Alto, robusto, bien alimentado, con más cara de “gorra” que de “saro”, como llaman los policías a los presuntos delincuentes, la imagen del subcomisario jefe de Investigaciones de Villa Allende, Víctor Ariel Barrionuevo, vestido de remera deportiva, bermudas, zapatillas sin cordones y esposado a un barrote minutos después de haber sido detenido, era para la Policía de Córdoba como un pellizco en un grano que no acaba nunca de reventar.
“Otra vez el culiado ése…”, dijo un jefe por frecuencia interna cuando supo la identidad de uno de los cinco integrantes de la banda que acababa de copar una casa de barrio Cofico, donde empresarios, políticos, jueces y abogados brindaban para despedir el año 2016. Barrionuevo tenía fama de ser un poliladron y la frase de jefe, que se hizo viral, lo evidenciaba.
El del 24 de diciembre pasado, el de la casa de la abogada Teresa Penetta fue el robo más resonante del año. No por el escaso botín que se llevaron -que nunca apareció- si no por el renombre de las víctimas y el protagonismo de -otra vez- un policía corrupto. Junto a él, actuaron cuatro hombres con chapa en el mundo del crimen.
El jefe policial estaba acompañado por Roberto Rivero (45), Daniel Hugo Zárate (40), Carlos Sebastián Bruni (34) y Roberto Antonio Olmos (41), todos con chapa de delincuentes maduros y expertos en el rubro “robos calificados” e incluso por un homicidio.
A ocho meses del asalto, de todo lo robado (joyas, cinco mil dólares y unos 30 mil pesos que los comensales tenían esa noche) sólo aparecieron 11 celulares de alta gama que fueron abandonados por los asaltantes en barrio Yofre, cuando se activó el sistema de localización. Del resto, no se sabe quién se lo quedó.
La ausencia de la prueba del delito planta un gran desafío para el fiscal del Distrito 3 Turno 7, Raúl Garzón, quien debe armar toda una ingeniería de indicios para mantener la prisión preventiva de los cinco integrantes. Ellos, en su defensa, dicen que esa noche planeaban robar, pero en otro lugar. “Somos profesionales, no entramos a robar dónde hay gente”, se atajó uno en su declaración.
A ocho meses del asalto, de todo lo robado (joyas, cinco mil dólares y unos 30 mil pesos que los comensales tenían esa noche) sólo aparecieron 11 celulares de alta gama que fueron abandonados por los asaltantes en barrio Yofre, cuando se activó el sistema de localización. Del resto, no se sabe quién se lo quedó.
La poca colaboración de la Policía para investigar el caso, en un principio, abrió sospechas de complicidad institucional y alcanzó para que el jefe de investigaciones de ese entonces, Calixto Luna, saliera eyectado del cargo, junto con los jefes de Investigación de Zona Noroeste y de Zona Norte, de los cuales dependía la Brigada de Investigación civil de Villa Allende que lideraba Barrionuevo.
Invitados estelares
La casa de Panetta queda en el pintoresco barrio de Cofico, una zona de clase media alta con garitas de seguridad en las esquinas y jardines bien regados. Los investigadores nunca descartaron la hipótesis de que algún empleado de la seguridad privada haya “pasado un dato” a la banda del subcomisario. Si lo hizo, el dato no era preciso: mucha gente y poco dinero.
Entre los 14 contertulios que esa noche brindaban en Cofico, estaban Olga Riutort, consuegra de la dueña de casa; el abogado José Cafferata Nores; el juez federal Luis Rueda junto a su mujer Patricia Messio, funcionaria de Lotería de Córdoba; el exsecretario de Transporte de la Municipalidad de Córdoba, Juan Pablo Díaz Cardeilhac; el vocal del Tribunal Superior de Justicia Sebastián López Peña; entre otros. El parte policial evitó decididamente informar todos los nombres de las víctimas. No obstante, según pudo confirmar ENREDACCIÓN a través de fuentes de la causa, quien también estaba presente era Hernan Karsten, dueño de Kolektor, la empresa recaudadora de impuestos del gobierno provincial sospechada de varios delitos, y denunciada en el fuero provincial y federal, precisamente donde López Peña y Rueda tienen injerencias.
