La decisión del gobernador Juan Schiaretti es de muy alto riesgo, propio y general, al plantear su estrategia para afrontar la segunda ola de coronavirus, casi exclusivamente, en la expansión de la cantidad de camas críticas del sistema de salud.
Asesorado por un equipo de especialistas diferente al del gobierno nacional y con un ojo en las encuestas, el gobernador cordobés eligió diferenciarse del presidente Alberto Fernández en la receta para hacerle frente a la pandemia de coronavirus. Se paró en su discurso habitual, como representante de una solución cordobesa; como promotor de la salud y la economía y no de una u otra; y, por supuesto, no se refirió a restricciones, cuarentenas, aislamientos, ni controles, palabras y temas que generan un elevado ruido en la mayor parte de su universo electoral.
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Se apoya en el ministro de Salud, Diego Cardozo, que dibujó en la primera ola una estrategia que sobrevivió a los días calientes de octubre, cuando se produjo el pico de contagios e internaciones. En ese momento, Córdoba tuvo 1795 internados en camas críticas y si bien se acercó al límite de su capacidad de respuesta, el colapso no se produjo. Dentro de ese marco y más allá de los conflictos con el personal de Salud, que arrastra una elevada precarización laboral, un altísimo estrés, y bajos salarios y que convocó a un segundo paro provincial para el jueves 15 de abril, el gobierno provincial obtuvo resultados favorables de lo que se podría denominar como “administración controlada de la pandemia”.
La “administración controlada de la pandemia” se basa en calibrar la respuesta estatal según la cantidad de contagios y la capacidad de absorción de internaciones por parte del sistema sanitario. Trata de cumplir un principio básico: que el sistema de Salud pueda atender a todo aquel que necesite. Sólo hay respuestas extremas focalizadas -como ocurrió en Río Cuarto en 2020- si el sistema sanitario queda al borde de ser desbordado.
Por eso, la Policía provincial hace la “vista gorda” o controles formales a las violaciones a las restricciones y la Justicia provincial manda a la justicia de faltas el caso de un camarista de Villa Dolores que no respetó las disposiciones de la cuarentena a mitad del año pasado. Ese control ligth tiene en el discurso un componente central: apelar a la responsabilidad social. Es decir, sacarse “la soga del cuello” y ponerla en la acción de “los otros”.
De hecho, el momento político más difícil no fue el de la cercanía del colapso en octubre, sino el de las denuncias de vacunación VIP que realizó el legislador Marcelo Cossar (UCR). Con el expediente judicial iniciado por el diputado nacional Luis Juez siguiendo los vericuetos judiciales, el tema se encuentra ahora en el freezer.
Si bien, en las encuestas que se conocen, el primer mandatario provincial no atraviesa su mejor momento histórico, seis de cada 10 cordobeses siguen teniendo imagen positiva de su administración. Es un capital político importante frente a la magnitud de la crisis económica y sanitaria que ya lleva más de un año.
Pero la apuesta oficial respecto de la segunda ola es de alto riesgo real y simbólico. Sin contar las dificultades extras que proponen las nuevas variantes del propio virus SARS-CoV-2, como la británica o la de Manaos, más contagiosas y agresivas.
Muertes e internaciones masivas han generado alta inquietud social en todos los lugares del planeta donde se han producido. Córdoba no va a ser la excepción. Esta situación es independiente de la capacidad de respuesta del sistema de Salud. La inquietud, el temor, la angustia, el sufrimiento son sensaciones para las que el pragmatismo o la racionalidad no tienen respuesta adecuada o suficiente. La estrategia elegida puede tener, por lo tanto, altas dosis de daño simbólico.
Hay que tener en cuenta además, que las casi 3800 camas críticas serán puestas en máxima tensión si no se producen acciones que acoten la propagación de la enfermedad. Al ritmo actual, la provincia duplicará el promedio de positivos diarios en unos 30 a 35 días, eso llevará la ocupación del sistema a casi dos tercios de su capacidad a mitad de mayo, con todo el invierno por delante.
Es probable, también, que si se llega a ese punto, la actividad económica se vea resentida por la gran cantidad de enfermos.
Aunque ahora no parezca, Schiaretti ha jugado todas sus fichas al “aguante” del sistema sanitario. Los críticos días que estamos viviendo, demostrarán si ha sido acertado o no y con qué daños.
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