En la columna anterior hablé sobre El Paseo ‘Impaseable’. Como si fuera ese el único problema que presenta la ciudad a la hora de ser transitada por diversas personas. La verdad es que no es ese el único problema: Los colectivos son inaccesibles, las veredas intransitables, las calles igual, de los comercios céntricos ni hablemos, ¿baños públicos accesibles? ¿rampas? ¿barandas? ¿semáforos audibles? ¿menús en braile? ¿audio descripciones? etc, etc… Todos esos, son problemas fácilmente solucionables. Hay leyes que obligan a los gobernantes y comercios a hacer bien las cosas. No se cumplen.
El otro problema es social y cultural, y se basa en la educación de las personas desde niños. No es un problema de Córdoba solamente, es de toda la Argentina, hasta me animaría a decir que lo es de América Latina en general. Es un problema de respeto por un otro que camina más lento, que necesita más espacio, que camina con ruedas, con bastón, andador o muletas; un otro que ve con sus oídos, que escucha con sus ojos, que siente al igual que uno, pero es diferente. Todos somos diferentes, pero la mayoría de nosotros tiene todas sus capacidades intactas de nacimiento, además, según el Informe Mundial de Discapacidad de la OMS (Organización Mundial de la Salud) aproximadamente el 85% de la sociedad mundial está integrada por personas sin discapacidad.
Al que tiene una dificultad para hacer algo que uno hace fácil y libremente, hay que darle la oportunidad de que lo haga como uno. No negarle algo que es, o debería ser, un derecho universal. No limitar, sino dejar volar, ayudar a volar, hacer que el otro vuele a la par de uno si es necesario hasta que aprendamos a volar solos.
Ponernos al nivel del otro es algo tan simple como necesario para que la sociedad empiece a valorar lo que tenemos y a darse cuenta de la realidad en la que vivimos el otro 15% de la sociedad.
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