La pandemia por el Sars Cov2 lleva casi dos años desenvolviéndose en la población humana con muchísimo impacto, 116.000 fallecidos con Covid se cuentan en nuestro país y los excesos de mortalidad en los meses de las dos olas que sufrimos confirman la huella de la epidemia en nuestro pueblo.
Las vacunas parecen haber sido capaces de disminuir los casos mortales; pero en Argentina no pudimos comprobarlo porque la campaña argentina de vacunación se demoró y en mayo y junio de 2021 no logró cobertura suficiente alcanzándonos la segunda ola que ocasionó más de 60.000 muertes. Desde fines de febrero había dosis suficientes de Astra Zeneca en las plantas bonaerenses de Sigman que inexplicablemente no se envasaban y no se utilizaban ante un gobierno incapaz de reaccionar.
La efectividad de las vacunas se verificaría, en menor medida, en que el Covid 19 mató más de 600 compañeros de los equipos de salud en la primera ola (año 2020) mientras que, en la segunda ola, con casi todos nosotros vacunados, el impacto mortal fue menor al 10%.
Las enfermedades en general presentan un marco epidemiológico con tres componentes principales que interactúan entre si y se van modificando ecológicamente por sus interinfluencias. Uno de esos componentes es el virus, pero no es el único, a pesar de que prácticamente todo el debate y la respuesta política ante la pandemia gira alrededor del virus (y de sus vacunas), dejando en el olvido al huésped (la población humana) y al ambiente (social y natural). Si un análisis completo, no podemos comprender la pandemia y menos su evolución.
Los coronavirus humanos comunes son cuatro (229E, NL63, OC43 y el HKU1) que nos infectan desde siempre, incluso se los aisló en muestras arqueológicas, al igual que otros muchos virus comunes o habituales en humanos como los rinovirus, parainfluenza e influenza, VRS, metapneumovirus, adenovirus y etc. El desarrollo en cientos de miles de años de nuestra especie se dio en un ambiente con virus y fuimos adaptándonos a sobrevivir sus infecciones. De hecho, los coronavirus infectan repetidamente a los niños y jóvenes y sus cuadros clínicos terminan en un resfrió común.
Cuando apareció este nuevo virus Sars Cov2, un coronavirus primo hermano de los coronavirus comunes, los niños lo manejaron y lo manejan como si fuera un virus habitual más y en niños sanos el impacto sanitario es ínfimo, pero cuando nos infecta a los adultos nuestra respuesta no es buena y un 20% necesita internación y la mortalidad es del 2%.
Esto ocurre porque paleontológicamente aprendimos a manejar la infección con coronavirus de niños (los niños que no “aprendieron” murieron y sobrevivieron los linajes humanos que no sufrían daño) y hoy nos encontramos con éste otro coronavirus en forma súbita y siendo adultos. Y nos encontramos ahora porque este Sars Cov2 dio el salto interespecie desde los murciélagos al humano cuando se generaron condiciones ambientales de convivencia de enormes poblaciones de murciélagos, expulsados de su hábitat natural, con los humanos de pueblos campesinos del sudeste asiático.
Otras pandemias famosas tienen la misma explicación: la Gripe Española de 1918 tuvo su origen en los primeros gallineros gigantescos creados en Kansas para proveer al ejército que entraba en guerra; y la Gripe Porcina de 2009 surge de las megagranjas porcinas en México.
La variante Ómicron, presenta múltiples mutaciones (32), fue detectada por primera vez en Sudáfrica y Botsuana en noviembre, y desató el pánico mundial, ya que parece más contagiosa que otras variantes. Sin duda que es mucho más contagiosa, como era de esperar. En esta época, en tiempo “real” nos enteramos como el virus va mutando y desplegándose por el mundo, algo inédito en otras pandemias y que genera enorme preocupación. Sobre esta preocupación cabalga también el interés del mercado.
El objetivo del virus no es matar, es vivir siendo reproducido por sus huéspedes. Por una cuestión de habilidad evolutiva las cepas más virulentas o capaces de generar más daño (enfermedad y muertes) se trasmiten más lentamente porque sus huéspedes se internan y aíslan o fallecen y al cabo de unos meses las cepas que tienen más capacidad de trasmitirse predominan y desplazan a las más lentas (y dañinas) del “espacio” epidemiológico, que termina siendo ocupado por la nueva cepa más contagiosa, como pasó en Sudáfrica y está pasando en Europa con Ómicron y pasará aquí. Las pandemias de Gripe Española y Gripe Porcina al cabo de algunos años se autolimitaron y detuvieron sin vacunas, y es muy probable que esta pandemia este ingresando en ese proceso.
