Después de tomarle la fiebre a todos los intendentes del conurbano que fueron hasta la residencia de Olivos, el presidente Alberto Fernández, planificó la que parece ser “la madre de todas las batallas”: la del Conurbano bonaerense. Sin embargo, no es la única, ya que habrá otras similares en grandes conglomerados urbanos como Rosario y Córdoba.
Para muestra sobra un botón: el gobernador Juan Schiaretti dispuso conformar un comité de emergencia social, en el que no sólo están presentes los integrantes del gabinete social de la provincia y la Municipalidad de Córdoba, sino también el Ministerio de Seguridad provincial, Policía provincial, Fuerza Policial Antinarcótico; Gendarmería, Ejército Argentino, y la Fiscalía General. Semejante despliegue institucional prevé un escenario volcánico.
A la par, se adelantarán una serie de medidas de asistencia. El detalle oficial es preciso:
-Se definió comenzar con la entrega correspondiente al mes de abril del programa “Más leche más proteínas” para niños de 45 días a 11 años este viernes 27 de marzo. El programa cuenta con 218 mil beneficiarios.
-En relación al PAICOR, que incluye a 255 mil niños beneficiarios, también y a los efectos de reducir la circulación de personas, comenzará a entregarse este viernes 27 un módulo que contiene alimentos para un período de dos semanas.
-La Tarjeta Social de los beneficiarios de Capital tendrán la carga en la tarjeta el jueves 26, en tanto para los ciudadanos del interior será el viernes 27.
-Los beneficiarios de la Tarjeta AlimentAR recibieron, el viernes 20, la segunda cuota de 4 mil y 6 mil pesos según corresponde, beneficiando a 117.200 personas. El próximo pago de la tarjeta AlimentAR será el viernes 17 de abril.
Los jefes comunales del conurbano le pidieron a Fernández bolsones de comida, además de las tropas del Ejército cocinando en los barrios. Las primeras medidas de aislamiento social impactaron de lleno contra los sectores sociales que nutren la economía informal, que según las estadísticas oficiales ronda el 46% del total. Es decir, son los argentinos y argentinas que viven día a día, que trabajan en negro, sin (o con pocos) derechos laborales, y con salarios menores a los de sus pares registrados. Por eso, los intendentes, fueron directo al grano. Si explota el conurbano con saqueos o protestas, explotará también la pandemia y el sistema de salud (no habrá cuarentena, aumentarán las posibilidades de contagio y colapsará el sistema sanitario), y con ambas detonaciones, lo hará la gobernabilidad.
Fernández se ha convertido desde el 3 de marzo en un presidente que maneja un barco con dos timones, uno golpeado por el coronavirus, y otro por la economía y la situación social. Cuenta con un fuerte apoyo social previo y hasta ahora, emerge como un líder confiable para al menos 6 de cada 10 argentinos. Es un enorme capital político, pero que puede resultar insuficiente sino acierta la dosis de medicina social. Por ahora, parece haber direccionado todo su arsenal a resolver ese drama.
El gobierno neoliberal de Mauricio Macri terminó su gestión con una deuda externa “no sostenible” para la dimensión de la economía argentina, pero fundamentalmente con una pobreza que alcanza a casi 4 de cada 10 argentinos. Esa bomba de tiempo se sitúa, sobre todo, en el gigantesco conurbano bonaerense, y también en los grandes conglomerados afectados por el cierre de industrias y Pymes. Sobre esa tragedia social previa es que se librará la disputa central contra el coronavirus. No es la grieta el problema, es la desigualdad social la que tensará al extremo al sistema político y económico nacional.
Resulta claro, que la cuarentena social para evitar el avance del coronavirus y por lo tanto una descomunal crisis sanitaria, lleva inevitablemente a otra crisis, en este caso, económica. Menos actividad económica, es menos trabajo y más pobreza. La duración de la cuarentena será crucial para precisar los alcances que tendrá el parate de la economía en cuanto al factor local y la dimensión de la asistencia social y económica a desplegar. Sin ella, sin una aceitada maquinaria de asistencia alimentaria y económica, puede desencadenarse una crisis política.
Sin embargo, no hay que olvidar que el virus estresó a la globalización financiera y está licuando activos en todo el planeta. Nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde llegarán sus esquirlas, ni cuando terminarán de caer. Por lo pronto, los creadores del neoliberalismo se han vuelto neo-Keynesianos, para no decir populistas. Estados Unidos inyectará 850 mil millones de dólares al mercado para tratar de evitar que se pare la maquinaria económica. El gran problema de EE.UU. es que la pandemia ha desnudado su talón de Aquiles: no tiene salud pública y una enorme proporción de sus habitantes no puede acceder a una atención mínima frente a la enfermedad. El resultado final de esta partida es difícil de adelantar ahora.
Volviendo al escenario local, el Estado deberá afrontar la crisis económica con una mayor intervención y alta emisión monetaria para poder sostener el tejido social. Por lo tanto, el día después del coronavirus, cuando comience la etapa de la reconstrucción, habrá más dificultades que en el día anterior al inicio de la crisis sanitaria. Muchos más y más graves. Igual, nadie quiere imaginar ese día todavía, todos están preocupados por sobrevivir a esta crisis.
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