Brenda Micaela Barattini (28) finalmente salió de su silencio. Lo hizo en la primerda audiencia del juicio en el que se la acusa de tentativa de homicidio calificado por el vínculo y alevosía de Sergio Fernández (42), a quien hirió en su pene con una tijera de podar. Se decidió a jugar con todas las letras su papel de víctima y victimaria, y no ahorró en detalles. Por cierto, se trata de una contienda desequilibrada desde lo simbólico: atacar el pene de un hombre, en una sociedad machista, tiene el impacto de una bomba neutrónica.
“Él me trataba como un trofeo, me hacía ver como una cola. Yo era la cola. Vulneró mi intimidad, mi vida y mi carrera. Se había arruinado todo” relató la mujer ante el tribunal popular que se conformó en la Cámara 2° del Crimen una vez que cambió la caratula del caso de lesiones gravísimas a tentativa de homicidio.
Barattini que es arquitecta, dijo que Fernández la sometía porque le exigía enviar fotografías y que, si no se las enviaba, se enojaba.
Eso fue parte de lo que sucedió en la noche del ataque. “Si se enojaba no lo veía más y yo no podía quitarle su celular”, apuntó en su declaración. La relevancia del celular, es que, según dijo, contenía fotos y videos teniendo sexo, que Fernández habría distribuido a sus amigos.
“Cuidó más de su celular que de su propio miembro que estaba lastimado”, dijo en su relato de los hechos.
“Sí, pensé en lastimarlo y planifiqué lastimarlo, herirlo, no más que eso. El daño que yo le pude hacer no era mayor que el que él me había hecho a mí en un principio”. La referencia a la planificación se debe, entre otras cuestiones, que entre los elementos probatorios se secuestró una agenda con anotaciones suyas que semejaban una “hoja de ruta” de todos los pasos que debía realizar para “cortar” y las conductas que debía llevar a cabo posteriormente.
Luego negó que hubiera tenido intención de matarlo. “Yo fui la que abrió la puerta, es más, yo fui a pedir ayuda”.
Respecto de la profundidad del vínculo, señaló que tenían relaciones casuales.
Otro aspecto que seguramente tendrá incidencia en el juicio, será lo que dijo sobre su primera declaración, en la que había denunciado una violación por parte de su amante. “Sí, dije que él me había violado, pero fue para denigrarlo, porque yo me sentía humillada”.
EL CASO
Micaela está aguardando el juicio alojada en el penal de Bouwer desde que sucedieron los hechos el sábado 25 de noviembre de 2017. Para la Fiscalía, la detención asegurara su participación en el proceso judicial.
La acción que se está juzgando, es que la joven, que en ese momento tenía 26, le seccionó el 90 por ciento del pene e hirió los testículos de Sergio Fernández, de 40, utilizando una tijera de podar. Compartían esa noche una habitación de un departamento ubicado en Boulevar Chacabuco, en la ciudad de Córdoba. Como fruto de las heridas, Fernández perdió mucha sangre y fue trasladado a un hospital donde, finalmente, lograron reconstruirle los genitales.
También se sabe que Micaela y Sergio no eran novios, sino que tenían pareja estable por fuera de ese vínculo.
Justamente, en la jornada de hoy se verán los videos con las declaraciones de Sergio Fernández y del que en ese momento era novio de Micaela, Gonzalo Ezequiel Rodríguez.
Fernández declaró que, tras herirlo, ella quiso impedir que escapara mientras le gritaba “Morite, morite hijo de puta”.
Sin embargo, la declaración que parece clave para la fiscal Laura Battistelli, es la que hizo Rodríguez. Fue luego de ese relato que decidió pedir el cambio de carátula a “tentativa de homicidio calificado por el vínculo y alevosía”, en lugar de “lesiones gravísimas calificadas por el vínculo y alevosía”, como había sido originalmente.
Rodríguez recordó que fue llamado por alguien del edificio, que le avisó que su novia había sido víctima de un abuso. Al subir al departamento, se encontró con Fernández tirado en la puerta del departamento con una toalla en sus genitales y a su pareja semidesnuda, que “le contó” que había sido violada. Dijo que salió del interior del departamento para insultar al hombre y cuando regresó, se encontró con Micaela que tenía un bisturí en la mano y se lo dio, a la par que le pidió: “matalo a ese hijo de puta”.
Batistelli se paró claramente como contraparte de Barattini. Dijo a los jurados en su presentación que “va a sobrevolar algo que surge como disparador, que es la cuestión de género” y apuntó que esto “no significa que las mujeres quieran ocupar el lugar del victimario, ni convertirse en matadores”.
Hasta aquí, lo ocurrido en el departamento de Micaela parece estar bastante claro. Sólo una cuestión de la acusación genera distorsión: si quería matarlo, por qué no lo hizo. El hombre, una vez herido, estaba -en términos fácticos- a su merced. En este tipo de casos, las palabras pueden revelar una intención (como dijo su ex novio que le dijo: “matalo a ese hijo de puta”), pero no definen necesariamente que vaya a concretarse el hecho que anuncian, al menos en esa instancia. Hay gradualidades, avisos, símbolos, que no pasan al estadío inmediato de lo material, en este caso ejecutar la muerte. Otro punto que genera incertidumbre, es la dimensión del presunto daño que denuncia la mujer a partir de la relación, evidentemente desigual, que sostenía con Fernández. Es decir, todo lo que ocurrió antes del ataque al pene de su amante.