La ciencia ha encendido las alarmas sobre los peligros del consumo de cannabis, especialmente en la adolescencia, etapa en la que el cerebro es particularmente vulnerable. Estudios con modelos animales y datos epidemiológicos revelan que el tetrahidrocannabinol (THC), el compuesto psicoactivo del cannabis, puede tener consecuencias importantes, como esquizofrenia, deterioro cognitivo, adicción y trastornos psiquiátricos. El riesgo, además, se agrava con el aumento constante de la concentración de THC en las variedades actuales de Cannabis sativa y se dispara con los cannabinoides sintéticos. El informe fue publicado por el portal SINC, en España.

En las últimas décadas, la potencia del cannabis ha cambiado drásticamente. Según Fernando Berrendero, investigador de la Universidad Francisco Vitoria y experto en neurobiología de adicciones, la técnica de cultivo ‘sinsemilla’, popularizada por Rafael Caro en los años 70, ha permitido triplicar la cantidad de THC en la marihuana. Si en los años 70 la concentración promedio era del 1-2 %, hoy alcanza el 17 % e incluso el 35 % en algunas variedades, según un estudio de la Universidad de Colorado. “Esto significa que el cannabis actual es mucho más peligroso que hace 20 o 30 años”, advierte Berrendero.
Este aumento en la potencia ha transformado la percepción social del cannabis. Muchos padres y abuelos minimizan su riesgo, creyendo que los porros de hoy son similares a los de su juventud. Sin embargo, como señala Berrendero, “no tienen nada que ver”.
El THC actúa sobre los receptores CB1, presentes en áreas clave del cerebro que regulan funciones como la memoria, el aprendizaje y las emociones. “Los riesgos aumentan según la edad, la dosis y la frecuencia del consumo”, explica Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. Los adolescentes, cuyo cerebro aún está en desarrollo, son especialmente vulnerables. Consumir cannabis antes de los 21 años puede provocar desde amnesia y pérdida de memoria hasta el llamado síndrome amotivacional, caracterizado por apatía, desmotivación y un deterioro progresivo de las capacidades cognitivas.
Un estudio pionero de 2012, liderado por Madeline Meier en la Universidad Estatal de Arizona, demostró que los fumadores habituales de cannabis perdieron hasta 8 puntos de coeficiente intelectual entre los 13 y los 38 años. Investigaciones más recientes confirman déficits cognitivos severos y una reducción del volumen del hipocampo, un factor de riesgo para la demencia.
Uno de los hallazgos más preocupantes es la relación entre el cannabis y la esquizofrenia. Según Celso Arango, psiquiatra y director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón, el consumo de cannabis triplica el riesgo de desarrollar esta enfermedad. Un estudio danés de 2023, publicado en Psychological Medicine, reveló que hasta el 30% de los casos de esquizofrenia en varones jóvenes de 21 a 30 años podrían evitarse si no consumieran cannabis. “Si no existiera el cannabis, el número de casos de esquizofrenia se reduciría drásticamente”, subraya Arango.
En entornos donde el cannabis es más accesible, como en Canadá tras su legalización, los ingresos por brotes psicóticos se han triplicado, según Díaz Marsá. En España, el 57,3% de las urgencias relacionadas con drogas ilegales involucran cannabis, y el 21,8% de los estudiantes de entre 15 y 34 años lo consumieron en el último año, según datos de 2025.
Aunque el cannabis no provoca esquizofrenia en todos los casos, aumenta significativamente las probabilidades, especialmente en personas con predisposición genética. “Nadie tiene un riesgo del 0 %”, advierte Arango. En individuos vulnerables, incluso un solo porro puede desencadenar una psicosis. “El consumo despierta enfermedades mentales que estaban dormidas en los genes”, explica Díaz Marsá. Un estudio reciente de la Universidad del País Vasco identificó biomarcadores en sangre que podrían predecir este riesgo, destacando que el 42% de las personas con esquizofrenia también sufren adicción al cannabis.
Además, el consumo crónico en la adolescencia puede inducir cambios epigenéticos que afectan no solo a quien consume, sino también a sus futuras generaciones, según investigaciones de Yasmin Hurd en la Icahn Escuela de Medicina Monte Sinaí, en Estados Unidos.
El aumento del consumo en España, uno de los países europeos con mayor uso entre jóvenes, refleja una preocupante minimización de los riesgos. “La población desconoce los trastornos mentales graves asociados”, lamenta Díaz Marsá. Factores como el estrés crónico, rupturas sentimentales o problemas académicos pueden agravar los efectos del cannabis, convirtiéndolo en una “ruleta rusa” para la salud mental.
“Fumar cannabis produce esquizofrenia y deteriora gravemente tu proyecto vital, especialmente si lo haces antes de los 21 años”, sentencia Díaz Marsá.
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