzo, una vez más hunde sus raíces en la historia, aunque guía la mirada hacia el porvenir. Aquellas vidas segadas, fueron amalgamándose a nuestra identidad como Pueblo, y nos constituyen como sociedad. Aquellos sueños humanistas de cambio social alumbran otro futuro posible.
Desde el cooperativismo transformador, siguiendo la huella profunda marcada por el ideario goriniano, continuamos con la vocación de aportar a la formulación de propuestas de progreso y esperanzadoras para los pueblos. En estos momentos cruciales, en el que se define el destino de nuestro país, nos comprometemos como siempre y más que nunca, a ocupar un lugar protagónico junto a las más diversas expresiones sociales, culturales, religiosas y políticas.
El protagonismo debe construirse desde las bases de la sociedad. En tal sentido nos sentimos convocados desde nuestra construcción social en pueblos y ciudades y nuestra legitimidad conquistada a lo largo de los 65 años de existencia a realizar los máximos aportes a la lucha común de nuestro pueblo, en pos de una sociedad sustentada en una perspectiva de solidaridad, humanismo, de defensa de valores culturales que respeten las diversidades y fortalezcan esos idearios del cooperativismo transformador.
Nos encontraremos nuevamente, junto a las Madres, Abuelas y los organismos de Derechos Humanos, en las plazas a lo largo de toda la geografía de nuestro país.
Consejo de Administración del IMFC
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