Entraron a la casa cinco minutos después de la media noche y se fueron 20 minutos después. “Nunca temí por mi vida porque los vi muy profesionales: robaban las cosas de oro, descartaron la plata”, dijo Olga Riutort. Con la única que fueron violentos fue con la dueña de casa, quien recibió un golpe en la cara: le pedían plata.
“No estaban drogados”, “se manejaban con handies”, “uno parecía dirigir todo”, coincidieron los testigos. Y aportaron un dato más: uno vestía una remera amarilla con un número 3 en el brazo.
“Ésta toca jugar, muchachos”
Pocos minutos después del robo, a las 00.30, los cinco hombres fueron detenidos en la bajada Alvear, que comunica el centro con Cofico. Habían estacionado las camionetas -una Peugeot Partner y otra Ford Ranger- en una zona bastante concurrida los sábados a la noche. La policía llegó cuando se estaban cambiando la ropa. Tenían cinco handies para captar la frecuencia interna de las patrullas, un equipo portátil policial, discos de corte, amoladoras, sogas, guantes, cuellos polares, pasamontañas, una pinza corta pernos, barretas, celulares y un revólver calibre 38. De lo robado, no había ni rastros.
Por eso lo primero que hizo el fiscal Garzón fue investigar a los efectivos que esa noche llegaron al lugar. Ordenó allanar sus casas y las de sus familiares. No era descabellado pensar que protegían a Barrionuevo. Pero el botín nunca apareció.
Cuando fue llevado a declarar Zárate, uno de los delincuentes, admitió que estaban preparando un golpe, pero para desviar la investigación dio otra dirección.
Si el dinero ni las joyas robadas nunca aparecieron, la excusa de Zarate podría ser atendible. Entonces, ¿qué pruebas hay para mantenerlos presos?
Si bien no hay pruebas directas, para los investigadores hay un cúmulo de indicios que rodean a la banda. En primer lugar, Zarate tenía puesta una remera marca Polo, color amarillo y con un número 3 en la manga, tal como la que describió una de las víctimas.
Además, para los investigadores de la Policía Judicial resulta llamativo que todos hayan usado reiteradas veces el celular esa noche. Excepto en los minutos que coinciden con el robo. Sólo uno de ellos activó su celular en ese momento: “Lo llamó la mujer. El respondió que estaba trabajando y cortó”, contó una fuente.
En los cruces de mensajes y llamadas de sus celulares, había indicios de cómo premeditaron un robo: “Esta noche se juega, muchachos. Hay que pagar las vacaciones”, decían, por ejemplo.
Eligieron como lugar de reunión el mismo sitio donde fueron detenidos: la bajada Alvear, lo suficientemente lejos de los domos y las cámaras, pero no tanto: una de las filmaciones alcanza a tomar las dos camionetas.
Llegan allí a las 23.10 del 23 de diciembre, estacionan entre varios autos. A las 23.43 arrancan y abandonan el lugar, para volver recién a las 00.40 del 24 de diciembre. El robo en la calle Faustino Allende al 400 fue entre las 00.05 y las 00.30, según los testigos. Los integrantes de la banda del subcomisario, no pudieron explicar qué hicieron en ese lapso.
Además, para los investigadores de la Policía Judicial resulta llamativo que todos hayan usado reiteradas veces el celular esa noche. Excepto en los minutos que coinciden con el robo. Sólo uno de ellos activó su celular en ese momento: “Lo llamó la mujer. El respondió que estaba trabajando y cortó”, contó una fuente.
Hay más: un ex policía detenido en el Módulo MD2 de Bower declaró que Barrionuevo, al ser ingresado a la cárcel, pidió hablar por teléfono y advirtió a la mujer que sacara cosas de la casa.
Banda mixta
Una de las hipótesis que no descartan los investigadores es que la banda del “subcomisario” en realidad no es tal. Es posible que esa noche dos grupos de ladrones maduros y experimentados hayan reunido fuerzas para dar un golpe que no fue tan importante como esperaban.
De los antecedentes surge que Sebastían Bruni tiene algunos hechos por robos calificados. Incluso uno en barrio Cofico, donde las víctimas lo describen robando con con “un gordo rapadito”, descripción que podría ajustarse a Barrionuevo. Bruni tiene remises en Villa Allende, la ciudad de subcomisario.
Por su parte, los otros tres tienen antecedentes de hechos cometidos juntos. Uno de ellos en Río Tercero, donde usaron la misma camioneta Ford Ranger que deambuló esa noche por Cofico.
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