Si es la madre en este mundo, la única que nos perdona, la única que sin segundo y en su corazón profundo, sabe amar y no abandona” Carlos Gardel.
Vivir es aprender, es hacer cosas y nada mejor que afrontar las mismas con el apoyo y aliento de nuestros seres queridos. Uno aprende de las personas importantes de su vida y creo con toda seguridad que mi madre fue una de ellas.
De ella aprendí a luchar por lo justo, a dar todo de mí para salir adelante y alcanzar las metas con las que soñaba.
Con toda seguridad, creo que solo no podría haberlo hecho y fue ella mi primer sostén y quien me dio ese primer empujoncito.
También, aprendí a no olvidar las raíces, los lugares de donde uno viene y hacia dónde hay que ir para que el éxito fugaz y circunstancial no nos nuble la mente ni el corazón.
Porque como bien se sabe, mientras uno más se sube al ego, más se distancia de lo real y las caídas resultan más duras.
Las madres suelen ser una locomotora imparable que transitan por rieles infinitos, que batallan con un amor tan genuino que es difícil encontrar en ellas algo parecido a rendirse. Madres que deben afrontar muchas veces la vida solas y así y todo sin intenciones de romantizar esa lucha injusta, encuentro un profundo respeto por la perseverancia y amor que reparten hasta en los momentos más difíciles.
Hay milagros terrenales y tan sanadores que se ejemplifican en el abrazo con la vieja. Porque verse envuelto en sus brazos es una caricia inagotable para el alma, una energía tan profunda como la vida misma. No importa la edad que tengamos, si somos niños o adultos, el afecto no pasa de moda.
Es verdad y triste que cuando ya no está, cuando su presencia física se ha ido, todo se hace un poquito más difícil. Pero también es cierto que los recuerdos y su imagen es tan pura que vuelve con nosotros cada vez que la recordamos. Porque su enseñanza no se congela con su último suspiro en esta vida. Los que nos ha dejado sigue siendo una estrella que nos guía por los caminos de la vida. Su imagen es un susurro que nos dice constantemente, “dale, no te rindas, seguí adelante, yo estoy con vos”.
Feliz día a todas las madres, a las que aún se abrazan y a las que viven en nuestro corazón.
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