Ómicron se expande por Europa, Reino Unido (UK) hoy muestra record de infectados diarios (+90.000) con terapias intensivas vacías, con una tasa de mortalidad, con respecto a los casos de hace 20 días, de 0,23%, casi 6 veces menor a la tasa de mortalidad de toda su pandemia (1.3%). UK tiene una cobertura vacunal del 70% de la población. Dinamarca es el país europeo con mejor capacidad de testeo, también con record de infectados diarios en la actualidad (11.000) y su mortalidad es de 0.11%, cinco veces menor a la que tuvo durante la pandemia y su cobertura vacunal es del 77%, pero el 90% de sus infectados ya estaban completamente vacunados.
Ómicron cambio componentes de su proteína espiga hacia la que se dirigen las vacunas y estas ya no parecen tener efecto protector. De hecho, en Sudáfrica los datos actuales muestran que se generan record de casos nuevos por día (24.000), pero la tasa de mortalidad es de 0.1%., 28 veces menor a la tasa de mortalidad de la pandemia (2.8%), a pesar de que su cobertura vacunal es de solo el 26.4% de la población, muy baja como todo África.
La información reciente demuestra que la infección con Ómicron no enferma o enferma levemente y que las vacunas actuales (en experimentación todavía) no protegen ni aun con refuerzos. Dato que preocupa a la Big Pharma (Gran industria farmacéutica) que sigue presionando para sostener una campaña de vacunación cuya efectividad es cada vez es más incierta, sobretodo en niños.
Con respecto al componente población humana, lo llamativo de esta epidemia es que niños, niñas y jóvenes estuvieron a salvo, pero seguramente la distribución de la enfermedad y su morbilidad, seguirán los mapas de la pobreza entre países y dentro de los mismos. Los muertos por Gripe Española se concentraban en los barrios pobres de la ciudad de Córdoba en 1919, en los mismos barrios se agrupaban los casos de Dengue de 2009 y ellos contenían el 80% de la mortalidad infantil de la ciudad en los primeros 10 años de este siglo. Es decir, 100 años después la inequidad continúa y se agrava con las pandemias.
Esta pandemia es un claro síntoma de la emergencia ecológica a nivel planetario, la destrucción extensiva de ecosistemas forestales por el agronegocio (en el sudeste asiático, en África, en el Amazonas, en Centroamérica, en Argentina) nos advierte de nuevas pandemias en puerta, y la crisis hídrica junto al cambio climático no nos auguran que lograremos mejores respuestas defensivas que las que tuvimos con el coronavirus.
Las vacunas no nos salvaran de las pandemias, solo son el gran negocio de la gran industria farmacéutica. Esta pandemia no es un “desastre natural”, al igual que la crisis de la extinción de especies y los extremos climáticos no son desastres naturales. Las epidemias de enfermedades emergentes son antropogénicas, causadas por las actividades humanas. La ciencia nos informa de que a medida que invadimos los ecosistemas forestales, destruimos los hogares de las especies y manipulamos las plantas y los animales para obtener beneficios, creamos las condiciones para nuevas epidemias. En los últimos 50 años, han surgido hasta 300 nuevos patógenos. Está bien documentado que alrededor del 70 por ciento de los patógenos humanos, incluyendo el VIH, el Ébola, el MERS y el SRAS surgieron cuando los ecosistemas forestales fueron invadidos y los virus pasaron de los animales a los humanos. Respetar los límites de los ecosistemas y la integridad de las especies es vital para proteger el planeta y nuestra salud. Nuestra salud y la del planeta es una sola.
* Medardo Ávila Vázquez es médico y ex Subsecretario de Salud de la Ciudad de Córdoba.
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Manuel Alejandro Arrieta
23 enero, 2022 a 09:56
Es preciso humildad y salirnos de esa separación egocéntrica con la naturaleza.
No podemos ni debemos dominar al mundo, debemos convivir armoniosamente.
Gracias, Medardo. Ale